Pedro Rodríguez - DE LEJOS

Historia de dos muros

En una ciudad pensada como escaparate de la democracia, la Casa Blanca es una fortaleza

Pedro Rodríguez

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Durante mucho tiempo, se ha especulado sobre los motivos ocultos en el diseño de la capital Washington D.C. Su monumental trazado ha inspirado teorías para todos gustos: desde conspirativos pentagramas masónicos hasta un esfuerzo deliberado por intimidar a enemigos extranjeros. Sin embargo, lo más cierto quizá sea lo más evidente: se trata de una ciudad diseñada ex novo como escaparate para la pionera democracia americana.

El centro de la capital federal fue ideado por el ingeniero franco-americano Pierre L’Enfant cuando los Founding Fathers, obsesionados con la tradición clásica de Atenas y Roma, decidieron que necesitaban un nuevo capitolio. George Washington, agrimensor antes que primer presidente de Estados Unidos, delimitó los terrenos junto al rio Potomac y en 1791 se encomendó a L’Enfant el ambicioso proyecto.

El irascible Pierre L’Enfant fue cesado en 1792, llevándose consigo sus planes originales para el Distrito de Columbia. Aunque se dice que un negro libre llamado Benjamin Banneker, que había trabajado en el estudio topográfico de la ciudad, consiguió en cuestión de dos días reproducir de memoria el proyecto cargado de simbolismo.

L’Enfant estaba obsesionado con crear una ciudad icónica que reflejase el nuevo sistema político de la nueva nación. Por eso, los cuatro grandes cuadrantes de Washington D.C. tienen como punto principal de intersección el Capitolio, sede del Legislativo federal. Todo un contraste con respecto al diseño de las capitales europeas centrado en la monarquía y aristocracia.

Otros importantes edificios oficiales de Washington D.C., empezando por la Casa Blanca, también se encuentran en la intersección de amplias avenidas y parques. Con el resultado de vistas espectaculares y facilidad de movimiento, incluso para expresar el descontento popular a través de manifestaciones.

Ante toda esa tradición de urbanismo republicano, contrasta la expansión del perímetro de seguridad en torno a la Casa Blanca. Proliferan las vallas y las barreras de hormigón en torno al número 1.600 de la Avenida Pensilvania, que cada día recuerda más a la fortificada Zona Verde de Bagdad que a la Casa del Pueblo ideada por Pierre L’Enfant.

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