Editorial ABC

Sánchez es el único culpable

En el PSOE falta dignidad y sobra obediencia debida a unos partidos sectarios, revanchistas y carentes de principios democráticos

ABC

Tal como estaba previsto, Pedro Sánchez no logró la mayoría necesaria para ser investido ayer, aunque lo logrará mañana en segunda votación. Así empezará su andadura el primer gobierno social-comunista de nuestra democracia, con el gravísimo añadido de estar sometido a la extorsión de partidos cuya voluntad de destruir España, y derogar el marco constitucional en que se asienta desde 1978, es innegable. Y peligrosa. El dato objetivo es que Sánchez necesita a ERC y a Bildu para poder gobernar, y por eso los protegió ayer como si fuesen unos aliados inofensivos. Sin embargo, aun siendo partidos legítimos, son profundamente inmorales y destructivos. No hace falta revisar la historia de cada uno de ellos. Ambos han sostenido y dado cobertura política a organizaciones terroristas, ETA y Terra Lliure, sobre cuya estrecha relación con ERC podría ilustrar Gabriel Rufián a los diputados. Ambos desnudaron ayer a Pedro Sánchez, humillándolo incluso, dando por dinamitados los consensos de la Transición y el espíritu del constitucionalismo. El Gobierno de la nación justifica, favorece e indulta al independentismo, aunque sea a costa de la más severa crisis de Estado que pueda vivir en más de cuarenta años de democracia. Sánchez tenía la opción de elegir entre los partidos respetuosos con la ley más allá de las diferencias ideológicas, o entre los partidos motores de una infamia política que va a enfrentar a media España con la otra media. Y dejó clara su elección.

Ayer el PSOE, a través de la presidenta del Congreso, permitió la vergüenza de que se reivindicase a Arnaldo Otegui como un preso político, y no como lo que es, un terrorista, con Esquerra aplaudiendo fervientemente el sacrificio de una dignidad parlamentaria ya perdida. Fue hiriente para las víctimas del terrorismo y para los millones de españoles que no quieren ver destruida su nación. Los presos de ETA son asesinos, criminales, secuestradores y extorsionadores, no mártires de una democracia manejada por Franco desde su tumba. Pero el PSOE calló. Incluso reprendió a los partidos que expresaron su indignación y la grosera perversión del reglamento de la Cámara para dar cobertura a quienes quieren convertir la política en la más miserable herramienta para acabar incluso con la monarquía. Se insultó al Rey y ni un solo escaño del PSOE hizo ademán de revolverse. La legitimación expresa que hizo Sánchez de los partidos que adopta como cómplices es de una irresponsabilidad extrema que debe pasarle factura cuanto antes. La nueva legislatura nace bajo el ataque sistemático de Podemos a los jueces, bajo las amenazas chulescas de ERC y con la desfachatez crecida de los herederos del terrorismo. En el PSOE no solo falta valentía. Falta la dignidad más básica y sobra obediencia debida a unos partidos sectarios, revanchistas y carentes de principios democráticos.

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