Los chalecos amarillos se convierten en un fenómeno turístico

Muchos tienen cierto éxito entre los turistas más acomodados y sedientos de «aventuras»

Marché d Aligre y Chalecos amarillos en Saint Germain Juan Pedro Quiñonero

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Entre otras dimensiones, la franquicia de los chalecos amarillos también se ha convertido en un fenómeno turístico, con cierto éxito en algunas de las plazas más «chic» de París.

Mientras las «manifas» y cortejos de protesta siguen con sus cosas, en París y muchas ciudades de provincias, con estallidos de violencia más o menos «soft», en el barrio más cosmopolita de París, el de Saint-Germain-des-Pres, ante la legendaria iglesia del siglo XII, muchos chalecos amarillos tienen cierto éxito entre los turistas más acomodados y sedientos de «aventuras» .

Cada sábado, durante varias horas, varios desfiles de chalecos amarillos recalan por Saint-Germain, bien «escoltados» por los anti disturbios. Algunos militantes o publicitarios amarillos no dudan en presentar sus pancartas muy «agit - prop» a los turistas que toman café o una copa en alguno de los lugares emblemáticos del barrio, como son el Café de Flore, el Café Les Deux Magots o el restaurante Lipp.

Foto: Juan Pedro Quiñonero

Los antidisturbios tienen controladas todas las esquinas, pertrechados contra cualquier violencia. Pero, cuando todo va bien, no pocos chalecos amarillos llegan a discutir con turistas japoneses o norteamericanos, que aprovechan la oportunidad para fotografiar a la tropa amarilla o sus pancartas presumiblemente “incendiarias”.

Camareros y anti disturbios dejan hacer, contemplando el espectáculo turístico de nuevo cuño, entre inofensivo (no siempre) y publicitario. Los chalecos amarillos parecen convencidos que sus proclamas terminarán teniendo éxito entre la tropa turística. Los turistas más jóvenes e «inquietos» descubren una versión «tradicional» del «París de siempre»: manifestaciones más o menos «divertidas», protestas callejeras que no siempre terminan en estallidos de violencia, una «agitación» canalizada por los servicios de seguridad del Estado, cuando la crisis no termina en enfrentamientos a padradas, estacazos y gases lacrimógenos. Pero esa es ya otra historia, menos turística.

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