Vidas ejemplares

¡Escándalo!

Ostentamos el récord Guinness de sacar las cosas de quicio

Luis Ventoso

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En España muchas cosas funcionan de maravilla, como el servicio de trasplantes, los AVE, la Benemérita, los remates felinos de Ronaldo, Cáritas o los bares de barrio. En ese lote de éxitos puede incluirse a la monarquía, que goza de alta aprobación. Felipe VI, de 50 años, barre a los políticos en las encuestas. Su figura se ha visto reforzada además por su papel ante el golpe separatista, donde sin desbordar los límites constitucionales que necesariamente atan su figura supo recoger el sentir del pueblo y elevar una voz de autoridad, que ayudó al Gobierno de Rajoy a salir del bucle de parálisis de tanto funcionario metido a político.

Pero España tiende a despreciar sus bondades y es además líder global en envidia per cápita. Como toda obra humana, nuestra monarquía es imperfecta. Pero en lugar de celebrar que en general funciona muy bien, como hacen hasta el empalago los ingleses (véase la que están montando con la intrascendente boda de Harry con una actriz menor), aquí estamos con el trabuco levantado aguardando un error. Los Reyes, sus hijas y los anteriores monarcas acudieron el domingo a la misa de Pascua en la Catedral de Palma. Hasta este martes, lo único que constaba es que el acto había resultado un éxito. Los mallorquines aclamaron a la realeza y la familia real transmitió una sonriente cordialidad. Pero de repente el martes ardió Troya, con titulares de este voltaje: «Pelea entre las reinas Sofía y Letizia»; «Pelea real en la catedral de Palma»; «Doña Sofía, humillada». Todo atendía a un brevísimo vídeo, tomado en el pasillo del templo cuando sale la comitiva. Lo que se ve es que la Infanta Leonor, de 12 años, retira el brazo de su abuela cuando ella la abraza y que la Reina Letizia se gira y dice algo a Doña Sofía. Luego se acerca el Rey Felipe con rictus serio, habla con su mujer y acaba la escena. ¿Conclusiones? «Muchos años de trabajo de la monarquía han quedado completamente arruinados», exclama ofendida en Ana Rosa una tertuliana rubia. «Ha quedado probado que a Letizia le queda grande el puesto», concluye otra a su vera. Imposible extraer tan drásticas conclusiones de un vídeo mudo de 15 segundos. Que una niña de 12 años haga un gesto bobo a su abuela no es nada extraordinario. Que la Reina Letizia le diga a la Reina Sofía que es mejor esperar a hacerse las fotos a la salida, tampoco. Incluso si suegra y nuera se llevasen de pena no supondría el fin del mundo, es un clásico en las relaciones familiares.

Terciando como fuente de autoridad emergió la frívola Marie-Chantal Miller, inglesa casada con un sobrino de la Reina Sofía, carne de Instagram con 49 tacos, quien ha declarado que «Letizia ha mostrado su verdadera cara». España se contorsiona impactada. «Escándalo, ¡es un escándalo!», que cantaría Raphael. La Reina Letizia puede caer más o menos simpática, pero hace perfectamente su trabajo, que es representar a La Corona en actos institucionales, educar a sus hijas, guardar silencio cuando toca y no pisar charcos. El problema es que los habitantes de Envidialandia jamás le perdonarán que haya hecho real el cuento de la plebeya que se convirtió en Reina.

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