Francisco de Andrés

La bomba de relojería china

El gigante asiático se hará viejo antes de hacerse rico

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Cuando en un sistema social algo va mal –y siempre algo acaba yendo mal– la única válvula de escape que queda al pueblo son las urnas. Por eso, el sistema personalista y dictatorial que está sellando en China el presidente Xi Jinping está abocado al desastre. En el corto plazo, la sensación de poder estable en el país más poblado del mundo ofrece resultados en apariencia deslumbrantes. Una economía que avanza como una locomotora, con una agresiva estrategia de corte capitalista. Y una sensación de poder y amenaza en el terreno geoestratégico, que es capaz de tutear a Estados Unidos en el mar de China, en el sureste asiático y hasta en América Latina.

Pero en el terreno interno, China es una bomba de relojería por el incremento de la represión de las libertades, la ingeniería social del «hijo único» y los diques que está levantando el «nuevo emperador» para evitar que las jóvenes generaciones del partido comunista lleguen a hacer sombra a su figura estelar y omnipresente. Desde su llegada a la Presidencia del Estado en 2013 –con 2.952 votos a favor, uno contra y tres abstenciones–, Xi Jinping, de 65 años, ha desplegado una visión imperial, que busca ansiosamente éxitos en el terreno externo para alimentar su leyenda. Xi quiere morir en el trono de Pekín, como Mao Tse-Tung. Y la primera víctima de esa pretensión ha sido la ruptura del límite de mandatos, que permitía antes cierta esperanza de cambio en el interior del sistema comunista con cada relevo del líder.

La segunda víctima del emperador comunista ha sido la contestación política, con un nivel de persecución de disidentes inédito desde la era de Mao. China ha enmudecido. Y China envejece. La política demográfica de «hijo único» ha llevado a un nivel aún no cuantificado pero descomunal de feminicidios, que explica el actual desequilibrio en favor de los varones y la falta de novias. «China se hará vieja antes de hacerse rica», es el nuevo proverbio del refranero popular.

Pocos trazos de este panorama sombrío se perciben en el fragor del pulso que hoy libran China y Estados Unidos, los dos nuevos protagonistas de la nueva Guerra Fría. La batalla se libra no solo en el comercio, sino también en el terreno de las nuevas tecnologías, los submarinos, la producción cinematográfica y hasta en la exploración de la Luna, Si en la pelea uno cae, caerá el otro. Como recuerda «The Economist», a finales de los años 80 el comercio bilateral entre EE.UU. y la URSS era de 2.000 millones de dólares al año. Hoy, el comercio entre la superpotencia norteamericana y el gigante asiático es de 2.000 millones de dólares...al día.

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