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«En Italia hemos tenido que llegar casi al abismo para cambiar repentinamente el paso y tener el Gobierno más creíble y reputado de Europa»

El presidente de Italia, Mario Draghi Reuters
Giuseppe Tringali

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En Italia hemos tenido que llegar casi al abismo para cambiar repentinamente el paso y tener el Gobierno más creíble y reputado de Europa. Este resultado lo debemos a una serie de importantes decisiones. La de Matteo Renzi, que después de haber promovido el segundo Gobierno Conte, ha tenido el coraje de derrotarlo; la del presidente Mattarella, que ha elegido a Mario Draghi para relanzar una Italia en grandes dificultades, y finalmente, la decisión de casi todos los partidos de entrar en el Gobierno y la del único partido de oposición de hacer una oposición responsable.

Las exigencias del país y el carisma de Draghi, aunque no han anulado la endémica tendencia a la continua lucha entre partidos, sí que la han reducido. La credibilidad de Italia pocas veces ha sido tan alta y el país alpino hoy es creíble porque lo es su presidente. La credibilidad no se obtiene gratuitamente, se tiene que conquistar y la de Draghi está en su historia personal y profesional, en el haber demostrado sensibilidad de Estado al aceptar el cargo y haberlo hecho renunciando también a ser remunerado por el mismo. Son las personas que con sus credibilidades dan o quitan reputación a las instituciones que representan.

También el Gobierno italiano en su conjunto es más creíble porque para los asuntos más importantes del plan de Recuperación y Resiliencia puede contar con ministros con alta competencia y reputación profesional. A Italia le queda mucho trabajo por hacer, pero el inicio del nuevo curso es prometedor.

En poco tiempo el Gobierno ha conseguido resultados concretos: de una parte, la impresionante aceleración en el plan de vacunas que ha mejorado muchísimo la situación sanitaria y está permitiendo una vida más normal; de la otra, la definición y aprobación de los proyectos contenidos en el plan de recuperación presentado a la Comisión Europea. Estos logros han tenido una valoración positiva de Italia y de la UE en cuanto representan una base seria para la recuperación y la transformación del país.

En una situación de urgencia real, el Gobierno ha sido capaz de tomar decisiones importantes de manera conjunta. Esto no hubiera sido posible sin la preparación de los ministros y la capacidad de síntesis de Draghi, que hace confiar en la posibilidad de llevar a cabo, por fin, las grandes reformas de las cuales se habla de hace años y que están incluidas en el plan de recuperación.

Personalmente espero de poder contar con este Gobierno hasta que Italia culmine su recuperación. Si no fuera así: ¿Después de la presidencia de Draghi y de este Gobierno de unidad nacional que pasaría? ¿volveríamos a la confusión, al enfrentamiento odioso y estéril? Esta es una preocupación real que abre el debate sobre la calidad de la representación en la política, sobre los políticos, la participación civil y el mismo coste de la política.

Hacer política es un trabajo complejo que implica tener claras las exigencias del país y de las personas, conlleva tener valores en los cuales creer para el bien común, así como preparación como administradores de la 'res pública'. Debe ser un 'mix' de valores, ideales y competencia. Solo los buenos políticos pueden mejorarla para atraer a los civiles más competentes. Para eso se necesita una escuela de la política, formación y estudio: no se puede improvisar.

La política no puede ser enfrentamiento o imposición, debe confrontar ideas, promover la mediación y encontrar las mejores soluciones posibles con el único objetivo de conseguir el interés general. La buena política tiene que ser remunerada porque el empeño debe ser total y la responsabilidad debida a la administración de la cosa pública tiene que tener una digna compensación económica.

Los políticos no son el mal como los civiles no son la panacea; depende de la calidad de la personas, de sus honestidades, de sus sentidos cívicos, de sus preparaciones.

En estas transformaciones que se han programado para Italia es imprescindible que la política vuelva a tener el alto valor que merece. Tiene que ser atractiva y atraer lo mejor de la sociedad.

La democracia necesita representación, pero una representación de personas íntegras, capaces y, sobre todo, preparadas para asumir las responsabilidades públicas.

Los partidos tienen que dar un salto de calidad y superar la crisis de credibilidad de estas últimas décadas; esta experiencia de emergencia debe ser un incentivo, ya que es una decisión única. Los partidos tienen que convertirse en formadores de valores e ideas, pero también en formadores de líderes positivos con capacidad de escuchar y dialogar; líderes con sólidos conocimientos de la sociedad, de la gestión, de la economía y de las finanzas. Deben ser las universidades de la política.

Este es un momento único para relanzar las ambiciones del país y a todos los esfuerzos necesarios es preciso añadir una nueva y más noble manera de entender y hacer la política.

Para que esto sea posible creo que también se tiene que apostar por la educación y la formación continúa porque estas siguen siendo las herramientas más importantes y, quizás, únicas para una transformación realmente positiva de las personas, de las instituciones y del país.

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