La frontera sur de la UE

Siempre nos han engañado, sacándonos lo que querían sin nada a cambio

José María Carrascal

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La frontera norte, noreste para ser exactos, de la Unión Europea está trayendo problemas mayores al brexit. De la sur, en cambio, apenas se habla, siendo la que más nos interesa. Cómo quedará la frontera entre las dos Irlandas es un auténtico rompecabezas. Londres estableció como principio de salida el libre tráfico de mercancías, pero no el de personas. Bruselas le ha ofrecido que el Ulster se quede comercialmente en la UE , mientras Gran Bretaña queda fuera. Ante lo que los ingleses se han echado atrás, pues significaría un paso hacia la unificación de Irlanda. Fieles a su norma de «tú me das el reloj y yo te doy la hora», quieren las dos cosas: mantener las estrechas relaciones comerciales entre ambas Irlandas y la del Norte como parte del Reino Unido. Temiendo, además, que vuelvan los «años del plomo» entre católicos y protestantes. Pero la Unión Europea no va a resolverles un problema que es suyo y sólo ellos pueden resolver. Los tiempos en que resolvían los conflictos a cañonazos han pasado. ¡A buena hora se atreverían hoy a mandar sus cañoneras por los ríos Amarillo y Azul para mantener el negocio del opio!

En la frontera sur de la Unión Europea, la Verja, lo tienen más fácil porque negocian con España, no con Bruselas, que nos cede la tarea. Y, como me habrán oído decir, excepto en contadas ocasiones, siempre nos han engañado, sacándonos lo que querían sin nada a cambio, pese a contar con los avales internacionales. Mal han empezado estas negociaciones. De entrada, España renunció a abordar la cuestión de soberanía e incluso su presencia en el aeropuerto gibraltareño, construido en territorio que nunca cedimos. Y lo más grave: asume el deseo de Picardo de extender su influencia al entorno. Les transcribo literalmente la declaración de Pedro Sánchez tras la cumbre de Salzburgo: «Tenemos que encontrar acuerdos de cooperación policial, judicial, medioambiental, fiscal, contrabando de tabaco y en algo fundamental: los derechos de los ciudadanos en Gibraltar o en el Campo de Gibraltar, así como el compromiso de Gibraltar en el desarrollo socioeconómico del Campo de Gibraltar ». No han leído mal: España se convierte en veladora de los derechos de los gibraltareños y, encima, les da luz verde para extender sus turbios negocios a la región colindante ¿hasta dónde? ¿Hasta Algeciras, Cádiz, la Costa del Sol? Si se les deja, llegan a Sevilla, donde tienen numerosos amigos.

El sueño de Picardo: el Gran Gibraltar. Con el dinero de las 30.000 empresas en el Peñón, ya puede. Mientras los ingleses retienen su base naval, que es lo que les importa, pagada gracias a España, quedándonos los españoles con la última colonia en Europa y dos palmos de narices. Claro que tras oír a la vicepresidenta que se puede conceder la libertad condicional a los presuntos golpistas si el juicio se retrasa, no extraña nada y sólo queda confiar en que la Unión Europea no lo permita, pues es también su frontera.

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