Varias personas observan el desarrollo del juicio a través de una pantalla
Varias personas observan el desarrollo del juicio a través de una pantalla - efe

Porto y Basterra, del sollozo al cinismo

La madre de Asunta relató su versión desde el dolor y la desesperación; el padre se asentó en la indignación y la afrenta al fiscal

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La primera semana de juicio por el crimen de la niña Asunta Basterra se cerró con los interrogatorios de los dos acusados por el asesinato. Fueron los platos fuertes de un proceso que se dilatará cerca de un mes y durante el que Rosario Porto y Alfonso Basterra centrarán todas las miradas. Sabedores de ello, la pareja desplegó en sus declaraciones ante el jurado popular todas sus armas de convicción.

La madre de Asunta relató su versión de los hechos desde el dolor por la pérdida de su hija y la pura desesperación. Basterra, su padre —visiblemente más cómodo— se asentó en la indignación y la afrenta contra un fiscal al que en su día ya le había espetado un sonoro: «El que debería estar en la cárcel es usted».

«Muy enfadado desde hace veinticuatro meses», el periodista detalló hasta la desesperación menudencias como su receta para las albóndigas o la preocupación de la pareja por no arrojar nunca a la papelera un pañuelos con restos orgánicos, como los de las fosas nasales. Dudó más en otros detalles relacionados con la noche del crimen, lagunas o incoherencias que justificó quejándose ante el fiscal por su falta de empatía: «Perder a un hijo es algo desgarrador que no le deseo ni a mi peor enemigo», le dijo.

Para responder a los pormenores del caso, Basterra elaboró un discurso rico y conexo a lo largo de cuatro horas en el que no faltaron las referencias a Asunta. «Cada vez que podía estar con mi hija era una inyección de moral» o «cualquier momento con ella era agradable» fueron las palabras de recuerdo que Basterra dedicó a la pequeña.

Su declaración también estuvo trufada de lamentos por su situación de reo. Se quejó de «la pocilga de calabozos» en los que estuvo encerrado, de una detención que consideró «inexplicable» y de las «tertulias escombreras». La tensión, palpable, estalló cuando en la pantalla de sala quedó fija una imagen de la niña vestida de ballet y postrada sobre un sofá: «Esta foto es tendenciosa y tiene un ánimo oscuro», explotó. Mientras, Porto se tapaba.

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