Álvaro Martínez - Enfoque

No hay mucho que observar: o ellos o nosotros

El asesino de las Ramblas fue uno de los jóvenes que se dejaron abducir por las siniestras prédicas del imán de la mezquita de Ripoll

Álvaro Martínez

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Ni ha acabado con todos los «infieles», ni Occidente ha hincado la rodilla, ni Daesh ha consolidado su siniestro «califato», ni Ala es más grande … Lo único que ha conseguido Younes Abouyaaqoub, el último cabeza hueca reclutado por los yihadistas, es llevarse por delante a decenas de inocentes (niños incluidos) y terminar muerto a tiros entre viñedos del Penedés al grito de «Allah u Akbar».

El asesino de las Ramblas fue uno de los jóvenes que se dejaron abducir por las siniestras prédicas del imán de la mezquita de Ripoll, Abdelbaki es Satty, un canalla salafista que pese a su completísimo historial criminal andaba por el pueblo como Pedro por su casa . Satty -que además de llamar a la yihad ejercía de camello de tres al cuarto- se pasó entre rejas cuatro años, tiempo en el que entabló amistad con «El Conejo», una de las hienas (por seguir en el reino animal) condenadas como responsable del mayor atentado de la historia de España en aquella triste mañana de marzo. Los Mossos sospechan que el imán dirigía el grupo asesino. Es más, se cree que sus restos están bajo los escombros de la casa de Alcanar, el núcleo de la célula que saltó por los aires doce horas antes de que Younes encendiese el motor de la furgoneta. ¿Ciento veinte bombonas de butano en una casa? Parece una pista...

En los últimos cinco años las Fuerzas de Seguridad han detenido a 251 yihadistas; más de medio centenar solo este 2017 en operaciones realizadas en dieciocho provincias, lo que muestra la amplitud de ese peligroso frente interior . Porque los malos están aquí, entre nosotros, con esa apariencia de no haber roto un plato en su vida, emboscados entre la gran mayoría de musulmanes que han venido en busca de una vida mejor trabajando honradamente.

Hace un mes, la Policía detenía en Madrid a un islamista extremadamente peligroso. Le cazaron en el barrio de Legazpi cuando salía de su casa para coger la moto con un casco rosa, cual admirador de Hello Kitty. Igual que Younes era, para sus vecinos, «un joven normal» y el imán «un tipo la mar de afable». Pero esa es la fachada, el pellejo de corderito tras el que se esconde la bestia que afila sus colmillos mientras espera que flaqueemos, que los pactos políticos se llenen de meros «observadores» timoratos que no se mojan, que empecemos con los matices y zarandajas. Sí, los malos están aquí, a ver si lo ven claro los «observadores». Porque no hay mucho que observar: o ellos o nosotros .

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