Rajoy sucede a Mariano

En su lógica de enfriar los problemas, metió en el congelador hace años su propia sucesión y hoy es incapaz de descongelarla

Mayte Alcaraz

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Si Mariano Rajoy repitió candidatura en 2015 y 2016 fue, según sus palabras repetidas hoy, para culminar el reto de la recuperación económica. Más allá de su propia ambición personal, si se plantea continuar en la brecha en 2020 (o 2019 si opta por adelantarlas) es porque hoy, a dos años de los comicios, solo ve a Rajoy como sucesor de Mariano. En su lógica de enfriar los problemas, metió en el congelador hace años su propia sucesión y hoy es incapaz de descongelarla. Por su despacho de La Moncloa pasan a diario vanidades de ministros, ministros con vanidades, vicepresidentas que no tienen quién las quiera en el partido, secretarias generales bicéfalas, presidentes autonómicos achicharrados de tanto arrimar el hombro en su Comunidad sin visos de prosperar en Madrid... tantos egos, que ha decidido sucederse a sí mismo, él que tanto menosprecia la soberbia política. Y dejarse de «líos».

Si en agosto de 2002 cuando Aznar estuvo a punto de sufrir un accidente en un vuelo trasatlántico ya llevaba escrito en su cuaderno azul que su sucesor sería «Mariano», Rajoy ha optado por escribir en el suyo, del que solo ha usado en siete años un par de páginas por cada gobierno que ha nombrado (sin más crisis que las que le han impuesto circunstancias sobrevenidas), un nombre: «Rajoy», que ya no es Mariano, el delfín ungido por el líder carismático y todopoderoso, sino «Rajoy», el anodino político que ha sobrevivido a todas las tormentas y conspiraciones, incluso las urdidas por aquel que le dijo situarle en el olimpo pero que le dejó con el marrón del 11-M y dos derrotas consecutivas que no hubiera conseguido remontar nadie. Solo Rajoy, capaz de achicharrar a todos sus enemigos, principalmente a los de su partido a los que ha visto desfilar hacia el panteón. Tanto que, como él reconoce en privado, ha visto dimitir a mucha gente «incluso a un Rey». Mientras él sigue ahí y quiere sucederse a sí mismo.

Después de matar al padre, Aznar, o dejarlo malherido reducido a un pepito grillo pasto de cada vez menos titulares en la Prensa; después de colegir que la guerra Soraya-Cospedal tiene la estatura de una disputa de patio de colegio; tras comprobar que el desembarco de Núñez-Feijóo abriría muchas heridas en Galicia y en Génova; tras constatar que Rivera se vende, y bien, como el epígono de Macron envolviéndose en la bandera del reformismo, el fervor europeo y la nueva política, ha preguntado a su espejito, espejito mágico que ahora le sostiene José Luis Ayllón, y la respuesta ha sido clara: Tú, Rajoy, debes ser el elegido.

Y tampoco cabe menospreciar en la decisión anunciada hoy en Onda Cero un elemento de venganza política comprensiblemente humana. El patrocinio de José María Aznar a Albert Rivera ha transformado a Ciudadanos en un sabotaje de Mariano Rajoy y del PP. Por ello, la decisión del presidente de repetir en 2020 interpela a los votantes más centristas del PP: ¿a quién preferís? ¿A Rivera, que es el candidato del ala más conservadora del PP, o a mí, al que el trasnochado Aznar ha convertido en su enemigo número 1? Y a los más conservadores, los que caben en un taxi como los liberales en la transición, ya los da por amortizados.

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