IX aniversario de la guerra en Siria

Dima Wannous: «El presidente Putin es quien controla todo en Siria»

La escritora siria, que acaba de publicar «Los que tienen miedo», asegura que lo que hay en su país desde hace nueve años «no es una guerra civil, es el régimen el que mata a su pueblo»

La escritora siria Dima Wannous RichardSammour
F.J. Calero

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En Siria, donde este fin de semana se cumplen nueve años del inicio del levantamiento pacífico contra el régimen de Baschar al Assad, millones de inocentes se han acostumbrado a vivir con miedo al propio miedo: miedo a ser detenido, miedo a una bomba, miedo a un secuestro, miedo a perder todo lo que aman. «Durante mi infancia se tenía miedo a todo: al régimen, al poder, a los militares e incluso a las personas. Las personas solían tener miedo unas de otras, desconfiar de los demás. Crecí con miedo. Mi generación es una generación asustada», escribe la escritora siria Dima Wannous (Damasco, 1982) en «Los que tienen miedo» (Editorial Sitara) , una novela que no ahonda en la violencia explícita de Siria, tan ampliamente detallada en esta década, sino en la psicología de los que esperan su tragedia.

Desde hace años, Occidente habla de guerra civil en Siria, pero no parece usted muy de acuerdo con esta denominación.

Es falso que sea una guerra civil, todos los periodistas me preguntan sobre cómo está yendo la guerra civil en Siria. Una guerra civil es una guerra entre los ciudadanos, y no, es un régimen alauí que mata a su pueblo. No hablo del pueblo, sino del poder. Los occidentales no conocen la realidad de lo que ocurre en Siria. Está esa impresión de que Assad lidera un régimen laico que protege a las minorías y que lucha contra el terrorismo. Los primeros liberados fueron los islamistas y terroristas. Han encarcelado a intelectuales favorables a una revolución pacífica. Occidente no le da importancia a lo que ocurre.

¿Qué ha perdido en estos años?

He sufrido mucho. He perdido mi identidad, no tiene que ver con la nación o nacionalismo. He perdido la identidad de tener un lugar donde poder vivir, mi casa, mis padres... Lo he perdido todo. Aunque tengo todavía el pasaporte sirio, que renuevo cada dos años, y pago 800 euros por él, no tengo el derecho de entrar en el país con este pasaporte. Es fácil perder la memoria y la capacidad de visitar el lugar donde has crecido. Al mismo tiempo creo que mi vida comenzó en 2011. No puedo volver a la Siria anterior, esa no era mi vida, era una prisión de la que no era consciente.

¿Es el mismo miedo para hombres y mujeres en Siria?

Ha sido el mismo miedo, de hombres y mujeres. Me opongo a organizar conferencias para hablar de los derechos de las sirias cuando hombres y mujeres, todos, estamos privados de derechos. Aunque sí es cierto que las mujeres están aún peor por la familia, sociedad y el poder. No es fácil debido a tantos prejuicios y rumores sobre la tradición y la vida privada. El miedo controla a la gente. Tengo muchos amigos que se han vuelto locos después de la revolución, sobre todo en Europa, porque lo han perdido todo. Es muy duro.

¿Hasta Al Assad sufre esa locura?

Assad está sostenido por los rusos e iraníes, no tiene miedo a un destino como el de Gadafi. Hace unas semanas, Putin estuvo en Siria y fue Bashar al Assad quien fue a visitarlo y no al revés. Es Putin quien controla el ejército. Lo controla todo. Por supuesto Bashar al Assad tiene miedo a perder la capacidad de utilizar ese miedo contra la gente.

¿Por qué un libro sobre el miedo?

Me mudé a Beirut cuando empezó la revolución siria en 2011. Desde allí intenté empezar una novela, pero fue muy duro encontrar la historia. Cada vez que intentaba escribir sobre la revolución, no había lugar para la imaginación por lo que estaba ocurriendo en Siria. No pude escribir nada durante tres años, pero pensando sobre el miedo que sentíamos creí que era algo común de todos los sirios. Hemos vivido bajo el terror durante más de 40 años: primero con Assad padre y luego con su hijo. Con el paso de los años, la acumulación del miedo te lleva a tal extremo de que dejas de sentirlo más. Una vez que eres arrestado, el nivel máximo de miedo ya ha pasado. Algunos amigos me decían que estaban más felices en prisión porque estaban seguros y no pasándolo peor aterrorizados. La mejor manera de entender qué ha pasado en cualquier revolución u otro gran evento político es por medio de la psicología de la gente, incluso de un criminal como Bashar al Assad. Es muy útil para poder para analizar el presente y el futuro pero sin prejuicios. No quiero escribir sobre violencia. Todos sabemos que este régimen es lo peor que ha ocurrido en Siria.

