De «Heisei» a «Reiwa»: tres décadas de cambios bajo el sol naciente

Tras la transformación del país con su padre, Naruhito tiene retos como la crisis demográfica y económica y la desigualdad de género

Pablo M. Díez

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La nueva era «Reiwa» («Bella armonía») del Emperador Naruhito cierra la época de su padre Akihito, denominada «Heisei» («Consiguiendo la paz»). Desde que este sucedió también a su padre, Hirohito, en 1989, Japón ha vivido tres décadas de cambios que lo han convertido en una de las primeras potencias del mundo. Pero en el horizonte se barruntan serios problemas que amenazan al reinado de Naruhito.

El más grave es el estancamiento que sufre la economía desde mediados de los 90. Cuando Akihito subió al Trono del Crisantemo, en Japón crecía una burbuja inmobiliaria y tecnológica que estalló poco después, acabando con el sistema de «trabajos para toda la vida» que ofrecían corporaciones como Toyota o Sony.

Igual de drásticos han sido los cambios en la política internacional. Hace 30 años, su principal vecino, China, era todavía un país pobre que intentaba abrirse al mundo. Pero en 2010 superó a Japón como segunda economía del planeta en términos brutos, sustituyendo también a Estados Unidos como su principal socio comercial. En este tiempo, su comercio bilateral se ha multiplicado por diez hasta llegar a los 35 billones de dólares (31 billones de euros), por encima de los 24 billones de dólares (21 billones de euros) que suma el estadounidense.

Luchando por conservar su posición frente al auge chino, Japón se lucirá ante al mundo este año con la Copa del Mundo de Rugby y, el próximo, con los Juegos Olímpicos de Tokio, que prometen ser los más espectaculares de la historia. Atraídos por tan magno acontecimiento, que dará lustre a la era «Reiwa» de Naruhito , se espera que en 2020 visiten el país 40 millones de turistas.

Pero el monarca tendrá que lidiar con una pérdida de súbditos por la crisis demográfica que sufre Japón. Con 126 millones de habitantes en la actualidad, la población sigue descendiendo por la baja natalidad. Tras alcanzar su pico de 128 millones hace una década, se va acercando a los 123 millones que había cuando Akihito subió al Trono del Crisantemo.

Otro de los problemas que tiene Japón, y que Naruhito ha sufrido en la Familia Imperial, es el machismo, que no solo veta a las mujeres en la línea de sucesión, sino que lastra la vida laboral. Según el Foro Económico Mundial, este país se situó el año pasado en el puesto 110 de 149 naciones sobre igualdad de género. Y, a tenor de una encuesta del Ministerio de Trabajo, solo el 11,5 por ciento de las mujeres ocupan puestos directivos o superiores en empresas con diez empleados o más.

«Apoyo que haya una emperatriz porque adherirse a un emperador de línea masculina es una rémora del pasado por la dominación del macho», analiza para ABC Ikuyo Matsumoto, profesora de la Universidad de Yokohama especializada en ceremonias de entronización. Nacida en 1974, en plena eclosión económica, ha vivido ya bajo tres eras imperiales: la «Showa» de Hirohito, la «Heisei» de Akihito y la «Reiwa» de Naruhito . Entre los retos que este deberá afrontar, Matsumoto destaca que «internacionalmente, se considera que Japón experimenta una era pacífica y estable», pero recuerda que «hay problemas internos, como los desastres naturales, el terrorismo religioso y las dificultades para conseguir un buen trabajo por la larga recesión, que han hecho que la vida de los japoneses no sea tan brillante».

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