DÍA MUNDIAL DE LA EDUCACIÓN AMBIENTAL

Álvaro de Torres: «El reto es lograr cambios inteligentes antes de que nos veamos avocados a vivir terremotos ambientales»

Este biólogo, docente e investigador es el nuevo director del Centro Nacional de Educación Ambiental

Álvaro de Torres: «El reto es lograr cambios inteligentes antes de que nos veamos avocados a vivir terremotos ambientales» CENEAM

Charo Barroso

Hace tan sólo tres meses que Álvaro de Torres era nombrado director del CENEAM , uno de los grandes centros de referencia de Educación Ambiental de nuestro país, ubicado en el municipio segoviano de Valsaín, perteneciente al Organismo Autónomo Parques Nacionales del Ministerio para la Transición Ecológica. Este biólogo, docente e investigador apasionado del medio ambiente nos desvela las claves de una asignatura fundamental para el planeta: la educación ambiental.

¿Cuál ha sido la evolución de la educación ambiental en España?

El gran cambio en la educación ambiental se dio a partir de los años 80. Fue en este periodo cuando se empezó a considerar que la educación ambiental tenía entidad por sí misma y que era necesaria. Empezamos a plantearnos integrarla como parte de la educación formal y al mismo tiempo se diseñaron actuaciones fuera del entorno escolar. El primer campamento infantil al que tuve la suerte de asistir, allá por la década de los 80, se llamaba «aulas ambientales», era el periodo de emergencia de la educación ambiental para todos los públicos.

Y a partir de ahí…

Un punto crucial e intermedio entre los orígenes de la moderna educación ambiental y el momento actual es la edición del Libro Blanco de la Educación Ambiental. Allá por el año 1999, esta imprescindible publicación del Ministerio de Medio Ambiente, en la que participó el CENEAM y el Organismo Autónomo Parques Nacionales, ofreció una radiografía de la implantación de este tipo de educación, propuso líneas de acción a futuro, e identificó a los actores principales. Fue un referente para muchos.

¿Cómo estamos a día de hoy?

Después de atravesar los momentos más duros de la crisis económica que han ralentizado en gran medida el desarrollo de la educación ambiental, se abre un nuevo periodo que requiere de una evaluación de logros, objetivos y propuestas. Necesitamos reflexionar. Tenemos ante nosotros nuevos retos, nuevas tecnologías, nuevos actores, nuevas generaciones y es imprescindible reformular conceptos. En estos momentos varios expertos, incluidos varios del CENEAM, coordinados por la Red Española para el Desarrollo Sostenible están realizando una diagnosis del estado de la educación ambiental en España.

¿Qué habría que reformular?

El próximo reto es la revisión del Libro Blanco de la Educación Ambiental para actualizarlo después de 20 años y aportar propuestas de acción acordes con el panorama actual. Nuestra intención desde el CENEAM es colaborar lo más activamente posible en esta revisión que pondrá las bases del trabajo en un futuro a medio plazo.

En todo este camino desde los años 80, ¿qué se ha ido consiguiendo?

Lo más importante es haber podido generar una «conciencia ambiental» que ha calado en mayor o menor medida en todos los sectores de la sociedad. Hemos vuelto a ser conscientes de la dependencia que tiene el ser humano de su entorno, de su medio, del lugar que le da cobijo y lo alimenta. Este conocimiento tan básico se había perdido y es muy difícil recuperarlo más en una sociedad industrial y de consumo como la nuestra. Resulta complicado medir el impacto personal sobre el medio, pero es más sencillo medirlo a una escala grupal, de pueblo, de ciudad, de país... y todos estos datos han sido trasmitidos y explicados mediante procesos de educación ambiental que nos han vuelto a abrir los ojos.

¿Realmente hemos abierto los ojos?

Ahora somos más conscientes de que nuestros hábitos de consumo pueden degradar ecosistemas, que nuestros coches pueden contaminar seriamente el aire de nuestras ciudades, que el uso masivo del plástico ha contaminado océanos... Se ha recuperado, en cierta manera, un conocimiento ancestral: si no cuidas tu territorio (que para nosotros ahora es el planeta entero) lo pasarás mal, a lo mejor tú te salvas, pero no las futuras generaciones. La asunción de esta realidad, avalada por miles de científicos y trasmitida por los educadores en los últimos 30 años es el resultado más valioso obtenido por la educación ambiental.