¿Ha pasado por ese miedo de los protagonistas?

Crecí en un ambiente familiar muy rebelde, muy abierta, teniendo en cuenta que vivíamos en Siria. Fui a las escuelas controladas por el Baaz. Sentía que ese miedo estaba por todos lados, incluso en el aire. Yo no he tenido miedo de que me arrestaran, pero mi prima se quedó en Siria y fue detenida varias veces. Era una actriz muy famosa. Le dije que si se quedaba iban a matarla. El régimen quería que todos los intelectuales dejaran el país para que solo se quedaran leales e islamistas. Mi padre era alauí, mi madre suní. Yo alauí. Es muy peligroso ser alauí (como los Assad) y opositor del gobierno. Ser alauí y escribir en contra del régimen es muy peligroso. A los 20 años empecé a escribir en un periódico libanés donde criticaba también a los Assad. Una vez, el ministro de información sirio, que creo que llegó a vivir en España, me dijo: «O paras y te callas porque dices cosas estúpidas o vas a la cárcel, aunque seas alauí e hija de un escritor muy conocido». Mis amigos no se atrevían a hablar en la calle, era peligroso para ellos.

¿Es una novela sobre su experiencia?

No es el caso, aunque claro que hay cosas en común, porque soy una escritora. No puedo separarme al 100% de mis emociones y mi memoria. Estoy en todos los libros que escribo

Solo se educa mediante el miedo...

El miedo fue la manera de educar y la mentalidad allí. Cada mañana, todos los estudiantes teníamos que gritar por la vida de Hafez al Assad y luego Bashar al Assad, aunque cuando él llegó al poder yo ya había dejado atrás el colegio. Había fotos en todas partes, todo el mundo llevaba fotos de Assad. Una vez, cuando tenía cinco o seis años, iba en un taxi con mi madre y me llamó la atención que el taxista no llevara una foto de Hafez al Assad. Entonces le pregunté por qué no la llevaba. Se asustó un poco y miró a mi madre. «¿Tu hija es de los mujabarat (servicios secretos del régimen)?», preguntó. Durante mi adolescencia tenía la sensación que los taxistas eran de los mujabarat, la gente no decía nada en los taxis. Después de la revolución he descubierto algo muy sorprendente para mí. Cada noche iba un local de Beirut con amigos para hablar de lo que estaba pasando en Siria. Un día mi ya exmarido estaba en Damasco me llamó y me pidió ir a Siria con urgencia. Fui para verle durante dos días, y me mostró varios papeles con toda la conversación en detalle. Sabía que estaba Hizbola pero no me imaginaba tal represión para que grabaran toda la conversación. Me pidió que tuviera cuidado con lo que decía porque él seguía en Damasco. Ese miedo es también algo psicológico.

Desde hace un tiempo hay touroperadores para visitar Siria y hacer turismo de guerra...

Eso es horrible. Los turistas van a la zona controlada por Assad y Rusia. Es una suerte de normalización de las relaciones. Ahora hay millones de sirios que tienen prohibido entrar de vuelta al país. Por ejemplo, hay directores de cine que utilizan las ciudades destruidas para decir mentiras como que el régimen lucha contra el terrorismo. Utilizar esa destrucción para fomentar el turismo o un cine de ese estilo lo encuentro inhumano.

En estos nueve años varios autores occidentales han publicado libros sobre Assad, los sirios, Daesh… Pero en las librerías españolas apenas hay autores sirios.

Sí. La primera razón es el lenguaje, la mayoría de los sirios que han dejado el país no hablan más allá del árabe. En el sistema del régimen se aprende un poco de inglés o el francés en el colegio pero no es nada. Llegamos a la universidad sin la capacidad de poder expresarnos. Su política consistía en aislar al pueblo, no darle el medio de comunicarse con Occidente. Después los intelectuales no hablan la lengua del país en el que se refugian, manteniendo la idea de retornar a Siria en dos o tres años por lo que no se esfuerzan en aprender la lengua. Conozco a un sirio que reside en Madrid desde hace seis años. Le pregunté hace dos semanas que por qué no hablaba nada de español, y me decía que porque perdía la paciencia muy rápido.

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