José María Carrascal

Batalla socialista

Estamos sufriendo la última batalla de la guerra entre el «socialismo real», o comunismo, y la socialdemocracia

José María Carrascal
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Aunque se anuncia como una lucha de la izquierda contra la derecha, lo que estamos viendo, y sufriendo, en España es la última batalla de la guerra entre el «socialismo real», o comunismo, y la socialdemocracia. Una guerra que se inició en el momento mismo en que nació la última, de cuya crueldad ilustra que los comunistas llamaban a los socialdemócratas «lacayos del capitalismo» y los enviaban a campos de concentración, en el mejor de los casos. De entrada, ganaron los comunistas, sobre todo tras la triunfante revolución soviética, que les dio el control del mayor país europeo, casi un país continente, con un inmenso potencial en hombres, material y recursos naturales. Mientras, la socialdemocracia, un híbrido de Estado social y libre mercado, triunfaba en Europa occidental, con los países escandinavos como sus plazas fuertes, para extenderse luego a Centroeuropa y, por último, a los países mediterráneos.

El que Estados Unidos, con un capitalismo a pleno vapor y una democracia igualmente efectiva, encabezase ese bloque le dio la victoria final sobre un comunismo que mostró enorme debilidad en lo que presumía de su mayor fuerza: en elevar el nivel de vida de sus súbditos más que ciudadanos, ya que, en el mejor de los casos, repartía la riqueza, pero era incapaz de crearla, al menos en la cuantía que lo hacían el libre mercado y las democracias occidentales. Sin que la «Perestroika» de Gorbachov pudiese evitar el hundimiento del sistema, materializado en la caída del Muro berlinés.

Creímos que la batalla Este-Oeste, que en realidad era capitalismo-comunismo o democracia parlamentaria-democracia popular (como los comunistas llamaban a la suya, sin ser una cosa ni otra), se había acabado, pero no ha sido así. La gran crisis económica de 2007 ha trastocado todos los supuestos y, ante la incapacidad de solucionarlo, resurgen las fórmulas más periclitadas para salir del bache. En España especialmente, dada su desconexión con la historia de Europa durante los últimos siglos. Mientras en los países norteños y centroeuropeos la socialdemocracia resiste bien, en España, como en Grecia, Italia y Portugal, el comunismo mantiene un aura de liberador de pueblos e igualador de sociedades, añadiéndosele en el nuestro su fama de haber resistido al franquismo hasta la batalla final. Felipe González, aconsejado por los socialdemócratas alemanes, consiguió transformar el socialismo puro y duro de 1936 -el de Largo Caballero, que decía «la revolución burguesa de Azaña ha fracasado, hay que pasar a la revolución proletaria», que llevó al Frente Popular enfrentado al Frente Nacional-, consiguió, digo, enviar a Marx y Lenin a las bibliotecas y hacer del PSOE una socialdemocracia. Desgraciadamente, no ha durado mucho. La crisis económica, la corrupción y la poca práctica en democracia han minado el régimen de la Transición, con nuevos partidos que proclaman sin rodeos soluciones en la más pura línea marxista-leninista. Lo más grave es que se lo compran. Sobre todo los jóvenes. Claro que ellos no saben, como los polacos o húngaros, qué es el socialismo real. Mañana, en la Tercera de este periódico, intentaré explicárselo.

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