Pablo Sanjuanbenito en el Hueco de San Blas, con el collado de la Ventana al fondo, en un día fresco, a primeros de septiembre
Pablo Sanjuanbenito en el Hueco de San Blas, con el collado de la Ventana al fondo, en un día fresco, a primeros de septiembre - DE SAN BERNARDO

Pablo Sanjuanbenito: «El hombre debería estar en el inventario de Guadarrama»

Asiduo de Miraflores de la Sierra, donde ha vivido 20 años, no podía imaginar que sería director del Parque de Guadarrama cuando decidió ser ingeniero de Montes

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Por la pista que lleva desde Miraflores de la Sierra al Hueco de San Blas, Pablo Sanjuanbenito ha transitado muchas veces en bicicleta de montaña, una de sus aficiones, junto con la naturaleza. «No tienen mucha pendiente, pero la subida es larga y dura». Ahora tiene aparcada la bici y recorre este camino empujando un carrito de bebé «todoterreno», en el que lleva al benjamín de la familia, de 5 meses, que, junto con sus hermanos de 5 y 3 años, ya transita por aquí antes de andar, siguiendo la tradición familiar. Al pequeño, explica, le encanta mirar cómo se mueven las hojas de los árboles, como si se tratara de un móvil natural, mucho más interesante que los de juguete, porque no es predecible.

Eso atrae y estimula al pequeño cerebro en desarrollo de los niños.

«Mi abuelo ya veraneaba en Miraflores hace un siglo», explica el codirector del Parque Nacional de la Sierra de Guadarrama. Por eso ha escogido este lugar, cercano a Miraflores de la Sierra, un pueblo serrano que guarda entrañables recuerdos y donde Pablo ha vivido durante veinte años. «El hueco de San Blas, como no es accesible en coche, está poco frecuentado por la gente, pero es uno de los lugares más bonitos del parque, aunque todavía me queda mucho por descubrir. En el parque todo es bonito y tiene unos valores naturales extraordinarios».

Nada más cruzar la tapia que da acceso a este paraje, y delimita el inicio del territorio del Parque, se divisa una buena panorámica del Hueco. Las nubes se pegan a las cumbres, en un día fresco de principios de septiembre. Lo primero que se advierte es el olor, limpio y fresco, por la lluvia caída durante la noche. «No creas que todos los sitios huelen igual, estuve aquí hace tiempo con un ingeniero de Cantabria, que me comentaba que esto olía especialmente bien».

Al disfrute de la vista y del olfato se une otro sentido: el oído. De fondo, los cencerros de las vacas: «Son las que siegan a diente los pastizales de montaña, que también hay que conservar porque son muy valiosos». Por eso el ganado es una pieza clave del paisaje y del parque, modelado en gran parte por el hombre, explica Sanjuanbenito. «El ganadero es amigo mío de la infancia», añade.

A los cencerros les da la réplica un macho de cabra montés. «En este lugar se reintrodujeron a finales de los ochenta 30 o 40 ejemplares, porque se habían extinguido, pero nunca se controló la población, por ser Parque Regional de la Cuenca Alta del Manzanares, y la población se ha disparado. Se comen todo y están haciendo daño a especies de flora amenazada». Además, continúa, con tantos ejemplares no hay que descartar un brote de sarna, una enfermedad que les genera gran sufrimiento. Se produce cuando no tienen suficiente alimento, y si están débiles, puede contagiarlas una población doméstica». Ahora hay unas 4.500, muchas más de las que el Parque puede soportar, que serían menos de la mitad, explica Sanjuanbenito. Algunas se están derivado a otros espacios naturales como la sierra de Sonsaz, y «un contingente importante al parque nacional de los Pirineos franceses, para sustituir al bucardo que ha desaparecido y es una variedad de la cabra montés. Esperemos que hagan el control desde el principio y no les pase como aquí».

Contemplado este paisaje, Pablo explica que «ser el director del Parque Nacional de la Sierra de Guadarrama, que empieza aquí, al lado de mi pueblo, es algo idílico para mí. Supera todos mis sueños». Aunque aclara que «es un trabajo duro y complicado, con muchas reuniones, muchas negociaciones...» No hay que olvidar que el parque pertenece a dos comunidades, con intereses diferentes, aclara. Pero las relaciones con la codirectora de la vertiente segoviana, Patricia Riquelme, «son muy buenas». Somos dos codirectores, pero podríamos ser más por el trabajo que esto supone.

Pablo Sanjuanbenito es ingeniero de Montes, una profesión que se gestó también aquí, en Miraflores: «El director del Parque Regional de la Cuenca Alta del Manzanares, José Manuel Nicolás, era familiar de mi padre, y tomando un aperitivo juntos, en los inicios del parque, allá por los 80, contó a mi padre cómo era su trabajo. Al regreso a Madrid, mi padre comentó que le hubiera gustado ser ingeniero de Montes. Y yo, con 12 o 13 años, me interesé también por esa profesión.».

Honradez y coherencia son para el director de Guadarrama dos requisitos fundamentales para dirigir el Parque. También mano izquierda y saber escuchar: «Aquí hay gente que sabe mucho, de la que puedes aprender. Desde guadarramistas a periodistas o profesores universitarios, pasando por ganaderos o incluso cazadores. Hay que tener los oídos bien abiertos y la humildad de saber escuchar sin creer que ya te lo sabes todo. Con eso y las espaldas anchas, para resistir las críticas...», bromea.

Resalta también la importancia de tener un buen equipo: «Lo tenemos, en parte heredado del Parque de Peñalara, con un buen equipo científico y centros de visitantes bien dotados, y un equipo de mantenimiento nuevo que está dando resultados estupendos, y gente muy comprometida».

Escuchar a la naturaleza

Saber escuchar a la naturaleza es también fundamental: «Hay que estar muy atentos a lo que nos dice la naturaleza y favorecer las dinámicas que se están produciendo espontáneamente, y no tirar solo de lo que te han enseñado. Esto exige una gestión muy pormenorizada». Pese al trabajo, confiesa que no le importaría jubilarse como director de este parque, que para entonces espera que haya cambiado en muchos sentidos: «Me gustaría que fuera un destino de turismo de naturaleza de primer orden, como otros parques nacionales. Está al lado de Madrid, pero vienen pocos turistas al año a conocerlo. En dos años desde su creación han venido unos 5.000 visitantes al año. Y eso es muy poco. Se hará una gestión más sostenible y se generarán empleos. La visita será diferente, ya no será tanto como usuarios, sino para conocer el parque», explica.

La conversación -de la que se quedan muchas cosas en el tintero-, la contemplación del paisaje, los sonidos y el olor hacen que el tiempo vuele. De regreso, ya en los pinares de Aguirre, Pablo recuerda que por aquí, de pequeño, recogía con su padre leña para todo el año, en las zonas que cada vecino tenía asignadas. Y es que entre las especies inventariadas en este Parque «yo siempre digo que debería constar también la nuestra», bromea su director.

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