Madrid vacío y Madrid en ebullición durante las fiestas de La Paloma
Madrid vacío y Madrid en ebullición durante las fiestas de La Paloma - abc

Madrid en entremés

La capital respira descongestionada en agosto, con picos de bullicio castizo por la festividad de La Paloma

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Agosto es el mes que reconcilia a los madrileños con su ciudad. La estampida de veraneantes hacia la costa y/o el pueblo permite a Madrid mostrarse Madrid al que se queda. Y son multitud quienes «descansan», año a año, en el desierto dulce de la villa desahogada que respira días de temperaturas templadas, con la máxima ayer en 25 grados. Sin coches, sin humos ni bocinas. Sin rumbo fijo en la búsqueda, en otros meses frustrante, de un sitio en la terraza para disfrutar de los atardeceres más alegres del año. Entre verbenas populares o, simplemente, miradas veraniegas sin reloj.

Madrid, en este fin de semana de la festividad de la Asunción de la Virgen, ofrece su mejor función.

Estos días, la obra en el gran escenario de la capital adquiere una versión de contrastes. Para feliz desahogo de los que siguen con su actividad diaria, los semáforos parecen siempre en verde, las líneas azules y verdes vacías invitan a aparcar –en jornada reducida de pago– y las arterias principales liberadas del tráfico rodado para que los peatones, turistas de fuera y naturales de la villa, inmortalicen su paso por allí. Hay que agradecérselo al millón de desplazamientos por carretera que la Dirección General de Tráfico (DGT) ha previsto para estos días de fiesta en pleno ecuador del mes. El éxodo es masivo y se deja notar en los bares y restaurantes de la capital, algunos cerrados; también en las gasolineras.

En este paréntesis de soledades estivales, el protagonismo se lo llevan las callejuelas del centro, en ebullición castiza por la celebración de La Paloma. Los madrileños rescatan sus parpusas de San Isidro y alternan por las calles de La Latina hasta las Vistillas entre el soniquete del organillo y los mantones de manila colgando de los balcones. Aquí también el reloj se detiene y la fiesta avanza hasta bien entrada la madrugada. Las casetas, incluidas las de los partidos políticos, sirven sus raciones de calamares, entresijos y gallinejas, para los más osados, o los más clásicos, según se mire.

Algunas calles como la de Calatrava se hacen intransitables, con todo el Madrid de retaguardia veraniega reconcentrado en los mismos sitios. Durante el día, hay cosas que no cambian, ni siquiera en verano, como la calle Preciados y los aledaños de la Puerta del Sol. Las rebajas hacen sus últimos días de agosto. La Gran Vía continúa siendo el gran desfiladero nocturno de personajes populares, jóvenes de fiesta y turistas.

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