El diputado Castiñeira captura una imagen de Rajoy en el acto en Soutomaior
El diputado Castiñeira captura una imagen de Rajoy en el acto en Soutomaior - salvador sas

Cuando éramos alcaldes

La nostalgia impregnó el inicio del curso político. Los que hace un año eran felices alcaldes, hoy son simple oposición. Ánimo gris entre la tropa popular

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Tiene el PP una versión a piano de su himno más propia de la sala de espera del dentista que de un partido político. Arrastra un halo nostálgico, evocador de tiempos pasados que, sin embargo, encajaba a la perfección con el ánimo gris que aún mantienen los populares gallegos tras el revés de las elecciones municipales. Lo que hace unos años era un desfile de poder local, ayer eran medias sonrisas por aquello del qué dirán. Los alcaldes ahora son desahuciados que, como expresó con desnuda franqueza el regidor de Soutomaior, Agustín Reguera, «aún estamos en cierto estado de shock».

Y dejó dos perlas más de esas salvajes, sin cultivar: «Hay votos que perdimos y no sé aún por qué» y «ya no se habla de primas de riesgo, del rescate no se acuerda nadie». Media hora más tarde, Mariano Rajoy se zambullía en el relatorio económico de todo lo que pudo haberle sucedido a España si se llega a acabar como Grecia.

Dos discursos, dos realidades, dos mensajes de complicado encaje dirigidos a un mismo público.

No existe el escepticismo en el ánimo del presidente del Gobierno. «Está convencido de que va a ganar las elecciones», comenta uno de sus próximos. Se le ve con paso decidido, a un ritmo que otros parecen no poder seguir. O no querer seguir. Piensen cómo gusten.

Candia, entre la multitud

Ser presidente de diputación visto está que no es lo que era. Que se lo digan a Elena Candia, que siguió el acto de pie, al final de las sillas del auditorio, lejos del merecido puesto reservado que le correspondería por su cargo, la alegría inesperada del PP en las municipales. Es lo que tiene llegar tarde.

Podría entenderse como sinónimo de la recuperación el hecho de que, por primera vez en los últimos años, el PP no sufriera a las puertas del Castillo de Soutomaior las iras de ningún colectivo de cabreados. Por una vez, la Guardia Civil se dedicó a dirigir el tráfico mientras los voluntariosos muchachos de Nuevas Generaciones, chaleco reflectante en ristre, señalaban los aparcamientos. Todo en aparente armonía, aunque como admitió Rafael Louzán «muchos [exalcaldes] estaban apenados» porque «no merecíamos este resultado injusto», aunque todo eso «ya fue».

Entre el ser y no ser, el PP gallego arrancó también su particular inicio de curso político pensando en las elecciones autonómicas de otoño de 2016. Y lo hizo con un Alberto Núñez Feijóo que remite al primer trimestre del próximo año para conocer hacia dónde conduce su futuro político.

En las generales no se va a decidir solo quién gobierna en España, también buena parte de lo que va a pasar en Galicia. El «Feijóo es el mejor candidato para presidir la Xunta» pronunciado por Mariano Rajoy este mismo agosto todavía resuena de manera lapidaria. La palabra «sucesión»no se conjuga en Galicia. Por ahora.

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