Lalique, en el reino del cristal y la velocidad

Sus joyas han sido lucidas por toda la aristocracia europea o por figuras de la escena como Sarah Bernhardt. Y sus diseños encierran en bellos frascos las esencias de famosos perfumistas como D'Orsay, Forvil, Rogeret o Gallet. Y centra en el vidrio su fuerza creativa llevándolo a todos los campos incluido el del automóvil

Águila de cristal sobre el radiador de un Du Pont

Santiago de Garnica Cortezo

París. En el bar del Ritz Scott Fitzgerald y un desconocido Ernest Hemingway comparten horas; por las calles Woolie Donahue, heredero de la fortuna Woolworth, pasea un puma de la correa; y en Maxims los hombres más poderosos y sus bellas mujeres con los cuerpos vestidos por Cocó Chanel (ya saben, «nunca hay un hombre demasiado rico ni una mujer demasiado delgada…») cenan mientras sus «chauffeurs» esperan al volante de enormes automóviles sobre cuyos radiadores aparecen originales esculturas realizadas por las propias marcas o por encargos personales de los propietarios representando así su personalidad, ideología o estatus social. Los más pudientes las encargan a escultores de prestigio para tener así un diseño único .

Las más bellas se sitúan en el periodo entre 1910 y 1930. Ejemplos tenemos en las creadas por Victor Rossi, una serie de suntuosas féminas muy Art Nouveau, o más en el estilo Art Déco las de Frédérick Bazin (autor de la famosa cigüeña de los Hispano Suiza) o las de Casimir Brau. Pero hay unas muy especiales, son en vidrio y llevan la firma de Lalique.

René Lalique, fotografiado por Henry Manuel

René Lalique goza de un enorme prestigio. Sus joyas han sido lucidas por toda la aristocracia europea o por figuras de la escena como Sarah Bernhardt. Y sus diseños encierran en bellos frascos las esencias de famosos perfumistas como D'Orsay, Forvil, Rogeret o Gallet. Aquel niño nacido en 1860 en un pequeño pueblo de la Champagne y que llegó a Paris con su familia en busca de nuevos horizontes, que había estudiado en la Escuela Turgot de la mano del escultor Justin-Marie Lequien, ahora es sinónimo de lo exquisito, de la sofisticación y del Art Decó. Y centra en el vidrio su fuerza creativa llevándolo a todos los campos incluido el del automóvil.

En realidad su relación con el automóvil viene de años atrás cuando el conde Vincenzo Florio le encarga el trofeo para el ganador de la primera edición de la Targa Florio. Lalique creó una obra que cualquiera se sentiría orgulloso de ganar, capturó la imagen del conductor y su acompañante a toda velocidad por una carretera bordeada de flores y pájaros en vuelo. A este trofeo le acompañarán las medallas de oro, plata y bronce para los tres primeros clasificados en la famosa carrera que recorría las carreteras de los sicilianos Montes Madonia.

Grand Libelulle

El segundo contacto directo con el automóvil llega en los años 20. Es el momento de la eclosión de las mascotas de automóvil En pleno Art Decó Lalique tiene una idea diferente, eleva el diseño de vidrio artístico por encima del patrón metálico. En 1925 André Citroën ha alquilado la Torre Eiffel y la ilumina con millones de bombillas. En la noche parisina, el doble emblema del chevron y el nombre de «Citroen» se convierten en un espectáculo visto por millones de personas. Es en ese periodo cuando lanza un nuevo modelo, el 5 CV y contacta con Lalique, uno de los protagonistas de la Exposición Internationale des Arts Décoratifs et Modernes Industriales en París de la que André Citroen es el principal patrocinador. El genial constructor le encarga una mascota de vidrio para adornar el tapón del radiador del nuevo modelo. el artista se ponen de acuerdo y nace así la escultura «Cinq Chevaux»

El éxito es inmediato: fabricantes y propietarios quieren también las creaciones de Lalique en sus automóviles. Durante los siguientes siete años el joyero y vidriero francés crea un total de 27 mascotas simbolizando la energía, la velocidad, el movimiento, la sensualidad, sublimando las formas humanas y animales. A este número hay que añadir dos más, Sirène y Naïade, nacidas originalmente en 1920 como adornos pisapapeles y reconvertidas posteriormente en mascota de radiador.

