Claves de Latinoamérica

La Cumbre de las Américas nació con la democracia en el continente, languidece con su declive

La Cumbre de las Américas nació con la democracia en el continente, languidece con su declive

AFP

Emili J. Blasco

La IX Cumbre de las Américas se celebrará en Los Ángeles del 6 al 10 de junio y aún no está claro qué presidentes acudirán a la cita que debiera reunir a todos los países del hemisferio occidental. Estarán la mayoría, pero la ausencia tanto de los países en principio no invitados por el anfitrión estadounidense (Cuba, Venezuela y Nicaragua), como de los presidentes que desean protestar por ese veto (los de México y Bolivia, según de momento han anunciado; el de Brasil dice que no asistirá, aunque no como protesta) pone en cuestión la salud y la propia continuidad de este foro regional.

La Cumbre nació en 1994, por iniciativa de Bill Clinton , cuando el mundo vivía una ola democratizadora. Había caído el muro de Berlín y junto a las nuevas democracias que surgían en el Centro y Este de Europa, también en Latinoamérica se generalizaba el fin de dictaduras militares y otros regímenes autoritarios, al tiempo que cesaban algunas guerras civiles. Maduración de esa expansión democrática fue la firma en 2001 de la Carta Democrática Interamericana, que venía a remachar ese «momentum».

Un buen formato

Durante casi tres décadas el formato de encuentros funcionó bastante bien, con citas cada tres o cuatro años . La ambición inicial en la mente estadounidense, compartida por muchos gobiernos, era avanzar hacia un Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA) –era el tiempo histórico del gran impulso globalista–, pero la llegada a la presidencia venezolana de Hugo Chávez en 1999 y de otros mandatarios afines a lo largo de la siguiente década abortó la integración comercial a nivel hemisférico. No obstante, la Cumbre siguió sirviendo como foro en el que todos podían reunirse, dialogar y visibilizar alianzas, con una creciente importancia además de actividades paralelas de entidades de la sociedad civil y del mundo empresarial.

Cumbre de las Américas, celebrada en Panamá en 2015

Punto formalmente culminante fue la VIII Cumbre, celebrada en Panamá en 2015, en la que por primera vez se sumó Cuba. Aunque independiente de la Organización de los Estados Americanos (OEA), en realidad esta última entidad, que no cuenta con una reunión de presidentes (su asamblea general anual es a nivel de ministros de Exteriores), ha venido actuando de secretaría de las cumbres y el tono vital de ambas plataformas ha estado muy acompasada.

Regímenes autoritarios y populistas

El esquema se sostuvo mientras el contexto internacional forzaba a adoptar los tradicionales estándares de la democracia liberal como sistema político «por defecto». Pero con el progresivo deslizamiento hacia la dictadura, ya sin complejos, de Venezuela y Nicaragua (junto a la falta de apertura de Cuba) y la adopción de tics autoritarios de los presidentes de Bolivia, El Salvador y en cierta medida de los de Brasil y México, se ha comenzado a socavar el marco conceptual en el que se asentaba tanto las Cumbres de las Américas como las últimas décadas de vida de la propia OEA.

La Cumbre sobrevivió a las embestidas «antiimperialistas» de Chávez, Correa y Morales, porque a pesar de su populismo estos seguían sintiendo la conveniencia de legitimar su poder en unas elecciones aparentemente libres y competitivas. Pero esto claramente ya no es así con Maduro y Ortega. Por otra parte, el populismo de diferente signo se ha ido instalando sin necesidad de autojustificarse. El populista Trump dañó seriamente la Cumbre de las Américas al no acudir a Lima en 2018 . Sin el presidente de Estados Unidos entonces, o sin los presidentes de México y Brasil como puede suceder ahora, el foro queda devaluado y no responde a su nombre.

La ausencia de Trump se explicó porque en aquellos días la Casa Blanca estuvo concentrada en una operación de castigo con bombardeos contra Siria, que ocurrieron durante la Cumbre, pero aquella Administración había ya mostrado poco interés por el multilateralismo hemisférico y posiblemente podía haber agendado el ataque para unos días después.

Gestiones de Biden

Es cierto que el poder y la influencia de Estados Unidos en el mundo, también en su continente, eran en 1994 mayores de lo que lo son hoy. Pero en la presente crisis probablemente pesa más el momento político regional de pérdida del contexto de «coacción democrática», donde el populista y autoritario cree tener patente para actuar sin tener que dar explicaciones internacionalmente. Nos encontramos en un fin de gran ciclo en Latinoamérica, que está experimentando cómo lo que en realidad ha sido una «ventana democrática» en el mundo se está cerrando sin que muchos países hayan avanzado en solidez de valores civiles y en fundamentación institucional.

Joe Biden ha intentado atraer a los posibles presidentes disidentes anunciando la semana pasada algunas medidas de gracia hacia los regímenes de Cuba y Venezuela, y su equipo se está volcando estos días en conseguir tanto que el mexicano López Obrador vaya a Los Ángeles como ese frente contrario no se extienda también a los presidentes de Argentina, Chile y Honduras, que también ha mostrado preocupación con la «selección» de invitados hecha por la Casa Blanca.

No obstante, más allá de quienes estén en la Cumbre la próxima semana, el verdadero pulso gira en torno a la OEA. Y esa es una batalla de fondo y más larga. Y aquí sí que el menor peso de Estados Unidos en su entorno regional sí influye, y mucho.

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