La lotería de Navidad más rara de la historia: «Hoy no hay público, pero ya pienso en mi próximo disfraz; si sigo viva lo veréis»

Este año los premios no han sido celebrados desde el patio de butacas del Teatro Real. La pandemia se llevó consigo al esperado y dicharachero público del coliseo madrileño que cada año se reunía en el centro de Madrid para seguir el sorteo en primera persona

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Juan, disfrazado de obispo y Manolita, de bombo, dos habituales de la Lotería de Navidad ISABEL PERMUY | En vídeo: vea las entrevistas a Manoli y Juan, «El Obispo de la Lotería», en el programa en directo de ABC

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Tocará decir que fue el sorteo de Lotería más triste del año. Pero no. La nostalgia llega con el paso de los días, no en el momento. Nos inunda cuando se echa la mirada atrás y hay agujeros, faltan personas y momentos, recuerdos arrebatados que deberían estar impregnados en la conciencia y, en su lugar, la nada.

Algo así ha hecho el Covid este año con el Sorteo de Navidad . Pero las sensaciones llegarán más adelante. No fue un sorteo triste o, al menos, todavía no nos hemos dado cuenta de ello. Más bien fue un sorteo extraño, raro, surrealista. El que nadie vivió, un sorteo en el que todos fuimos novatos: espectadores de televisión, niños cantores, padres, periodistas, fotógrafos y el público del Teatro Real, que este año dejó las butacas vacías por culpa del bicho.

El sorteo generó una sensación parecida a la de las calles completamente vacías en pleno estado de alarma, cuando el sol apretaba y la primavera no pedía permiso para exhibirse ante tanta desolación . Las calles aledañas al Teatro Real estaban vacías al amanecer. Solo las ocupabana los furgones gigantes de Televisión Española, personal acreditado del teatro y los nacionales pegados a sus lecheras controlando la quietud . Del móvil de alguno de ellos se escuchaba algún meme.

El Teatro Real solo estaba rodeado de los carteles que anuncian Don Giovanni, el Don Juan de Mozart . La pandemia hizo desaparecer al público del sorteo que acordonaba cada año el coliseo madrileño desde una o varias noches anteriores. Esa gran familia, como ellos se autodenominan, los «mejores de la lotería», como le han puesto a su grupo de Whatsapp. Los que esperan todo el año la celebración del sorteo y que el mismo día del «Gordo» ya están pensando en el disfraz del año siguiente. Son el niño de San Ildefonso de más de 70 años; el mocito feliz; Don Quijote y Sancho Panza ; Luis, el aficionado del Real Madrid y de la Selección Española; Juan, el «Obispo oficial del Sorteo» o Manolita (no, no es la célebre lotera), que unas veces es abeto y otras bombo. «La gran mayoría no podemos ni ir a la puerta porque vivimos fuera de Madrid», lamentaba Luis. En su grupo de Whatsapp plantearon varias altenativas: que si se disfrazaban en casa, que si videollamada conjunta, que si iban a la puerta...Todo quedó en nada y el teatro, vacío. Sí aparecieron en la Plaza de Oriente, que abraza el Teatro Real, el Obispo y Manolita . Esta mujer de 83 años repitió el disfraz de bombo, aunque esta vez, con mejor material: pasó de la «goma EVA» a un plástico duro que imitaba mejor el bronce y latón de los originales.

Gambas, ranas y décimos andantes

El Obispo y Manolita fueron la atracción de los periodistas, que se afanaban en hablar con ellos, cuando otros años eran tantos los personajes, que para renovar un poco se terminaba optando por las gambas, las ranas o el décimo andante. «Vine de León porque tenía cita médica, si no hubiera sido imposible», explicaba el Obispo, que posaba con quien se lo pedía, incluso un extraño grupo de chinos (extraño porque apenas se ven turistas). Hace 7 años que el Obispo ocupa las butacas del Real y ya no hay quien no lo conozca . Con una soltura frente a las cámaras apabullante, no duda en sacar la hostia para darle más «realidad» a sus posados.

Manolita se paseaba frente a las cámaras con las gafas empañadas por culpa de la mascarilla. En la cabeza llevaba una diadema de la que colgaba una bola que rebotaba en su cabeza gracias al efecto provocado por un muelle, delicadamente colocado. Manolita llegó con miedo porque pensaba que la multarían, pero se arriesgó . Cuando vio que nadie le dijo nada, volvió a ser la misma de siempre. Pero con algo más de frío. Bastante más frío: «En cuando salga el Gordo me voy», repetía. «Antes nos daban churros y chocolate», lamentaba. Hoy no había ni churros, ni chocolate, ni estaban sus amigos. Esos con los que pasaba noches en vela, hacieron hogueras para aguantar la inclemencia de diciembre. «Hicimos un fuego y vino la Policía decirnos que apagáramos la lumbre, pero al final se quedaron un rato con nosotros. Hacía u nfrío que pelaba pero la pasábamos bien, comíamos, tomábamos cerveza o incluso nos íbamos al Bingo de la calle Montera, a Manoli le gusta mucho», narra Luis, el forofo del fútbol, disfrazado desde su casa.

Era la primera vez que se vivía algo así, pero también fue primera vez que a Manolita le tocaba algo: 6.000 euros de un quinto premio. No parecía especialmente ilusionada. Ella espera el sorteo de verdad, no este simulacro, este ensayo para novatos. « «Hoy no hay público, pero ya pienso en mi próximo disfraz; si sigo viva lo veréis ».

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