Atrapados

Lo único seguro, aparte de que nunca dirán la verdad, es que desean eludir la acción de la Justicia y recobrar el poder

José María Carrascal

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Tan mendaces son que hasta se mienten a sí mismos, como si no les bastase mentir a todos los demás, sus aliados incluidos. De ahí que no pueda fiarse uno de esas guerras intestinas en el independentismo, que pueden ser su última añagaza para escapar del callejón sin salida en el que se han metido. Lo único seguro, aparte de que nunca dirán la verdad, es que desean dos cosas incompatibles: eludir la acción de la Justicia y recobrar el poder en Cataluña. Pero para recobrar el poder, antes tendrán que saldar sus cuentas con la Justicia Y para saldar sus cuentas con la Justicia, antes tendrán que renunciar al poder, al menos aquellos que infringieron la Ley, que es su entera cúpula, a más de cuantos se beneficiaban de ello.

En esta tesitura, lo único que les queda es ganar tiempo y lanzar globos sonda, como esa presidencia bicéfala, una simbólica en Waterloo (¡mira que elegir ése paraje!) y otra real en Barcelona que lleve el gobierno diario, empezando por lo que más les interesa: el presupuesto. Listos que son estos chicos y chicas, a ver si la situación se alarga, las ofensas se olvidan y cae algún indultillo o remisión de pena que ponga a los implicados en la calle, como si nada hubiera pasado. Para empezar a planear el próximo asalto independe. Porque un independentista será siempre un independentista, no importa el tipo de independentismo que profese, el partido que milite y la clase social a la que pertenezca.

Pero tienen que andarse con cuidado porque, incluso en el improbable caso de que el Gobierno Rajoy, al que parece quemar en las manos gobernar Cataluña más de derecho que de hecho, y los demás partidos constitucionalistas, PSOE y Ciudadanos, que nunca fueron entusiastas de ello, estuvieran dispuestos, su suerte está hoy en manos de la Justicia, a la que importan poco las próximas elecciones y los votos que se puedan ganar o perder en ellas. Tienen que tener cuidado, digo, porque a la menor que vuelvan a las andadas, al más ligero intento de saltarse las leyes y sentencias judiciales, vuelven a la cárcel de cabeza, acompañados por los hoy impolutos que ocupan sus cargos. Ya sabemos que para todos ellos desobedecer la ley es un hábito inveterado, que buena parte de las nuevas generaciones catalanas han heredado en la escuela. Pero eso se ha acabado. Ahora no tienen que verse las caras con políticos españoles de luces tan cortas y tan poco respetuosos con las normas como ellos. Tienen que vérselas con los mismos jueces cuyas sentencias se han dado el gustazo de tirar al cesto de los papeles sin siquiera mirarlas y saben qué clase de individuos son y qué tretas, artimañas y mentiras gastan. Ni siquiera les sirven las medias verdades, otra de sus armas favoritas, ya que no puede haber media verdad, ni media presidencia, ni medio delito, como no se puede haber medio preñez.

Algo de lo que tendrían que tomar buena nota el resto de los políticos españoles.

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