Marianne Faithfull en una escena de la película 'Irina Palm'. / LA VOZ
Cultura

De todo un poco

La carismática voz de Marianne Faithfull consigue equilibrar las diferencias de registros estilísticos que conviven en su último disco

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El nombre de Marianne Faithfull (Hampstead, Londres, 1946) suele ir acompañado de de comentarios que hacen referencia a una vida llevada hasta los límites. Raro es el artículo dedicado a esta intérprete británica que no hace hincapié en su larga relación con las agujas hipodérmicas y sus devaneos por los más inmundos callejones. De hecho, ella misma explota ese morbo -lleva publicadas dos autobiografías bastante explícitas- aunque ya, a sus 62 años, se sienta libre de toda culpa y arrepentida.

Sin embargo, pocas veces se analiza con un mínimo de detalle la carrera artística de una intérprete que, con su reciente incursión en el cine como actriz principal del perturbador filme Irina Palm (2007) o la publicación del más que solvente disco Easy Come Easy Go (Naïve, 2008), no deja de enriquecerse con inesperados capítulos. Cierto que su ya larga carrera peca de irregular al estar salpicada de desafortunadas incoherencias motivadas por el exceso de confianza que ha puesto en sus, a veces, no tan acertados consejeros. Así, producciones excesivamente miméticas con la época en que se realizaron y elecciones de repertorios demasiado chocantes han actuado en su contra, pero en más de una ocasión, el carisma de una voz de singular registro y perfectamente timbrada como la suya ha sabido cómo encontrar la naturalidad necesaria para salir airosa del desafío.

Desde que sus más que amigos Mick Jagger y Keith Richards le compusieran aquella As Tears Go By hace más de cuatro décadas, Marianne Faithfull ha hecho valer más su poder para hacer suyas canciones escritas por otros que su, quizás escasa, capacidad de autora. Centrándonos en la época madura que, tras un parón de diez años, se inicia en 1977 con Dreaming My Dreams, no es hasta Broken English (1979), álbum que incluía una excelente versión del Working Class Hero de John Lennon, cuando la londinense empieza a encontrar una salida para su castigado pasado, una salida que llega poco después a su primera meta con el sobrecogedor Strange Weather (1987), un disco de estremecedora y decadente atmósfera producido por un respetuoso Hal Willner que había conocido a Marianne por su colaboración en Lost in the Stars (1985), disco tributo a Kurt Weill dirigido por él mismo y en el que la Faithfull participó con Ballad of the Soldier's Wife. Algún tiempo después también la cantante británica grabaría en directo su particular tributo al dúo Weill-Brecht -20th Century Blues (1997)- para, a renglón seguido, continuar con la búsqueda de su propio camino, recalando en un Vagabond Ways (1999) producido por un personalista Daniel Lanois y un Kissin' Time (2002) demasiado dejado a la mano de Beck (sí, el de O-De-Lay). La deferente complicidad de PJ Harvey y Nick Cave en Before the Poison (2003) allanaría el camino para Easy Come Easy Go (Naïve, 2008), un reencuentro entre Marianne Faithfull y Hal Willner que suena a libre y respetuoso por los cuatro costados.

Canciones originales de Dolly Parton, Duke Ellington, Smokey Robinson, Merle Haggard, Morrissey, Espers y Randy Newman promueven una convivencia entre country, jazz, rhythm'n'blues, pop y folk que ni rechina por ningún lado, ni se ve sometida a una producción artificialmente unitaria. Toda una lección de eclecticismo adulto coronado por la conmovedora voz de una Marianne Faithfull que al fin parece haberse encontrado a sí misma.