Levrier

Con un acabado transparente, mate o satinado, algunas fueron teñidas en amatista y rosa. La mayoría de las mascotas llevan la firma «R. Lalique» moldeada en relieve o bien grabada en hueco con chorro de arena en un diseño curvo. En ocasiones la 'L' de «Lalique» cuenta con un broche de oro en la parte superior, lo que hace que se asemeje a una «S.»

Algunas contaran con iluminación para llamar aún más la atención en la noche, gracias a una pequeña bombilla en la base conectada al sistema eléctrico del automóvil. Y aún se potenció más los efectos de esta iluminación incorporando una serie de filtros entre la escultura en si y la base, creando efectos de color rojo, azul, verde, ámbar o malva según los casos.

Las mascotas estaban fabricadas en vidrio de altísima calidad, para poder resistir las vibraciones de los motores, el impacto del viento y el polvo de las carreteras de la época. Tenían un corte en la base para acoplarse a un anillo que giraba sobre el soporte del radiador. Para evitar daños en el contacto del vidrio con el metal se intercalaba una arandela de goma pero esta tenía una vida efímera. En realidad las vibraciones las hacían sufrir bastante y son pocas las mascotas originales de Lalique de este periodo que han sobrevivido hasta nuestros días y aún menos las que lo han hecho en buenas condiciones, mientras que falsificaciones, provenientes en bastantes casos de la antigua Checoslovaquia, intentan encandilar a más de un coleccionista poco experto.

Victoire, el espíritu del viento

Las mascotas de Lalique adornaron los interminables capós de los Bentley, Lagonda, Bugatti, Hispano-Suiza, Isotta Fraschini, Napier, Invicta, Voisin, Delage, Delahaye, Cord, Duesenberg, Mercedes-Benz y otras marcas de la aristocracia del automóvil de la época, pero hoy día se desconocen las cifras reales de producción lo que da origen a no pocas discusiones entre los especialistas.

En lo que no hay discusión es en considerar como la más importante y famosa de estas a «Victoire» (el Espíritu del Viento) aparecida por vez primera en el capó de un Minerva en el Salón del Automóvil de Paris de 1928, una figura que personifica de forma sublime el estilo de la época del Art Decó

Y la reina de la noche, por su diseño y los efectos y sensaciones que trasmite su iluminación, es sin duda la Grand Libelulle: sus detalladas alas extendidas amplían el resplandor de la luz .

Solamente una fue realizada en dos versiones, la cabeza de caballo Longchamp, y hay una tercera cabeza bautizada como Epsom que representa a un caballo en los trancos finales alargando el cuello para entrar en la meta como ganador.

Vitesse

Igualmente valioso por su presentación exótica de la forma femenina son las dos mascotas de desnudos, Vitesse (velocidad) y Chrysis (desnudo arrodillado). A causa de la complejidad en el diseño y en su producción, mascotas, tales como Hibou (El Búho), Pintade (Gallina de Guinea), Epsom (Cabeza de Caballo), Comète (Cometa), Tête de Paon (Cabeza de Pavo Real) y Tête de Bélier (Cabeza de Carnero) se produjeron en menor número. En el lado opuesto nos encontramos con Faucon (Halcón), Sanglier (Jabalí), Coq Nain (El Gallo Enano) y Tête D'Aigle (Cabeza de Águila), que fueron más comunes. Esta última fue la favorita de muchos oficiales del ejército alemán para colocarla en sus coches, lo que la reportó una cierta mala fama.

Los diseños más fáciles para la fabricación fueron las tres obras llamadas «roundaliers»: Tireur d'Arc (arquero), Levrier (El Galgo) y Saint Christophe (San Cristóbal). Finalmente Le Renard (El zorro) es la más rara de todas las mascotas de Lalique: a ctualmente solo se han localizado siete en todo el mundo.  

Pieza para el Duque de Kent, 1929

Y una pieza que no se comercializaría y por tanto fue un ejemplar único es el Greyhound, encargada por el rey Eduardo VIII, entonces Príncipe de Gales.

Corre el galgo real sobre el largo capo, corta el aire el cristal de Lalique.

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