CINE
Woody Allen y la muerte de las reglas del periodismo
En Estados Unidos nadie está interesado en escuchar su versión: lo último, la editorial que iba a publicar sus memorias, ha decidido echarse atrás
A estas alturas de la película el tema empieza a cansar. Pero conviene refrescarlo de vez en cuando, siempre mejor algunos días más tarde de que la noticia, sesgada, llega.
Hace algunas semanas la editorial Hachette Book Group anunció que no iba a publicar las memorias de Woody Allen (un libro que iba a llamarse ‘Apropos of Nothing’ ).
La razón, las quejas de sus trabajadores.
Seguramente un asesino en serie no tendría problemas en publicar sus memorias en esta editorial. Pero Woody Allen es a día de hoy para la opinión pública estadounidense (y cada vez más también para la del resto del mundo) peor que un asesino en serie.
Y no hay nada más que hablar. Nadie está interesado en escuchar la versión alternativa a la verdad establecida. Fue condenado por Oprah en su programa hace un par de años y eso pesa más en la opinión pública que la de los dos jueces que le absolvieron cuando fue denunciado. Pesa más que las opiniones de todos los que han trabajado y convivido con él en los últimos sesenta años. Pesa más que la de su hijo Moses, hermano de Dylan e hijo de Mia Farrow.
Lo más grave de todo es que, aunque Allen hubiera sido declarado culpable, la editorial estaría en su derecho de publicar la novela, de publicar la otra versión, la otra historia. Y, aún así, Allen, como cualquiera, merecería que su relato pudiera ser escuchado.
Pero no es así. Estamos en un mundo en el que cada vez se acepta menos la opinión contraria. En el que, periodísticamente hablando, no hace falta consultar fuentes. No hace falta conocer la opinión de la otra parte.
No solo no hace falta, sino que no está permitida.
Nos quedamos con la opinión que creemos correcta y punto y final. El resto, se censura: Amazon, Hachette Book Group y ya vermos quién más en el futuro.
Allen está juzgado, sentenciado y está pagando su condena.
