Editorial

Los gestos tienen consecuencias

Si cerrar los puertos de Italia a los demandantes de asilo del Aquarius es inaceptable, la solución no puede venir de una acción aislada e igualmente unilateral

El barco «Aquarius» navega con más de 600 inmigrantes y refugiados rescatados por MSF y SOS Méditerranée ABC

ABC

Con independencia del lugar exacto donde hayan sido rescatados los náufragos que intentaban llegar a Europa, el deber de cualquier nave y cualquier país es el de socorrerlos y atenderlos con dignidad . No cabe ninguna duda sobre esta cuestión. En ese sentido, la actitud del Gobierno italiano, que combina una extraña mezcla de sensibilidades nacionalistas y xenófobas con el populismo demagógico, ha sido totalmente inaceptable y muestra la verdadera cara de la coalición antieuropea que gobierna en Roma. No favorece a su reputación, ya dudosa, su intransigencia a la hora de cerrar las puertas de Italia, sin más, sin tener en cuenta las consecuencias humanas de tal decisión.

El reverso de la moneda es la decisión oportunista adoptada por el nuevo Gobierno socialista , que por un lado resulta totalmente loable por su carácter compasivo, pero que parece haber sido tomada sin la necesaria reflexión y, lo que es peor, sin coordinación a escala europea. En efecto, si cerrar los puertos de Italia a los demandantes de asilo es inaceptable, la solución no puede venir de una acción aislada e igualmente unilateral. El Gobierno socialista actual es tan débil desde el punto de vista parlamentario que se ve obligado a actuar a base de encadenar golpes de efecto . El problema es que la política de pancarta y de lema fácil no siempre es realista y puede tener efectos mucho peores que el mal que se pretende remediar. España ha hecho hasta ahora una gestión razonable y sensata del control de fronteras. La Armada y la Guardia Civil rescatan cada día a decenas, cuando no a cientos, de candidatos a la inmigración. Lanzar el mensaje de que los puertos de España están abiertos a la acogida sistemática de los barcos de organizaciones no gubernamentales, encargados de rescatar a los desdichados que son arrojados al mar por las mafias del tráfico de personas, puede tener consecuencias que nos llevarían a una situación como la que ha envenenado la sociedad y la política italianas. También Alemania se equivocó en su día al exhibir una política de puertas abiertas sin restricciones, cuyas consecuencias pesan ahora en buena parte de Europa y en la propia arena política berlinesa.

El gesto que ha adoptado el Gobierno de Pedro Sánchez era probablemente necesario, pero el problema es mucho más grave como para abordarlo como una simple cuestión propagandística . La primera urgencia es poner orden, racionalizar y sistematizar una política europea sobre asilo e inmigración. De otro modo, puede llegar un día en el que sea España quien necesite desesperadamente la ayuda , dependiendo en ese caso de que en otro país haya un gobierno con ganas de apuntarse un golpe de efecto.

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