corazón de león

Chocolate

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Ese invento de la «cocina fusión», tan de moda en los últimos años y que ha afamado y enriquecido a multitud de cocineros, ahora llamados «chefs», «masterchefs», restauradores… y así (no en vano estamos en el siglo de los eufemismos), se «vende» como el gran descubrimiento gastronómico de la modernidad, cuando, ¡ay!, su origen no es otro que el del Descubrimiento (con mayúscula) de América por aquel Cristóbal Colón y aquellos Pinzones que jamás habían catado el chocolate, y aún menos con churros.

Aquellos descubridores aventureros regresaron a España con productos tan extraños como patatas, maíz, pimientos, frijoles, cacahuetes, girasoles, vainilla y…cacao, o sea, chocolate. Y así, en la España del siglo XVI, la «cocina de fusión» llegó a los fogones sin tanta trompetería mediática como lo ha hecho a finales del siglo XX y a comienzos de este XXI.

Como dicen los sabios abuelos, «está todo inventando», aunque los charlatanes de turno intenten convencer de lo contrario al ingenuo personal. Desde hace siglos, sí, en los hogares españoles se cocinan y se combinan productos de la tierra con los llegados de lejos, de ultramar, como se decía antaño. ¡Ay, aquellas tiendas de ultramarinos hoy devoradas por los gigantescos supermercados!

En España hay una ciudad chocolatera por excelencia. Es Astorga, la dulce, a veces amarga, pero siempre atractiva Astorga. Los afamados arrieros maragatos del siglo XIX no sólo transportaban a la Corte de Madrid los mejores pescados de Galicia, sino el mejor cacao procedente de allá el Atlántico. Y en el camino (arriero somos, y en el camino nos encontraremos), parada y fonda en Astorga, en su tierra. De entonces surge la gran industria chocolatera a la que en 1924 se dedicaban 51 fabricantes… en una ciudad que no llegaba a los siete mil habitantes. Desde entonces han pasado guerras, mundiales e inciviles, políticos de puño en alto o mano alzada, crisis económicas o de valores… mucho tiempo, en efecto, pero en esta Astorga aún sobreviven ocho chocolateros que mantienen la tradición de una industria que avista un horizonte esperanzador.

Este mes de febrero, frío y áspero como pocos, ha sido de dulce para esta ciudad leonesa que ha inaugurado la nueva sede del Museo del Chocolate (el más prestigioso de España) en un antiguo palacete que parece construido para comérselo, pues no en vano acogió, y aún acoge en sus sótanos, el olor del chocolate. Quien se plante ante tan magnífico edificio y haga un ejercicio de respiración sentirá que los aromas del chocolate le inundarán la sangre. Y para rematar la faena, esta última semana del mes estará dedicada al Salón Internacional del Chocolate de Astorga (Sica), que, bajo la presidencia de honor de los Reyes de España, va a ser el escaparate de una industria, de unos chocolateros y de unos ciudadanos que han sabido unir tradición con modernidad, artesanía con progreso. Dulce Astorga en el amargo invierno.

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