Georgela Ionescu (izquierda) abraza a la esposa del encargado de noche de La Hacienda, que fue enviado a prisión. :: ANTONIO VÁZQUEZ
Jerez

«Jamás he forzado a una chica, si ellas son las reinas de los hoteles»

Se encargaba de La Hacienda en el turno de mañana y según la investigación es la mano derecha de Rocío Galán, a la que conoció en prisión

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Alta, delgada y de atuendo de primera. Georgela Ionescu fue la única de los implicados en la operación policial que estando en la calle, gracias al aval de la familia Galán que ha respondido a sus 10.000 euros de fianza, acudió ayer a ponerse delante de las cámaras para apoyar a los trabajadores de los clubes. Medio centenar de empleados se apostaron en la puerta de La Hacienda para reclamar la reapertura de los locales. Se esperaba también la presencia de Rocío Galán, pero refugiada en el hotel anexo, decidió no exponerse.

No hubo hueco para la sorpresa y Georgela negó su participación en los cargos que pesan sobre ella. Dice que no entiende muy bien por qué le imputan asociación ilícita y rechaza una y otra vez cualquier referencia a coacciones o malos modos con las prostitutas. Pero el dibujo que hizo sobre ella la Guardia Civil es bien distinto: 'Toscana' la coloca en el escalón inferior a Juan Galán y su hijo, junto al resto de responsables de las salas. Los encargados eran los que supuestamente ejecutaban los castigos, con el beneplácito de la familia. Y en su caso, los agentes la reconocen como la mano derecha de Rocío Galán, a la que relevaba a partir de las seis en La Hacienda. Su amistad nació entre rejas, cuando Rocío estuvo una semana en prisión preventiva por un asunto similar del que salió libre de mácula.

«Jamás he forzado a una chica, si ellas son las reinas de los hoteles». Georgela no paró de repartir abrazos entre los empleados, muchos de los cuales la llamaban con un apodo cariñoso. Eso sí, en la concentración de ayer no había ni rastro de las prostitutas. «Muchas se han buscado la vida y ya están trabajando en otros locales para seguir ganando». Sobre las mujeres que sí han declarado contra los Galán, con los que lleva trabajando Georgela seis años, no encuentra una explicación a sus afirmaciones: «Si tan mal estaban, ¿por qué no se marcharon a trabajar a otro sitio? Aquí no se obliga a nadie y entraban y salían cuando querían. Es más, hay muchas mujeres que han regresado a este local. Tan mal no las trataremos». De la noche de su arresto recuerda «la luz de una linterna» que la despertó de su cama.

Quizás uno de los aspectos más llamativos de las supuestas coacciones a las que estarían sometidas las meretrices, según la Guardia Civil, es que debían estar a dieta para ajustarse a un canon físico impuesto por la dirección del negocio. En ese punto, su risa nerviosa estalla en carcajada: «¿A dieta? pero si a muchas les sobran kilos». Georgela recuerda cómo en el vídeo grabado por los agentes durante la redada, «salía una con un cinturón ancho, que tenía unas caderas...». Su frase va acompañada de un gesto inequívoco.