Sí, Maduro es un dictador

Negándose a calificar de «dictadura» al régimen chavista, Pedro Sánchez no hace sino dar alas a la represión que Nicolás Maduro ejerce contra su pueblo y a la ruina del país

El presidente venezolano Nicolás Maduro REUTERS

ABC

La prueba más evidente de la utilización sectaria, y por lo tanto meramente partidista, que Pedro Sánchez está haciendo de la palanca de la llamada Memoria Histórica la está aportando el propio presidente del Gobierno en su gira por Iberoamérica al negarse sistemáticamente a reprochar a Nicolás Maduro la feroz y abrasiva dictadura que ha implantado en Venezuela. Para no enojar al cacique bolivariano, Sánchez está haciendo verdaderos malabarismos léxicos con el propósito de «dulcificar» un régimen que ha provocado un éxodo de 2,3 millones de personas que huyen a otros países para escapar de la miseria, la ausencia de libertades y la represión, apoyada en la tortura, como ha denunciado Naciones Unidas. Preguntado expresamente si Venezuela es hoy una dictadura, el jefe del Ejecutivo respondía: «Yo diría que no es un democracia». Toda una tomadura de pelo a millones de personas que sufren el chavismo.

Cuatro días lleva Sánchez en la región, tres países ha visitado, y aún no se le ha escuchado un solo reproche a Maduro y a la aniquilación del sistema de libertades en Venezuela. Y sorprende pues el propio Sánchez centró buena parte de su visita a Chile en criticar el origen y los efectos liberticidas de la dictadura de Augusto Pinochet. En pleno proceso de la exhumación de los restos de Franco del Valle de los Caídos, el líder socialista se desplazó para visitar el Museo de la Memoria chileno y entrevistarse con la hija de Salvador Allende. También saludó a una «niña de la guerra» española, hoy anciana, «cuyo testimonio y memoria deben guiarnos hoy y siempre», afirmó Sánchez. Al parecer, los regímenes autoritarios lo son siempre que el autócrata esté adscrito a la derecha. Cuando lo está a la izquierda, simplemente «no es una democracia». ¿Y ya está? Pues no. Maduro ha tomado como rehenes a los venezolanos para mantenerse en el poder, ha pisoteado uno a uno sus derechos, ha sumido al país en una ruina de proporciones gigantescas, se ha inventado parlamentos cuando la población le daba la espalda en las urnas, ha colonizado los tribunales de justicia, ha puesto en marcha un aparato represor espantoso y ha aniquilado cualquier atisbo de prosperidad futura en una tierra rica llevada a la catástrofe.

Sin duda es beneficioso que la UE aporte fondos para ayudar al drama humanitario del exilio, y que lo anuncie el presidente español, a pesar de que el acuerdo no es precisamente nuevo, sino del mes de junio. Pero esos miramientos léxicos de Sánchez con el chavismo suponen una muy mala noticia para los venezolanos. Y es falaz también el argumento que Sánchez maneja como solución a esta espantosa crisis: «Vendrá del diálogo de Venezuela consigo misma». La presión internacional y la denuncia son esenciales para debilitar la posición del régimen de Caracas. Ayer, el presidente de Colombia, Iván Duque, no tuvo problema alguno en definir Venezuela como lo que es, una dictadura. Y Sánchez debería comenzar a llamar a las cosas por su nombre.

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