EDITORIAL ABC

Cataluña no es el Ulster

Los planes secretos de Sánchez para aceptar la figura de un mediador con Cataluña estaban avanzados, y solo la traición política de los independentistas lo ha podido frustrar

EL presidente del Gobierno tenía mucho más avanzado de lo que ha reconocido públicamente la designación de un «relator» para negociar con Joaquim Torra los veintiún puntos del ominoso documento con el que el separatismo pretende chantajear a España. Según revela hoy ABC, estuvo sobre la mesa el nombre de John Hume, antaño mediador entre Londres y los terroristas del IRA, y solo cuando el PSC supo de la significación política de Hume y de su trayectoria alertó de que no sería posible. Evidentemente, no solo habría sido una ofensa a todos los españoles aceptar la figura de un mediador. Habría sido una humillación vergonzante aceptar la equiparación de un conflicto como el de Ulster con el golpismo en Cataluña. Lo relevante no es que semejante despropósito no saliera adelante, sino que Sánchez aceptara negociar una lista de posibles candidatos, que entre ellos figurara Hume, y que se hiciera en la más absoluta clandestinidad para satisfacer a Torra y a Puigdemont. Tratar de negociar la unidad de España con cesiones inconfesables al separatismo, y hacerlo además de la mano del que fue un mediador entre una democracia solvente y una organización terrorista, habría sido cuasi delictivo aunque Sánchez ni siquiera haya pensado en ello. Ahora, ya en precampaña y abandonado por sus socios de moción de censura, Sánchez podrá mentir cuanto quiera. Podrá argumentar que nunca pondría en riesgo la unidad de España, y que la Constitución es el marco infranqueable sobre el que ha de desarrollarse cualquier tipo de diálogo. Sin embargo, su buenismo argumental ya no encaja. No es creíble. Sus planes secretos para aceptar la figura de un mediador con Cataluña estaban avanzados, y solo la enésima traición política de los independentistas lo ha podido frustrar porque, si fuera por el gabinete de La Moncloa, la figura del relator sería incluso dignificada y condecorada. Y todo de modo opaco, a espaldas de la ciudadanía y del propio Parlamento, como a Sánchez le gusta hacer las cosas.

Es relevante que el escándalo causado por la filtración de Torra de que Sánchez había aceptado la figura de un relator haya permitido convocar elecciones generales. Y es relevante asimismo que el principal reproche que recibió Sánchez procediera precisamente de las filas de su propio partido, algunos de cuyos barones y dirigentes históricos son incapaces de entender cómo el PSOE se proponía poner al Estado de Derecho contra las cuerdas. Sin embargo, no se trata de una operación frustrada. El peligro persiste. Lamentablemente, si Sánchez repite como jefe del Ejecutivo tras las elecciones generales, se verá reforzado institucionalmente y volverá a intentarlo. Creerá estar legitimado para cuestionar la soberanía nacional y la integridad del territorio español, y para mercadear con la unidad de España. Por eso conviene recordarle que, dada la insolvencia de Torra, el único mediador posible se llama artículo 155 de la Constitución.

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