Jeremy Corbyn quiere reinar en el laborismo después de muerto

Pese al batacazo, el todavía líder de los socialistas británicos busca dirigir su sucesión desde la cúspide, y evitar así un volantazo hacia la moderación

El líder de los laboristas, Jeremy Corbyn, en la noche electoral Reuters
Ramón Pérez-Maura

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Fueron muchos los sorprendidos por el hecho de que Jeremy Corbyn no dimitiese inmediatamente el jueves por la noche -o, al menos, el viernes por la mañana- después de reconocer el batacazo electoral histórico del Partido Laborista. Su formación no había tenido un descalabro mayor desde 1935 y entonces era un partido nuevo, con muy escasa experiencia. Fue fundado en Londres el 27 de febrero de 1900 y en 1935 sólo había alcanzado el poder dos veces con un Gobierno de minoría en 1924 que no llegó a durar 10 meses y en coalición con el llamado Laborismo Nacional entre 1929 y 1935. En todo ese tiempo, solo hubo un primer ministro laborista: Ramsay MacDonald.

El laborismo surgió de una conjunción de intereses entre los varios partidos socialistas que había a finales del siglo XIX y los sindicatos, que eran una fuerza más relevante. Consiguió superar al Partido Liberal como principal fuerza de oposición al Partido Conservador a principios de la década de 1920. Formó parte del Gobierno de coalición liderado por sir Winston Churchill durante la Segunda Guerra Mundial y salió de ella como el ganador de las primeras elecciones de la posguerra en 1945, sin duda la derrota más humillante del Partido Conservador en toda su historia: Churchill ganó la guerra mundial y perdió las elecciones.

La situación del Partido Laborista en 2019 es radicalmente diferente a la que vivió Ramsay MacDonald cuando sufrió en 1935 la peor derrota de su formación casi igualada por la de esta semana. Hoy es un partido con mucha experiencia de Gobierno que ha tenido numerosos primeros ministros y sólo en los años que Jeremy Corbyn lleva en el Parlamento ha tenido otros cinco líderes aparte de él mismo. Dirigentes de corrientes políticas muy diferentes dentro de la izquierda.

Aprender de los ochenta

Todo parece indicar que el objetivo de Corbyn es intentar dirigir la elección del nuevo líder del partido, de la misma forma que James Callaghan intentó orientar la elección de su sucesor en 1980. Él quería un moderado europeísta al frente del laborismo. Urge dejar claro que fracasó. El elegido por la bancada parlamentaria fue Michael Foot, el dirigente más izquierdista que ha tenido el laborismo hasta la llegada de Corbyn. Y Corbyn entró en el Parlamento en las elecciones de 1983, bajo el liderazgo del propio Foot. Callaghan tenía prisa por gestar la elección de su sucesor porque se había puesto en marcha la creación de una suerte de colegio electoral laborista que estuvo en vigor durante décadas y en el que los sindicatos tenían más poder que los diputados o los afiliados al partido. Y los sindicatos estaban alineados en la izquierda radical del partido. Pero aunque Callaghan no consiguió que le sucediese el candidato al que apoyaba, Denis Healey, sí evitó el que todos temían y que sin duda hubiera sido el elegido si el colegio electoral laborista hubiera estado ya en funcionamiento: el vizconde de Stansgate, también conocido como Tony Benn, el típico aristócrata que necesita hacerse perdonar su nobleza hereditaria, aunque tampoco era un gran linaje porque el título le fue otorgado a su padre. Por cierto, el derrotado Denis Healey estuvo encantado de ser creado barón Healey por la Reina.

Como muy bien ha recordado Tom Harris en «The Daily Telegraph», aunque la historia no sea uno de los principales intereses de Corbyn, seguro que conoce el intento de Callaghan de dirigir su sucesión y pretende aprender del fracaso de aquel para que a él no le pase lo mismo. Como hemos contado en estos días, el más firme aliado de Corbyn en la dirección del partido es John McDonnell, el canciller del Exchequer en la sombra. Ante la evidencia de que el partido marchaba hacia el desastre, lo que se filtraba desde sus propias filas en los últimos días era que McDonnell asumiría la jefatura hasta la elección del nuevo líder. Corbyn ha querido ahorrarle ese sufrimiento porque aunque el papel más duro tras una derrota es que el jefe de la tropa siga liderando a sus hombres para sacarles del embrollo -en el campo de batalla sería para salvar su honor y sus vidas-. Corbyn se ha prestado a ello a pesar de que puede llegar a ser una experiencia humillante.

¿Qué busca? ¿Por qué tanto heroísmo? La misma noche de las elecciones Corbyn dijo que no volvería a ser candidato y McDonnell que él tampoco sería candidato a suceder a su amigo. Pero probablemente lo que ambos están buscando es controlar el proceso de sucesión situando al frente del partido a alguien que es leal a uno de ellos. Y esa opción sólo deja una cosa clara: el Partido Laborista no giraría al centro. Porque como ya hemos explicado, Corbyn y McDonnell son una combinación de libro. O, mejor dicho, de enciclopedia: Corbyn es marxista y McDonnell es leninista. Es difícil encontrar una pareja mejor ajustada.

«La culpa es de los medios»

Las elecciones del pasado jueves dejaron claro que el proyecto socialista del siglo XXI del Partido Laborista ha descarrilado. Pero los trenes que descarrilan son devueltos a la vía ferroviaria aunque se requiera mucho esfuerzo para ello. Y Corbyn y McDonnell creen que pueden hacerlo porque piensan que los medios de comunicación les han tratado con hostilidad. Una semana -más- en Londres viendo las noticias de la BBC, ITV, Channel 4 y Sky News deja ver lo muy poco objetivos que son los informativos televisivos -los de mayor impacto de los medios clásicos-. Sí, es cierto que varios de ellos recogieron declaraciones de Corbyn en el pasado, cuando defendía a la Unión Soviética -literalmente-, pero el partidismo anti conservador que destilan muchos medios es preocupante desde un criterio meramente profesional. Pero Corbyn les culpa de su derrota porque él cree en unos medios de comunicación controlados por el partido. Y, aún así, tiene el respaldo de muchos periodistas.

Así que Corbyn cree que aunque los medios de comunicación hayan derrotado su proyecto -el Partido Conservador pasaba por allí y no hay que atribuirle ningún mérito porque según la derrotada dirección laborista, son unos incompetentes- de las cenizas de su proyecto surgirá un ave fénix. No puede ser de otra forma. Sus políticas eran las correctas. Lo que pasa es que los medios impidieron que las diera a conocer.

Los visionarios de todas las ideologías saben que ellos son un mero intermediario en la consecución del objetivo final.

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