Los discursos más cortos de la historia de los Oscar

William Holden y Alfred Hitchcock honraron a la Academia con agradecimientos a la altura de las circunstancias

Cartel promocional de la película 'Traidor en el infierno'.

José Juan López

La clave para que una entrega de premios resulte amena para el espectador reside en el buen hacer del conductor de la misma y en la longitud de los discursos de los galardonados. Muchos son los que, transportados por la emoción del momento, aburren a los espectadores con agradecimientos que mejor podrían reservar para la privacidad o para la rueda de prensa posterior al evento.

La ceremonia de los Oscar era uno de los actos más esperados en Hollywood y uno de los programas más vistos en la televisión americana cada año. Sin embargo, en las últimas ediciones ha bajado la cantidad de telespectadores que la ven por diversos motivos. Entre ellos, la falta de originalidad de la gala y la nula capacidad de la mayoría de los actores para conectar con las personas que están viendo la televisión en el sofá de su casa.

Seguro que influye también el hecho de que los Oscar se hayan ‘goyatizado' en los últimos años, es decir, que han pasado de ser un espectáculo de entretenimiento a ser un espacio politizado en el que unos multimillonarios con vidas de lujo se permiten aconsejar a la población sobre temas sociales y políticos de actualidad. Esta politización le gusta a unos pocos, pero se sale del objetivo primordial de la gala: entretener.

Ante tan negro panorama, uno echa de menos agradecimientos más escuetos en la gala de los Oscar. Para darle las gracias a la Academia, a los productores y a los familiares ya está la rueda de prensa posterior a la gala. Para hacer el discurso típico que suele hacer Rafa Nadal cada vez que gana Roland Garros hay otro tipo de escenario.

Son actores. ¡Qué digo! Son los mejores actores del planeta y podrían actuar para entretener. Pero, dado que eso no ha sucedido demasiado a lo largo de la historia, cabe rescatar de la memoria los dos mejores discursos de agradecimiento jamás vivido en la entrega de los Oscar de Hollywood.

William Holden

William Holden ganó el Oscar a mejor actor por 'Stalag 17'.

El primer gran discurso de la historia fue el que dio William Holden tras recibir el Oscar a mejor actor principal por su papel en la genial ‘Traidor en el infierno’ (Stalag 17). Se trata del clásico de los clásicos del cine de campo de prisioneros. Un filme que fue dirigido y escrito (junto a Edwin Blum) por Billy Wilder en 1953 y en el que Holden daba vida a JJ Sefton, un personaje que no quería interpretar y que la Paramount le obligó a aceptar.

En su discurso tras ganar su único Oscar el actor se despachó con un par de simples “Thank you”. Hay que decir que Holden tenía preparado un discurso más extenso (que dio tras la gala), pero la televisión empezaba a tener fuerza en aquellos años cincuenta y, tras una ceremonia demasiado larga, la emisión debía cortarse pronto y la Academia todavía debía premiar a la mejor película, ‘De aquí a la eternidad’.

El parlamento de William Holden era difícil de superar, pero no de igualar, ya que el genio del suspense, Alfred Hitchcock, tenía algo que decir al respecto. El gran director británico nunca fue galardonado por una de sus películas en los Oscar (algo inexplicable), pero sí fue reconocido por el premio Irving G. Thalberg Memorial en honor a su carrera en 1968.

Alfred Hitchcock

Alfred Hitchcok, recibiendo el Irving G. Thalberg Memorial.

Hitchcock, como hacía con sus películas, sorprendió a todos con un discurso de agradecimiento que nadie esperaba y que muchos espectadores disfrutaron desde el sofá de sus casas. Igualó a Holden con un emotivo ‘Thank You’ que hizo las delicias de los espectadores que acudieron a la gala.

Lógicamente, tras esta magistral actuación del genio del suspense, sólo el silencio podía pasar por encima de tales palabras. Pero no pudo ser así. Tres años después, en 1971, John Mills, tras dar vida a un personaje mudo en ‘La hija de Ryan’, recibió el Oscar al mejor actor secundario. Para honrar a su personaje, Mills pensó en agradecer su premio con una simple sonrisa, pero acabó dirigiendo algunas palabras al público. Una pena.

En los últimos tiempos, todo ha ido a peor. Sin embargo, algunos, mientras vemos la ceremonia, nos contentamos con recordar aquellos años en los que un simple ‘gracias’ sustituía a discursos emocionales o artificiales que poco aportan a la historia de unos premios que, más allá de los agradecimientos, han marcado, marcan y marcarán la historia del séptimo arte.

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