Francisco de Andrés

¿A qué esperan para invadir Hong Kong?

El lema en Pekín parece ser aguantar hasta la llegada de un demócrata a la Casa Blanca

Den Xiaping llegó al poder en 1979 como heraldo de un nuevo tiempo de apertura económica y política en China. En 1989 no le tembló el pulso para enviar los tanques a la plaza de Tiananmen tras poco más de dos meses de protestas. Hong Kong lleva casi seis meses manifestándose en las calles –y en el caso de los estudiantes y jóvenes de un modo cada vez más organizado y provocativo– y el gobierno central comunista no parece inmutarse. ¿Es acaso el presidente Xi Jianping, al que la prensa extranjera calicaba poco antes de autoritario y sin escrúpulos, más timorato que los anteriores? ¿A qué espera para dar la orden de invadir y reprimir con mano dura?

«Si no quieres que nadie se entere, no lo hagas», reza un proverbio chino. Ese es el problema para Xi, que necesita Hong Kong como baza insustituible de su estrategia geopolítica para convertir a China en superpotencia económica a base de vender –sin comprar– y atraer recursos financieros. Una intervención militar en la excolonia británica significaría en estos momentos romper definitivamente las negociaciones comerciales con Estados Unidos y ahuyentar a los inversores. Por Hong Kong, principal plaza financiera de Asia, entra el 70 por ciento de las inversiones que luego llegan al continente chino.

Golpear en la excolonia –y hacerlo solo podrá ser de modo cruento– significaría demostrar que el compromiso adquirido en su día de aceptar un foco de libertades en el corazón mismo de sistema es, en realidad, un cuento chino. Y no ha llegado el momento de romper la ilusión. Detrás de Estados Unidos vendría la ruptura con los europeos y con otros continentes. El cerco a la politica tentacular de Pekín sería un duro revés a los proyectos de Xi.

Así que lo que se impone es el ejercicio de la paciencia, una virtud que adorna la milenaria cultura china. Al menos hasta que cambien los vientos en la Administración norteamericana. Pekín juega con la hipótesis de una victoria demócrata el año que viene porque todos los candidatos de ese partido invocan el diálogo, Los chinos «no son mala gente», predica el favorito, Joe Biden.

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