No somos nadie

Rosa Dios

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Entero y no partido. Es la definición unamuniana que cuadra con Francisco Sosa Wagner, el eurodiputado que, ejemplarmente, acaba de dimitir de sus cargos. Y también de sus cuantiosos subsidios que caen a final de mes en la bolsa de sus señorías. Y todo porque su jefa de filas -la norcoreana Rosa Díez, a la que muchos ya llaman Rosa Dios por su afición ex cátedra a cortar cabezas, pinreles, pocholas y demás colgaduras libertarias- se ha inventado, por vía de urgencia, un Código de Buenas Prácticas para prescindir de este leonés dignísimo que incomodaba a la lideresa de UPyD por una simple opinión. O sea, por lo de siempre: porque la tiranía es el único horizonte del tirano.

En este mismo rincón del ABC de Castilla y León, hace tiempo, me tocó compartir opinión con Sosa Wagner.

Siempre leí sus artículos con interés porque no era el clásico columnista que doraba la píldora aristotélica reduciéndolo todo a placer y ausencia de dolor. Sosa Wagner ponía siempre el dedo en la llaga allí donde los liberticidas -amos con cadenas- colgaban sus autosuficiencias. Por esto mismo, no me ha extrañado nada este portazo, sin dietas o tar-jetas, que le honra por todas partes, pues aleja el servilismo de una partitocracia infecta, da credibilidad a una democracia corrupta cada día más intragable, y restaura en política el principio inalienable del pensamiento libre.

El resto son mandangas de políticos y tertulianos al rescate. A Rosa Dios, como ha quedado rebasado por los hechos, le importa un soberano carajo el pensamiento libre de Sosa Wagner. La autócrata sólo esperaba la reacción golfa del eurodiputado cabreado, sin posibles ni dignidad, para echarle en cara toda la basura reciclada de la casta trincona. Por esto mismo, la dictadora magenta daba por hecho que el leonés, a la postre, se agarría como una lapa a la poltrona exactamente igual que ella. Hace un par de días llegó a filtrarse incluso que Sosa se había comprado una casa en Bruselas, y que la conclusión del caso era más que evidente: el leonés se agarraría al escaño como la déspota brava: con una soga larga. Gran error el de Rosa Dios: la campana feudal piensa que todos han de repicar igual. Así que Sosa Wagner se ha vuelto a su cátedra de León como salió de ella: independiente hasta del aire magenta que en principio respiraba. Después de la persecución y caza del leonés, la atmósfera en UPyD es poco menos que irrespirable: las primarias no sirven para nada -Sosa las ganó de calle-, la transparencia en el partido se libera a empujones, y la regeneración se reduce a la caza organizada y sistemática de los libres. Si Ciudadanos piensa que con Rosa Dios se salvará de la debacle electoral que se avecina, es que ignora lo elemental en democracia: que mezclar el absolutismo de un partido con la cordura de otro no hace razonable una propuesta conjunta.

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