¿Cuál es el desierto que todavía tiene que cruzar la educación ambiental? ¿Qué queda por hacer?

Nos queda mucho y siempre quedará mucho por hacer. La forma de relacionarnos con nuestro entorno, con nuestro planeta, irá cambiando con el tiempo y el mensaje educativo deberá adaptarse a las nuevas realidades. Debemos ser conscientes de que, con todo el esfuerzo realizado hasta la fecha en procesos educativos, no se han podido revertir las tendencias que ponen en riesgo el funcionamiento de nuestro planeta tal y como lo conocemos: pérdida de biodiversidad, subida de las temperaturas, degradación de ecosistemas...

Hay que seguir explicando los problemas, esto es clave y creo que ya mucha gente conoce el riesgo que afrontamos ante estos problemas globales, pero a lo mejor debemos centrarnos más en las soluciones colectivas e individuales. El reto es conseguir cambios inteligentes antes de que nos veamos avocados irremediablemente a vivir «terremotos ambientales». Anticiparnos y así contribuir a que los problemas no vayan a más.

Sala de educación ambiental CENEAM

Educación ambiental para problemas globales…

Sí. Desde Naciones Unidas se nos ofrece trabajar sobre los grandes retos planetarios, los Objetivos de Desarrollo Sostenible. Casi todos ellos incorporan de forma principal o secundaria una componente ambiental. Tomar como referencia estos objetivos puede ser un buen enfoque para la educación ambiental, un guión a medio plazo, una guía en los próximos años.

Podríamos hablar de una educación para la sostenibilidad teniendo en cuenta además que estos objetivos son comunes a todo el planeta que es como debemos considerar la problemática ambiental hoy en día: globalmente. Hay que aspirar a poner en práctica la ya consabida premisa: Pensar globalmente, actuar localmente.

Una actuación donde el papel de las nuevas generaciones es clave… ¿hay diferencias con respecto a la concienciación ambiental que teníamos antes?

Definitivamente sí. Mis hijos están creciendo con siete recipientes para residuos diferentes en casa, contando el de las pilas y el de los aparatos eléctricos, y no porque sus padres sean unos locos del reciclaje, sino por que el ayuntamiento nos facilita la recogida selectiva de basuras. Los recién licenciados en arquitectura o los nuevos ingenieros saben que en determinadas actuaciones es necesario un estudio de impacto ambiental que minimice la afección de los proyectos en el medio.

Dentro de unos años, las nuevas generaciones, verán con absoluta normalidad que el tráfico de las grandes ciudades este restringido para que el aire urbano sea más respirable. Los vehículos eléctricos serán lo habitual. Creo que la conciencia ambiental de niños y jóvenes es más amplia que la que teníamos en el siglo pasado, porque normalizan aspectos que para nosotros eran impensables en nuestra infancia. Pero ojo, no hay que dormirse, lo deseable es que dentro de unos años lo que se hace hoy en día se considere totalmente insuficiente desde el punto de vista ambiental y se sigan escalando peldaños. Esto nos dará la medida de la concienciación ambiental de la sociedad futura.

Esa conciencia ambiental de la que habla ¿está realmente interiorizada?

Más que interiorizada lo que podríamos decir es que está presente en muchos ámbitos de nuestra vida tanto académicos como no académicos. Vamos teniendo interiorizado el «componente ambiental» en muchos aspectos: en el consumo, en la universidad, en el trabajo, en las vacaciones… Antes la educación ambiental la recibíamos de emisores muy concretos, hoy en día hay múltiples interlocutores que nos educan o tratan de educarnos y además usando variadísimos medios de comunicación. El problema es discernir sobre la calidad de esta educación, hasta dónde es educación y hasta donde mensajes interesados.

Para ser realmente conscientes de los problemas ¿Hay que sacar la educación ambiental fuera del aula?

