Pablo Villegas
Pablo Villegas - RAFAEL LAFUENTE

Pablo Villegas: «Me gusta sentir la magia de la naturaleza»

El reconocido guitarrista riojano asegura que en la naturaleza se encuentra en su elemento y le sirve de inspiración

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Siempre que vuelve a La Rioja, Pablo Villegas, guitarrista de fama internacional afincado en Nueva York, visita este rincón. Nacido en Logroño en 1977, se considera embajador de esta tierra, donde tiene sus raíces y «su nido». Y en particular, le cautiva el entorno del monasterio de Suso. «Aunque esté aquí solo un fin de semana, siempre intento venir a este rincón de paz. Entiendes por qué en el siglo V unos ermitaños decidieron excavar en las rocas el primer monasterio. Hay una energía muy especial. Es un sitio mágico. Está al final de una carretera, y para mí los finales de camino tienen un significado singular. Aquí se cierra el valle totalmente y al levantar la vista ves el monte de San Lorenzo, una especie de coliseo natural que te rodea y te provoca un sentimiento de protección», explica.

Siempre ha tenido una profunda atracción por la naturaleza, y en particular por la montaña. «Como músico y como ser humano encuentro en ella mi verdad, que luego transmito». No menos profunda es su atracción por la música. A los 6 años vio en la televisión, aún en blanco y negro, a Andrés Segovia y dijo a sus padres que quería tocar la guitarra. «Me compraron una del mismo tamaño que la que tengo ahora. Para mí entonces era tan grande como un contrabajo. Mi mano izquierda es dos centímetros más grande que la derecha, por estirarla sobre los trastes para colocar los dedos en la posición adecuada. En todos mis recuerdos hay una guitarra. Fue un proceso muy natural. A los 7 años subí por primera vez a un escenario».

Ahora no para de viajar por todo el mundo con este instrumento típicamente español, como embajador de nuestra cultura, ofreciendo conciertos en el Carnegie Hall en Nueva York, la Philharmonie en Berlín, Chaikovsky Concert Hall en Moscú o el Musikverein en Viena. El éxito de sus actuaciones se traduce en repetidas invitaciones de los más prestigiosos directores de orquestas y festivales. Uno de los muchos estrenos mundiales que ha interpretado es el de la primera obra escrita para guitarra de John Williams, compositor de bandas sonoras y ganador de cinco Oscar.

Ha sido galardonado con más de treinta premios internacionales entre los que destacan el Andrés Segovia, el Francisco Tárrega o el Christopher Parkening, además del «Galardón a las Artes Riojanas» y el Premio «Ojo Crítico» de Radio Nacional de España, que por primera vez se ha concedido a un guitarrista.

A pesar de haber recorrido medio mundo, desde la lejanía añora su Rioja, «que tiene un poco de todo, una variedad de paisajes muy bonita y equilibrada: los viñedos, la huerta en el valle del Ebro y la montaña, con la austeridad que en cierta manera imprime, junto con el clima frío, a quienes viven aquí. En las grandes ciudades, el contacto con la naturaleza es lo que más echo de menos y más necesito».

Si las interpretaciones de Pablo a la guitarra cautivan a todo el que las oye por su «sonido cálido, bello y redondeado» y su «conmovedora interpretación», como muy bien resumía «The New York Times», su palabra no se queda atrás, al menos cuando habla de sus raíces y de su tierra, en particular de este rincón de San Millán, el sitio de su recreo, «donde se mezclan los pinos con las hayas. Una obra de arte natural».

El monasterio de Suso se le antoja mágico y protector

«La naturaleza siempre me ha atraído. Cuando te sientes cercano a algo, sin ser un experto, tienes un conocimiento básico del medio, aquí están mis raíces y las de mis abuelos, que son gente de campo, de la tierra. Aquí está mi ADN como ser humano y hace que me sienta muy orgulloso de esas raíces que se remontan a mis bisabuelos. Si me vieran viajando por todo el mundo, o en Nueva York, donde vivo, no se lo podrían creer. Mis ancestros conectan con la naturaleza y el campo. Para mis antepasados la tierra era la fuente de vida, de la que se alimentaban. Como un artista que trabaja el barro, las manos de mis abuelos, manos nobles, trabajaban ese otro barro que es la tierra de cultivo. Eso sigue vivo dentro de mí, es la semilla que dejan los antepasados».

Olores y recuerdos

Además de los recuerdos, todos los sentidos de este guitarrista se despiertan cuando vuelve a su tierra, en especial el olfato, tan relacionado con la memoria, como él mismo explica: «Cuando vuelvo hay un olor noble a tierra, a los cantos rodados de las viñas, la frescura del monte mojado, que de repente despierta todos los aromas que tiene escondido el campo. Es una inspiración de vida, de olores y permite respirar la nobleza de una tierra que ha sido labrada y en el caso de La Rioja ofrece el desarrollo de una expresión cultural a través de la cual se trasmiten sus valores».

«Como músico, mi misión es inspirar a las personas, lograr que después de cada concierto se sientan bien». Quienes aún no le hayan oído y quieran comprobarlo en directo, el próximo 1 de julio tienen una oportunidad de verle sobre el escenario en el Festival Internacional de Guitarra de Córdoba, donde estrenará una obra de encargo para guitarra y orquesta del afamado Sergio Assad, el «Concierto Popular do Río».

«La guitarra es uno de los pocos instrumentos que se vincula con una cultura y un país, el nuestro. Y en cierta manera el Festival me da la oportunidad de regresar a casa y celebrar nuestro instrumento y los valores de nuestra cultura. Yo me considero embajador cultural de España y La Rioja». Y si algo caracteriza a La Rioja, es el vino. Y Pablo es también embajador Cultural de la Fundación Vivanco y su Museo, ubicado en Briones y destacado por la Unesco como el mejor de su clase.

Sinfonía de sensaciones

La tierra era el medio de vida de mis antepasados. Lo llevo en los genes

De «sinfonía de sensaciones» califica lo que experimentó mientras posaba para la foto, una «experiencia sensorial mágica». La banda sonora la ponía el cuco, que contribuía a ese ambiente con su canto, «que siempre suena lejano, saliendo de algún lugar indefinido del bosque». Tal vez por eso, el único momento en que no llovió ese día fue mientras Rafael, el fotógrafo, hacía su trabajo. Cuando vieron el campo de trigo, explica Pablo, supieron que era el lugar en el que había que hacer la foto. «Por esa mezcla en perfecta armonía del trabajo del hombre en la tierra y el trabajo de Dios en el monte silvestre. Íbamos buscando la foto perfecta y creo que la encontramos. Queríamos transmitir ese momento mágico».

Esa misma magia la encuentra en la música. «Hay que escuchar y abrir los sentidos, conectarte con algo interior, la parte más preciada, la más sensible. Como músico trabajo con magia. La música no es tangible, pero la sentimos. Es el lenguaje de las emociones. Y eso para mí es mágico».

Una magia que quiere utilizar, como en la fábula del flautista de Hamelin, para «arrastrar» a niños y jóvenes de bajos recursos a salir de esa situación, con su proyecto «El legado de la música sin fronteras». Fronteras que rompe con su próximo CD, «Americano», en el que recorre distintos países y culturas, desde Tierra de Fuego a Alaska, lugares donde la magia de su guitarra se une a la de la naturaleza en estado salvaje.

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