Roger Bordage y su mujer,
Roger Bordage y su mujer, - R. S.
TESTIMONIO DE UN SUPERVIVIENTE DEL CAMPO DE CONCENTRACIÓN

Los últimos de Sachsenhausen: «Que no cuenten conmigo para tener miedo»

Coincidiendo con el 71 aniversario de la liberación de los campos de concentración, Roger Bordage relata su paso por uno que estaba situado a a pocos kilómetros de Berlín y donde fue ingresado tras ser detenido en España

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«Nací en París en abril de 1925, pero celebro mi cumpleaños en mayo, que es cuando fui liberado», comienza su relato biográfico Roger Bordage, «ese día volví a nacer y cada mañana me levanto decidido a aprovechar la oportunidad de vivir que no tuvieron tantos otros prisioneros». Con motivo del 71º aniversario de la liberación de los campos de concentración nazis, Bordage ha acudido a un acto conmemorativo en la Embajada de España en Berlín y se ha enfrentado una vez más al duro ejercicio del recuerdo. A su edad, le resulta difícil permanecer despierto durante las ponencias de los expertos con los que comparte el panel, pero revive con fuerza inusitada cuando llega el momento de rememorar personalmente su historia de supervivencia.

Sólo parece faltarle el aire en pasajes especialmente dolorosos y se revuelve como impulsado por un ancestral resorte cuando le preguntan si no le da miedo el resurgir de partidos de extrema derecha en Alemania y en otros países de Europa. «¡Que no cuenten conmigo!», advierte empuñando su bastón con gesto amenazante, «¡que no cuenten conmigo para tener miedo!».

El campo de concentración de Sachsenhausen, ubicado en la población de Oranienburg, a escasa media hora de Berlín, fue construido en 1936 para liquidar masivamente a opositores políticos, judíos, gitanos y homosexuales. A partir de 1940 llegaron en masa polacos y soldados soviéticos, además de unos 190 exiliados republicanos españoles procedentes de Franica, entre ellos Francisco Largo Caballero. Se calcula que unas 30.000 personas murieron allí en virtud del principio «Vernichtung durch Arbeit» (exterminio por medio del trabajo).

Detenido en España

Bordage había sido detenido en España en 1943. Todavía es receloso a la hora de detallar los motivos que le habían llevado a cruzar los Pirineos, pero está claro que para él luchar contra los nazis alemanes y a favor de la República de España era más o menos la misma cosa. «Yo sobreviví por dos razones», explica, «la primera porque me pegué a los españoles, que estaban muy bien organizados y disponían de una red de apoyo dentro del campo».

Disponer de «amigos» en los barracones era fundmental para asuntos de tal vital importancia como «guardarte la cuchara»

Disponer de «amigos» en los barracones era fundamental para asuntos de tan vital importancia como «guardarte la cuchara». Los prisioneros comían una sopa en latas comunes de cinco litros y el campo no les proporcionaba cubiertos. «Quienes podían hacerse una cuchara de palo a partir de alguna rama o madera eran afortunados porque podían sacar del fondo de la lata los escasos pedazos de carne obtenían alguna proteína que podía hacer la diferencia entre la vida y la muerte. Los demás bebían, después, la sopa rala directamente de la lata. Pero cuando te ibas a la cantera no te permitían llevar objetos, de modo que alguien debía guardar tu cuchara y para eso debían considerarte uno de los suyos, explica.

También recuerda un intento de sabotaje del que fue culpado y el castigo de 24 horas de pie en el patio, sin moverse, a gélidas temperaturas y con el único abrigo del uniforme a rayas de prisionero. «Cuando volví al barracón estaba medio muerto y los españoles habían preparado para mí paja caliente, sopa y un mendrugo de pan. Quién sabe de dónde lo habrían sacado».

Trabajar en túneles y fábricas

El segundo motivo por el que Bordage cree que sigue vivo es por la enorme cantidad de soldados alemanes caídos. «Cuando Alemania se quedó sin hombres, cuando tuvieron que enviar tantos relevos, pensaron que era un desperdicio dejarnos morir en las canteras y nos pusieron a construir túneles subterráneos y más tarde a trabajar en fábricas de montaje de cohetes. No tenía nada que ver pasar el día bajo cero a la intemperie y con el cañón del SS de turno en la nuca que trabajar bajo techo. Solo por eso sobrevivimos», celebra.

Cuando fue liberado, Bordage tenía 20 años y pesaba 35 kilos

En abril de 1945, a medida que los Aliados avanzaban, los nazis desalojaron los campos. Mataron allí mismo a los que no podían caminar y se llevaron al resto en una de las «marchas de la muerte» que se extendieron prácticamente hasta el mismo día de la rendición nazi y en las que perdieron la vida unas 250.000 personas, asesinadas por retrasarse o detenerse a descasar. Las tropas soviéticas liberaron a los supervivientes ya cerca de la ciudad de Schwerin. Para entonces Bordage, que mide más de dos metros y acumulaba 130 kilos de peso al llegar al campo, había cumplido 20 años y pesaba solo 35 kilos. «Vimos caer a muchos, solo los últimos habíamos sobrevivido y de alguna forma nuestra vida, la vida de los últimos de Sachsenhausen, ha sido un homenaje a los caídos, a su dignidad humana, que injustamente les fue arrebatada».

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