no somos nadie

Ejemplos los hay

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Notición inesperado. Ayer, poco antes del mediodía -justo cuando los termómetros en la Meseta hacen indispensable el tinto de verano-, terminó la Conferencia política del PP. Mariano Rajoy, por vez primera, no hizo mutis por el foro como solía -plasma y birlibirloque a tutiplén-, sino que aprovechó la ocasión para renovarse o morir. Y vaya que si lo ha conseguido. De un plumazo dejó a las primarias del PSOE y de Ciudadanos reducidas a una antigualla de avalistas que, según pinten copas o bastos en Ferraz o en Barcelona, convierten al líder de turno -ya se trate de Sánchez o de Rivera- en caudillo democrático por aclamación transversal y amén. Dios mío…

A Rajoy le sobró medio minuto para acabar la discusión sobre las primarias.

Y lo hizo con una oración compuesta que en el fondo es muy simple: aquí «de lo único que no vamos a debatir es sobre la libertad porque la vamos a firmar y defender». Punto. Así que algún@s nos hemos quedado de piedra. Y no te digo las Aguirre o las Álvarez de Toledo, que habían cargado los cañones, animaban el motín, y de paso pedían algunas cabezas. Inesperadamente, Rajoy hizo en la Conferencia lo mismo que el Gran Capitán en la campaña de Italia. Algunos soldados se habían amotinado porque las promesas en sueldo y en mejoras no llegaban. Le apuntaron al pecho en una especie de conferencia en campaña, y el general, señalando los dineros y las demandas, dijo con finura, al tiempo que retiraba la pica del más próximo: «Mira que sin querer no me hieras».

Al oír ayer desde Castilla y León que no habrá primarias en el PP, pero si elección directa de candidatos -un hombre un voto, y para de contar porque en libertad no se aguantan garantes de pitiminí como Rosita la pastelera-, a algunos nos sonó de inmediato el derecho aplicado que usaba George Washington con una pregunta muy simple también, y que no aguantaba demoras en la implantación del tejido democrático: «¿pero dónde he visto yo crecer estas propuestas antes de esta reunión?».

Pues bien cerca lo tenía Rajoy antes de aplicar la lupa en su Conferencia general. En la elección de candidatos a la Diputación de Valladolid, por ejemplo, ya vimos -hace escasos días- cómo se metía la directa democrática. Observamos, primero, cómo los concejales populares, sin los motines programados de Ávila o de Soria, elegían libre y directamente a sus diputados. Segundo, cómo elegían Presidente sin la plantilla avalista de Génova. Tercero, cómo el talante democrático y dialogante de Jesús Julio Carnero se imponía naturalmente como garante de las libertades ajenas. Cuarto, cómo la regeneración llegó al gobierno de la Diputación vallisoletana colocando juventud en las áreas decisivas que se apoyaban en la idoneidad de los maduros a prueba de populismos. En fin, que esto ocurre cuando en democracia la libertad de un solo voto sienta jurisprudencia.

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