Resulta fundamental. El contacto directo con el entorno, el llegar a percibir la complejidad y belleza de un paisaje, y el comprender sobre el terreno las amenazas a las que se exponen nuestros ecosistemas es imprescindible. La experiencia exclusiva y personal en el entorno, en el campo, genera emoción y la emoción es el mejor combustible para generar conductas.

En las aulas, en nuestras casas o en el trabajo nos ofrecen una información que si la procesamos correctamente nos permite adquirir la creencia de que tenemos que desarrollar una conducta ambiental responsable. Cuando salimos al campo y nos explican lo mismo in situ comprendemos el mensaje en su totalidad. El conocimiento se hace emocional. Sospecho que precisamente perdimos nuestra primitiva conciencia ambiental por aislarnos del entorno, lo convertimos en algo ajeno a nosotros… hay que salir al campo, sin duda.

En las aulas, ¿falta formación del profesorado en educación ambiental?

Tanto en el ámbito escolar como universitario los profesores están mucho más formados en temática medioambiental que hace un par de décadas. Por dos razones: Por el esfuerzo realizado por administraciones y entidades educativas en formar a sus profesores en una temática cada vez más demandada, y por el empuje de una sociedad (que incluye a la comunidad de docentes) que poco a poco ha ido interiorizando conceptos ambientales y que necesita conocer y saber cómo actuar sobre la «problemática ambiental» tanto desde un punto de vista personal como social. Tampoco hay que olvidar el empuje personal de algunos profesores que con ilusión y fe han hecho posible integrar lo ambiental en la educación.

¿Dónde habría que poner el acento?

De cara al futuro la formación del profesorado en este ámbito, deberá girar en torno a impulsar dinámicas participativas en las que desde la interdisciplinaridad se invite a la reflexión del alumnado y a la búsqueda de acciones de respuesta adaptadas a las posibilidades de los alumnos. Es fundamental el conocimiento de los problemas globales, de las soluciones a nuestro alcance y de fomentar un espíritu «ambientalmente» crítico. Si además consiguen que los alumnos hagan suyos los retos mejor.

Álvaro de Torres a las puertas del Centro Nacional de Educación Ambiental CENEAM

Y en toda esta labor educativa hay un centro de referencia… El CENEAM

El CENEAM tiene una gran vocación de servicio público, de trato directo con las personas. Esto es patente tan solo ofreciendo algunas cifras: el año pasado unas 5.200 personas pernoctaron en nuestras instalaciones para poder desarrollar actividades formativas y educativas. La página web recibió un millón de visitas y se contestaron alrededor de 8.500 consultas. También es importante destacar que se prestaron 193 exposiciones, y que más de mil expertos se reunieron en 21 grupos de trabajo.

¿Cuáles son sus principales objetivos?

Pretendemos, y creo sinceramente que lo conseguimos, ofrecer un servicio de referencia en formación, educación y documentación ambiental. Para ello, existe un área de formación en la que se organizan y coordinan cursos de formación para profesionales en materia de medio ambiente. Otra área es la de educación que desarrolla una programación de educación ambiental con colegios e institutos, a la vez que coordina una programación anual de seminarios que reúne expertos en temáticas concretas como cambio climático, interpretación del patrimonio, derecho ambiental, protección del medio marino…

Por último, y no por ello menos importante, contamos con un área de documentación y comunicación que gestiona una biblioteca temática, una fototeca, una videoteca, además de encargarse de la difusión de información ambiental por diversas vías.

¿Qué significa estar al frente de un organismo como este?

Un gran reto, una gran responsabilidad y mucho trabajo. Conozco el CENEAM desde hace muchos años, he sido usuario de su programa educativo de chaval, del de Formación en mi época universitaria y luego más tarde he colaborado como coordinador formativo ya como funcionario del Organismo Autónomo Parques Nacionales.

Así es comprensible que personalmente este ilusionado de trabajar aquí y que profesionalmente lo considere un privilegio. Formar parte de este centro que, funciona gracias a un gran equipo humano y técnico, y que ha sido y es referencia en educación ambiental, es una suerte.

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