EL GARABATO DEL TORREÓN

Mucho más que una veintena

A algunos nos parece que limitar a un par de decenios la edición gallega de ABC, con especificidad y acento propios, no le hace justicia al periódico

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Veinte años lleva ABC sacando diariamente a la calle su edición de Galicia, esta que tienes en las manos, lector. En el oficio del periodismo, sustancialmente perecedero y efímero como la materia que lo nutre, veinte años es un periodo considerable, una meta que en este aporreado sector de la prensa escrita sólo se alcanza a base de mucha tenacidad profesional y con el pago de esfuerzos empresariales heroicos. Por eso, a algunos nos parece que limitar a un par de decenios la edición gallega de ABC, con especificidad y acento propios, no le hace justicia al periódico y achica la envergadura de una tarea prolongada y casi intrépida, no exenta de obstáculos de todo orden, sin excluir los de pelaje político, que son los peores: superar apuros económicos o adaptarse a las exigencias de las innovaciones tecnológicas es misión espinosa para quien no esté dispuesto a soportar dolorosos quebraderos de cabeza , pero es poca cosa en comparación con el sudor y la paciencia que son necesarios para capear el fatigoso temporal de los políticos caprichosos, que lo son casi todos.

No vamos a hacer relación, por bien sabida, de las numerosas firmas gallegas, algunas ilustrísimas, que honraron las páginas, primero semanales, luego bisemanales y finalmente diarias, de esta cabecera y se honraron recíprocamente con ellas y en ellas. Fue la primera, ya presente en aquel número inaugural de enero de 1903, la del vigués Luis Taboada, el creador de los Gorgoritos, la divertida sección poética que se hizo popular en las galeradas de El Miño. Y unos meses después, ya estaba doña Emilia Pardo Bazán convocando a los lectores del periódico a las excelencias del veraneo de La Coruña, una ciudad «servida por los peores itinerarios y el peor material ferroviario de toda España». Y así, año tras año, fue ininterrumpida la impronta gallega en lo que Luis Calvo llamó «el boletín oficial de la Real Academia del Periodismo», actualmente conducido, dicho sea de paso, por Bieito Rubido, coruñés de Cedeira.

Si en un ocioso ejercicio de ficción periodística despojáramos a la colección de ABC de sus plumas gallegas aparecerían ante nuestros ojos millares de páginas ayunas de información y de opinión, de entrevistas y de reportajes, de sueltos y de crónicas, de reseñas y de críticas, de artículos y de editoriales, pues en todos los géneros periodísticos el refrendo gallego es profuso y permanente. Conviven allí, en la histórica cabecera, no con presencia ocasional sino familiar, las admirables Terceras de Camba, de Joaquín Calvo Sotelo (no puedo evitar el paréntesis: con su firma y en este periódico está la mejor estampa de los conciertos dominicales de la banda de música de Lugo) y de Cunqueiro, cuya vinculación a ABC ha sido estudiada por los profesores Mercedes Brea y Xosé María Folgar con el rigor exigible a un tema sobrado de chismorreos; los testimonios de Sofía Casanova desde los frentes de la Europa en guerra, las exquisitas semblanzas italianas de Eugenio Montes, las iluminadoras críticas literarias de Manolo Cerezales, las pinceladas matutinas (y a veces un algo impertinentes) de Cela, los amenos reportajes de Mariano Tudela, el cotidiano apunte costumbrista de Adolfo Prego, la sabia lección de Rof Carballo.

La lista la podrá hacer interminable cualquier lector que acometa la gratificante tarea de recorrer el tesoro hemerográfico de Prensa Española, acrecentado, si cabe, en su veta galaica por cuantos de nuestros paisanos pueden ufanarse de haber sido distinguidos con el Mariano de Cavia o con el Luca de Tena, los dos más prestigiosos galardones del periodismo español: Castroviejo, Blanco Tobío, Moure Mariño, Fernández Asís, Pedro Rodríguez y Martín Ferrand, valgan como muestra de una nómina bastante más amplia y que, precisamente por ello, desborda la capacidad de nuestra memoria.

Pero cuando Galicia se hace presente en ABC con edición propia, la primera que las cabeceras foráneas dedican a nuestra comunidad, es en 1966, con la publicación diaria de As nosas páxinas galegas, en cuya salida y puesta a punto han de desempeñar un papel decisivo José Luis Bugallal, vinculado al periódico desde el arranque de los años cuarenta, y Xosé Fernández Ferreiro, indefectible en la cita cotidiana de su Correo de Compostela. En esta edición gallega tendrán hueco muchos periodistas y escritores gallegos con dificultades para ser admitidos en cabeceras políticamente intransigentes o simplemente atemorizadas ante los rigores del censor. Sirvan de ejemplo las crónicas enviadas por Celso Emilio Ferreiro desde Venezuela.

Bien se ve, pues, que la veintena que este año celebramos es mucho más que eso y tiene, como las grandes series del periodismo universal, sus nombres precursores y sus líneas preliminares. Y ha de tener, Dios mediante, sus sucesores y consecuentes. A fin de cuentas este oficio no es otra cosa que contar hoy para que otros cuenten mañana, como solía decir el irreductible abecedista (es suyo el copyright) Julián Cortes-Cavanillas, de nación madrileña pero que bien merecería ser gallego.

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