Compañeras de madrasa, cómplices del asesinato de la joven bangladesí quemada viva

Nusrat Jahan Rafi había denunciado al director de su escuela religiosa por acoso sexual

Nusrat Jahan Rafi, en una foto facilitada por la familia ABC

Francisco de Andrés

Dos datos del brutal asesinato de la joven bangladesí Nusrat Jahan Rafi , quemada viva en la azotea de una escuela religiosa por denunciar acoso sexual, contribuyen a crear confusión y vergüenza en la opinión pública de la cuarta nación musulmana más poblada del mundo. Por un lado las protestas públicas en su localidad, cerca de la capital, que en su día exigieron la liberación del acosador y autor intelectual de la muerte de Nusrat –director de la escuela religiosa a la que acudía la joven–, que nadie consideró anormales. Por otro, la presunta colaboración de compañeras de la madrasa en el espeluznante asesinato, ante la negativa de Nusrat a retirar la acusación contra el profesor que quiso abusar de ella.

El alto grado de pobreza y analfabetismo en Bangladés no sirven para explicar el clima ominoso de discriminación y abuso contra la mujer . Es un problema cultural, en el sentido más amplio del vocablo. Y en último término un drama de la cultura islamista, especialmente presente en regímenes fundamentalistas –como el saudí– o laicos cobardes como el bangladesí o el paquistaní que no quieren plantar cara a la doctrina que propalan sus predicadores salafistas y las madrasas.

Sus doctrinas de sometimiento de la mujer al varón empapan la mentalidad de un sector del pueblo y la legislación civil basada en la Sharía , la ley islámica. La misma que establece que el testimonio judicial de una mujer vale la mitad que la del varón, o justifica el matrimonio con niñas y la violencia doméstica.

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