La partida

Lo más tremendo de esta partida es que, jugándonos todos los españoles nuestro destino, tenemos que contentarnos con ser espectadores

José María Carrascal

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Ya están sentados a la mesa y repartidas las cartas. Están todos y todo vale: el farol, el engaño, las cartas marcadas o en la manga. Saben que están jugando las diez últimas, pues la partida comenzó cuando decidieron echar a Rajoy . En eso estaban de acuerdo, y lo consiguieron. El problema surge ahora, porque cada uno quería echar a Rajoy para su particular provecho. Que no coinciden. Incluso se excluyen. Podemos busca tocar poder, imponer su «agenda social», desde eliminar la reforma laboral a subir los impuestos a ricos , los bancos y grandes empresas. Pero todo apunta que Iglesias, más débil que nunca, está dispuesto a contentarse con que Sánchez asuma tales objetivos para cuando la «situación lo permita», con tal de aparecer como socio de Gobierno. Los nacionalistas, en cambio, quieren el pago de la hipoteca contraída ya. Sin olvidarse de la economía -que el Estado convierta en permanente la deuda catalana a largo plazo y les pague los 7.607 millones de euros que dicen les debe-, presentan dos exigencias políticas para seguir apoyando al Gobierno: luz verde a un referéndum de autodeterminación y puesta en libertad de sus líderes encarcelados. Para ellos, cuyo borrador de Constitución establece que la Generalitat nombrará a los jueces, no es ningún problema. Pero para Sánchez, en un Estado de Derecho con independencia de poderes, es imposible. Más cuando los políticos catalanes encarcelados ni siquiera han sido juzgados. Si los condenan, el Gobierno podrá indultarlos, con todo el riesgo político que le acarrearía. Pero es que ni eso le permiten: Torra exige que sean declarados inocentes, porque ellos así los consideran. Ante lo que a Sánchez no le ha quedado otro remedio que sacar la bomba H: advertir que si «priorizan el conflicto, iremos a elecciones». Con la posibilidad de que, en vez de a él en La Moncloa, los secesionistas tengan a Casado o a Rivera . O a los dos juntos. «Si chantajeáis, os chantajeo a vosotros», viene a decirles. Al tiempo que les ofrece mejor financiación, que ya ha empezado, más inversiones, completar el Corredor Mediterráneo y la posibilidad de que, una vez atravesada esta tormenta, pueda sacarse el asunto catalán de manos de jueces y ponerlo en las de los políticos. Las suyas, con más «empatía» a sus aspiraciones.

¿Qué van a hacer los nacionalistas? Ni ellos lo saben, al haber divergencias. El núcleo duro, capitaneado por Puigdemont, está decidido a jugárselo todo a una carta: la de la confrontación. Mientras que Junqueras y otros en la cárcel prefieren ir paso a paso. Todo va a depender de hasta qué punto se fían de Sánchez. Saben que los necesita para su máxima ambición: seguir gobernando . Pero saben también que no tiene principios y que si para seguir gobernando necesita aplicar el 155, que ya respaldó, lo hará. Lo más tremendo de esta partida es que, jugándonos todos los españoles, catalanes incluidos, nuestro destino, tenemos que contentarnos con ser espectadores. En tales condiciones, lo mejor sería votar. Todos.

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