Ramón Pérez Maura

Vender su alma al diablo

Ramón Pérez Maura
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Dimitir de a poquitos es una sustancial aportación que ha hecho Esperanza Aguirre a la política española. Y ayer, mientras justificaba su nueva marcha parcial y exigía la elección de su sucesor con «transparencia», era incapaz de explicar cómo era posible que su número dos y secretario general del PP en la Comunidad de Madrid, Ignacio González, le hubiese presentado la dimisión hace casi dos meses y ella no hubiera creído necesario hacerlo público. ¿Eso es lo que Aguirre entiende por democracia y transparencia en su partido? ¿O será que temía que sus pecados in vigilando pudieran ser más amplios y hubiera preferido no precipitar la crisis?

Por más que el duopolio televisivo se empeñe en hacer bandera de ello contra el PP, el partido con mayor corrupción en España es el de los ERE

Mientras la jefa de la oposición en la Comunidad de Madrid hacía todo lo posible por debilitar la ya casi imposible alternativa del presidente de su partido de cara a la investidura del próximo presidente del Gobierno, Pablo Iglesias se empeñaba en llevar la contraria a Aguirre y presentaba las pautas de un nuevo Gobierno –que nadie le ha encargado–, y que explicó que pasa por la celebración de un referendo sobre la independencia de Cataluña. Es decir: cruzaba las que el PSOE ha dicho que son líneas rojas. Ahora veremos si de verdad lo son o Sánchez está dispuesto a vender su alma al diablo, pactar el referendo para romper España, lograr el apoyo –tácito o explícito– de los independentistas catalanes y el de los nacionalistas vascos que reclaman como precio de su respaldo el «derecho a decidir».

El planteamiento de Iglesias a dos semanas y dos días de la sesión de investidura, después de casi dos meses desde la celebración de las elecciones, parece una clara apuesta por el «o me lo das todo o vamos a las urnas», con el sondeo de ABC de ayer encima de la mesa: suben Podemos y Ciudadanos, bajan PP y PSOE. Así que lo inverosímil hace unos días podría ser viable: que Sánchez tenga que escoger entre formar Gobierno con quienes proclaman su voluntad de desbandar España –pueden proclamarlo más alto, pero no más claro– o volver a elecciones para verse sobrepasado por Podemos o formar un Gobierno como vicepresidente con un presidente del PP, quizá incluso con Rajoy.

Todavía queda mucho partido por jugar, pero hay un factor que las partes deberían tener muy en cuenta. Los ciudadanos empiezan a estar hasta los mismísimos. El inmenso problema de la corrupción, que afecta a todos los partidos, hace daño a la democracia, no al PP. Y por más que el duopolio televisivo y compañeros de peregrinación se empeñen en hacer bandera de ello contra el PP, el partido con mayor grado de corrupción en España es el de los ERE –aunque logren demoras que hagan prescribir algunos de sus delitos. Y muchos votantes que pierde por ello van al partido financiado por Irán y Venezuela, democracias ejemplares.

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