Tramposa libertad de expresión

El día en que veamos en ARCO una obra homófoba y la ley LTGBI de Podemos les fría a multas

Edurne Uriarte

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El día en que veamos en ARCO una obra como la de Sierra , pero, con fotografías, pongamos que de condenados por violencia de género y con el título de « Víctimas del totalitarismo feminista », me creeré la libertad de expresión de algunos. De todos los que se han escandalizado por la retirada de la obra de Sierra y han clamado aquello de que el arte es libre. Incluido el inevitable « The New York Times », siempre tan comprensivo con nuestra extrema izquierda, al que quiero imaginar defendiendo, por ejemplo, una bazofia antisemita y la libertad de expresión para colgarla en ARCO, u otra racista de un artista seguidor del Ku Klux Klan , otro ejemplo.

Imaginemos, además, que tales obras fueran geniales desde el punto de vista artístico y no una tomadura de pelo como la de Sierra. Es el eterno debate en el que todos dudamos, yo también. ¿Qué haríamos si el «Guernica» de Picasso glorificara a los nazis? Una cuestión de difícil respuesta, pero que sí tiene una exigencia previa, la de la coherencia. Esa que no se ha aplicado en el caso de los defensores del alegado progolpista y proviolento de Sierra. Da la casualidad de que, en la misma semana en que algunos se escandalizaban por la retirada de la obra de Sierra, todos los partidos menos el PP apoyaban en el Congreso la ley LGTBI de Podemos, que, como recordaba el domingo Víctor Ruiz de Almirón en este periódico, prevé multas mucho más duras que las de la ley de Seguridad Ciudadana para castigar la difusión de expresiones e imágenes ofensivas por razón de orientación sexual.

Intento imaginar a los anteriores defendiendo la libertad de expresión para una obra como la de Sierra pero con fotografías de homosexuales y con textos críticos hacia ellos. Y me los imagino más bien remitiendo al artista la sanción más dura de las previstas por la ley LGTBI. Un sofoco en el que casi con seguridad no se verán porque a ese tipo de obras les aplican la censura previa. Porque no hay galería que las acepte gustosamente como sí lo hacen con engendros como el de Sierra. Ni galería ni crítico de arte que los sostenga. Y da igual su calidad artística . Sencillamente, no pasan el corte.

Pero si milagrosamente lo pasan un día, el Estado se forrará a multas con la ley LTGBI , 20.000 para el artista, otras 20.000 para la galería, 20.000 para ARCO, 20.000 para el empresario que lo compre y lo exhiba y 20.000 para el Museo de Lérida que en nombre de la libertad de expresión lo mostrará. Y un escándalo mayúsculo en el que seguramente intervendrá también «The New York Times» para condenar la ola de homofobia en España, que no para defender la libertad de expresión del colega de Sierra.

Y si me equivoco y el colega homófobo de Sierra es defendido por todos, incluido « The New York Times », y también le compran la obra para exhibirla en el museo de Lérida, sugiero que le sumen unas cuantas contrataciones en la misma Lérida o donde sea del cómico francés Dieudonné al que le han caído unas cuantas condenas judiciales por hacer «humor» antisemita y a quien el Gobierno socialista francés prohibió varios espectáculos. Y sin una miserable ola de solidaridad en nombre de la libertad de expresión, como sí ha tenido su colega Valtonyc .

Si todo lo anterior ocurre algún día, en ARCO 2019, por ejemplo, alabaré su coherencia y reconoceré que los defensores de Sierra creen en la libertad de expresión ilimitada. Y discreparé. En mi galería de arte imaginaria jamás tendrá espacio una obra progolpista y proterrorista, tampoco una racista, una homófoba o una antisemita. Y a Valtonyc le desearé el mismo destino que a Dieudonné, el judicial.

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