Valls y la España acomplejada

Valls es francés y de izquierdas, el colmo de la credibilidad para la España acomplejada

Edurne Uriarte

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Cada vez que escucho a quienes claman al Gobierno que arregle lo de nuestra imagen exterior de centralistas poco respetuosos con la pluralidad regional y las libertades, les recuerdo que el problema tiene unas cuantas décadas de antigüedad. Que viene del franquismo y de una Europa que aún nos mira como herederos del franquismo y de sus ideas. Y les pongo el ejemplo de Francia y ETA , de un país que no sólo ha acogido y protegido a los terroristas de ETA hasta su final, sino que acaba de erigir en una de sus ciudades, Bayona, un monumento de simpatías etarras. Porque décadas de crímenes terroristas a treinta kilómetros y plena democracia no les han sido suficientes para la comprensión del fenómeno etarra.

Pero nuestro problema europeo quizá no sería tan grave si no estuviera acompañado de nuestro complejo interior, ese según el cual aquello que viene del resto de Europa Occidental y, además, es de izquierdas, tiene un plus de modernidad y de sofisticación democrática. Por ejemplo, Manuel Valls . La oferta de Ciudadanos a Valls para que sea su candidato a la alcaldía de Barcelona, ¿es una ejemplo de cosmopolitismo y de europeísmo? ¿O un reflejo de la España acomplejada que admira en el francés Valls lo que rechaza en un político español?

A mí me gustan la biografía de Valls y su labor tantas veces a contracorriente como ministro del Interior y después jefe de Gobierno de Hollande. Pero difícilmente encaja en las ideas que Ciudadanos defiende en España, las que están en el núcleo de su propuesta de alternativa al PP. Sobre todo, aquello del rechazo a la «vieja» política y a los políticos con «mucho pasado», o profesionales de la política. Y Valls es todo eso, al menos tanto como Mariano Rajoy. Valls entró en política a los 24 años, y, desde entonces, jamás la dejó, lo que a mí me parece muy respetable, pero no a los líderes de Ciudadanos. Es un representante puro de lo que consideran la vieja política y los viejos partidos. Pero, además, si finalmente acepta la propuesta de Cs, lo hará tras haber fracasado no sólo como parte del Gobierno de Hollande, sino en el Partido Socialista, en las primarias de hace poco más de un año, en las que fue derrotado por Benoît Hamon .

Ni siquiera se considera liberal o postideológico, en la línea de Ciudadanos , un partido que aspira a hacerse con el voto de la derecha sociológica española. Hace tan sólo un año, Valls afirmó en relación con su partido, el PS, que «porque soy un hombre de izquierdas y porque sigo siendo socialista no voy a renegar de mis treinta años de compromiso». Lo hizo cuando se presentó de candidato a la Asamblea Nacional, y hasta que unas semanas más tarde dejó su partido para integrarse en el LRM de Macron, más bien porque fue el PS quien le dejó a él, como manifestó aquellos días: «Dejo el Partido Socialista, o el Partido Socialista me deja a mí».

Pero es precisamente esa marca de izquierdas la que le ha dado tanta popularidad en sus discursos en Cataluña contra el independentismo. Francés, y, además, de izquierdas, el colmo de la credibilidad para la España acomplejada . De ahí que aquello de que «este nacionalismo es la guerra» que dijo en marzo en Barcelona fuera ampliamente aplaudido, cuando frases bastante menos agresivas de españoles tan ilustres como Valls pero de derechas han sido calificadas de poco menos que fascistas. Porque, cuarenta años después, la ministra socialista de Alemania aún no se cree del todo la democracia española, pero tampoco algunos españoles.

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