confieso que he pensado

Localismo contra nacionalismo

Probablemente a Bravo de Laguna, al igual que a su homólogo tinerfeño, le asista la razón en muchos asuntos

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Hay algo aún más grave que el nacionalismo: el localismo como respuesta al nacionalismo. Es lo que ha puesto en práctica ni más ni menos que el presidente del Cabildo de Gran Canaria, José Miguel Bravo de Laguna, representante de una formación política, el PP, que se vanagloria de su distanciamiento del ideario nacionalista.

El bueno de Bravo de Laguna, acaso porque quería dar al público lo que el público pedía, ha insuflado las llamas del siempre candente asunto de la diferencia de trato a las islas. El populismo es la forma más exacerbada del nacionalismo, y ha hecho uso de él en toda su amplitud.

Entre los asuntos menores, que si las imágenes utilizadas en las campañas de promoción turística, que si la localización del Archipiélago a través de los mapas de Google, que si las diferencias en las retransmisiones televisivas de las escuadras futboleras de las dos islas mayores (acaso pueda dar la impresión de que el presidente de una institución tan importante de una isla tan importante dedica demasiado tiempo a asuntos irrelevantes); entre los asuntos mayores, que si los medios sanitarios y que si el diferente trato pecuniario.

Tales reproches al Gobierno autonómico fueron parte de su discurso en un concurrido acto público celebrado en la capital grancanaria. El caso es que las quejas que se han realizado durante décadas desde Tenerife y Gran Canaria, desde Gran Canaria y Tenerife, se han basado en unos argumentos tan contundentes por parte de los denunciantes como rotundos por parte de los supuestos beneficiarios.

Si unos empleaban unas determinadas cifras, los otros hacían uso de unos números que sacaban los colores a los primeros, y viceversa. Ha sido, y por lo que se ve, es, el cuento de nunca acabar, un alimento de primera calidad para titulares incendiarios que han permitido a los medios de comunicación y a la clase política crear una realidad paralela, porque tal debate jamás ha gozado del favor de la mayoría de la población. Por fortuna, las divergencias más notables con respecto al vecino se limitan a la sana competencia carnavalera y deportiva.

Porque a pesar de que las diferencias a buen seguro existen, y probablemente a Bravo de Laguna, al igual que a su homólogo tinerfeño, le asista la razón en muchos asuntos, y de que es admisible, e incluso aconsejable, que se expongan dichas diferencias con el objeto de paliarlas, debería evitarse por todos los medios caer en el error de convertirlas en una bandera para el enfrentamiento entre los ciudadanos y las instituciones de las diferentes islas.

Las reclamaciones tienen todo el sentido cuando se realizan desde el convencimiento de que obedecen a una necesidad, pero se convierten en un capricho de patio de colegio cuando hallan su origen en la mera confrontación con el vecino.

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