Vista aérea del Cabanyal tomada desde el final de la avenida Blasco Ibáñez de Valencia
Vista aérea del Cabanyal tomada desde el final de la avenida Blasco Ibáñez de Valencia - ROBER SOLSONA
ANÁLISIS

El cambio político en Valencia empezó por el Cabanyal

La lista del Partido Popular pasó de los 5.003 votos de hace cuatro años a 2.214, en un barrio que se cansó de esperar

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El Partido Popular comenzó a escribir su derrota en Valencia en las elecciones municipales del pasado domingo a orillas del Mediterráneo. Los vecinos de El Cabanyal-Canyamelar, directamente implicados en al proyecto urbanístico más importante de cuantos había diseñado el Ayuntamiento gobernado por Rita Barberá desde 1991, dijeron por primera vez que no al plan.

Sobre un censo de 14.782 personas que viven allí y conocen de primera mano la realidad del barrio, la opción mayoritaria fue Compromís. La lista de Joan Ribó (que en el último pleno celebrado por el Ayuntamiento sobre el distrito lució la pegatina de Salvem el Cabanyal) capitalizó la corriente de opinión crítica de todos los partidos que hasta el 24 de mayo estaban en la oposición con un proyecto encallado entre los tribunales y una burocracia incapaz de resolver el trazado de un avenida sobre un Bien de Interés Cultural (BIC) que, dicho sea de paso, a día de hoy no es más que un rectángulo de cuatro tramos de calles (Escalante, Doctor Lluch y las travesías de Amparo Guillem y Pescadores) absolutamente degradadas, con focos de puntos de venta de droga, solares abandonados, casas ocupadas y menores de edad deambulando en horario escolar.

Rita Barberá había ganado en las mesas de El Cabanyal-Canyamelar en todas las elecciones anteriores. Pero algo ha cambiado. Probablemente el hecho de que con un gobierno central del mismo signo político que el municipal no se haya resuelto el conflicto que bloqueó la ejecución del plan urbanístico bajo el mandado de José Luis Rodríguez Zapatero. Lo que el socialista frenó no lo ha reactivado Mariano Rajoy en tres años y medio, pese a los desvelos de la alcaldesa. El a nuncio de la reanudación de la concesión de licencias de obra previo a las elecciones llegó demasiado tarde para los habitantes de un barrio que se ha cansado de esperar.

La campaña había arrancado con una foto de todos los partidos de la oposición en la sede de Acció Cultural del País Valencià (ACPV), a siete kilómetros de El Cabanyal, escenificando su rechazo al proyecto urbanístico y acabó con Compromís pescando en un caladero de desencantados.

Sin embargo, ocultar las mejoras en el distrito sería tanto como faltar a la verdad. Durante el mandato de Barberá se soterraron las vías del tren que formaban una barrera entre el Cabanyal y Algirós. Una antigua fábrica de cerveza se convirtió en uno de los polideportivos municipales más modernos de la ciudad. Se rehabilitó el antiguo teatro El Musical y el entorno de la plaza del Rosario. La biblioteca de la Reina recobró su esplendor. [Paradójicamente, en las dos mesas electorales instaldas allí se confirmó el descenso de apoyos al PP]. El viejo matadero de la calle Pedro de Valencia es hoy un ambulatorio de primer orden. El tranvía llegó la misma orilla de la mar y permite a los vecinos desplazarse del puerto al aeropuerto en transporte público. Todo ello, junto a la dinamización de la Marina Real, convertida en uno de los principales focos turísticos de la ciudad, hay que anotarlo en el haber del gobierno municipal del Partido Popular.

Sin embargo, las condiciones en las que sigue la zona afectada directamente por la prolongación de la avenida Blasco Ibáñez no son de recibo en el año 2015 en la tercera capital de España. De hecho, los mismos vecinos que el domingo se decantaron por el vuelco electoral no pasan por ellas. A pie no se atreven. Con coche no pueden. Que se lo pregunten a las cofradías de la parroquia de Cristo Redentor-San Rafael, que tuvieron que cambiar el recorrido de las procesiones de la Semana Santa Marinera. O a la falla Escalante-Amparo Guillem, que ya no planta desde hace años ni en Escalante ni en Amparo Guillem. Tampoco se atreven.

A estas alturas no se trata de buscar culpables, sino soluciones. El PSOE ha sido el principal detractor del plan durante décadas, pero los electores no se lo han reconocido. El domingo, la lista de Joan Calabuig cosechó 1.516 votos en las mesas electorales de El Cabanyal-Canyamelar frente a los 2.283 logrados cuatro años antes. Compromís, por contra , disparó su apoyo: pasó de 853 a 2.597 votos (más del triple) y se situó como primera fuerza en el barrio por delante del PP.

Los dos partidos ya escenficaron su pugna en la visita que hizo Barberá al mercado del Cabanyal durante la campaña. La candidata popular denunció una campaña orquestada por Compromís. La jornada se saldó con un hombre identificado por la Policía Local por amenazar de muerte a Barberá, quien volvió al día siguiente, fuera de agenda, al mercado. Ese viernes no había una acción organizada de la oposición ( lo que refuerza la tesis denunciada por el PP), pero Barberá se topó con la cruda realidad de vecinos y vendedores incrédulos ante nuevas promesas. El tiempo de espera había acabado. El domingo 24 de mayo, el PP perdió la mayoría en las mesas de El Cabanyal-Canyamelar. La lista de Barberá pasó de 5.003 votos en 2011 a 2.214, menos de la mitad.

La pelota está ahora en el tejado del nuevo gobierno.

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