no somos nadie

Sí, un 10

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Los medios del viernes resaltaron el 10 por unanimidad que los directores y gerentes de Servicios Sociales otorgaron a la Junta de Castilla y León por su política en torno a la traída y llevaba ley de Dependencia. Sí, un diez. Nada menos que por hacer realidad una ley utópica que el zapaterismo se sacó como un brindis al sol y que, curiosamente, no cumplen los suyos –los socialistas que la adornaron cual panacea en justicia y bienestar– por imperativo presupuestario: es casi imposible llevarla a cabo sin financiación del Estado. Bueno, pues en Castilla y León, lo que son las cosas, se cumple, se reconoce y, además, se evalúa con el 10 de la excelencia. Bienvenida calificación.

Pero estos reconocimientos no caen de bóbilis, bóbilis.

Es así porque, sencillamente, hay consejerías y gerencias que reparten los presupuestos y las preocupaciones ciudadanas con el mismo rasero y conciencia que aplicaba Cicerón cuando, hace ya miles de años, decía lo siguiente en el ejercicio de la res pública: señores, «no hemos nacido solamente para nosotros». El resto es pirotecnia pura y dura. Como la ejercida ayer mismo por la presidenta del Partido Socialista de Castilla y León, Soraya Rodríguez, que salió como una fierilla encajonada blandiendo no se sabe qué estadísticas. Quien se pica ajos come, hija. Díselo a los tuyos que allí donde gobiernan la ley de Dependencia les sobra.

Esta realidad incontestable nos da pie, primero, para no dormirnos en los laureles con la práctica socio-sanitaria en Castilla y León; y segundo, para hacer una reflexión sesuda sobre lo manifiestamente mejorable. Me refiero a un asunto candente y de simples correspondencias. ¿Qué ocurre con la investigación médica en Castilla y León? La Consejería de Sanidad ha hecho una loable apuesta por Salamanca en torno a la Universidad y al hospital de referencia sobre el cáncer. Sin duda, una excelente muestra en la unificación de recursos. ¿Pero qué ocurre, por ejemplo, con Valladolid? El tema no es en absoluto baladí, sino todo lo contrario. Resulta de capital importancia.

Da la casualidad que en Valladolid hay dos grandes hospitales clínicos que, en el último ranking de referencia hospitalaria –y por encima del de Salamanca– han obtenido la mejor clasificación. Ítem más, hay una universidad también de excelencia. Y además, está el IBGM (Instituto de Biología y Genética Molecular), el IOBA (Instituto de Oftalmobiología Aplicada), y el ICICOR (Instituto de Ciencias del Corazón). Hablamos, por tanto, de seis instituciones punteras que cuentan con renombradas personalidades y equipos de investigación sanitaria y biotecnológica, que colaboran con universidades extranjeras de inmenso prestigio. ¿Qué ocurre, por tanto? Que ya es hora de constituir en Valladolid un Instituto de investigación biomédica como en Salamanca. Simplemente.

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