ENTREVISTA

«Alemania debe devolver ahora el apoyo que recibió de Europa para la reunificación»

El historiador Heinrich August Winkler reflexiona sobre su país al cumplirse hoy los 30 años de la caída del Muro de Berlín

Heinrich August Winkler ABC

Rosalía Sánchez

El libro que se ha convertido en un best seller alemán, en este 30º aniversario de la reunificación, comienza recordando la frase pronunciada el 3 de octubre de 1990 por el entonces presidente de Alemania, Richard von Weizsäcker : «Ha llegado el día en el que, por primera vez en la historia, toda Alemania ha encontrado su lugar entre las democracias occidentales». Así da comienzo una reflexión sobre la tensión sostenida que a lo largo de la historia del país han mantenido entre sí los conceptos de unidad y de libertad, para concluir que solo tras la caída del Muro de Berlín y el reencuentro de las dos Alemanias pudieron cobrar la unidad y la libertad una entidad conjunta.

El autor de este libro, «Wie wir wurden, was wir sind» (Cómo nos convertimos en lo que somos), es Heinrich August Winkler , prestigioso historiador berlinés ligado a la Universidad Humboldt, que en la primavera de 1945 tenía seis años y que en mayo de 2015, en su discurso institucional en los actos conmemorativos del 70º aniversario del final de la II Guerra Mundial, quiso fijar un final abierto de la historia, al afirmar que cada generación encontraría su propio enfoque de la historia alemana. Hoy Winkler subraya que el éxito de la reunificación no habría sido posible sin el apoyo de las democracias occidentales y explica por qué los alemanes orientales siguen calificando ese proceso en las encuestas como «incompleto».

«El éxito tuvo mucho que ver con el hecho de que, a diferencia de la República de Weimar, la democracia en la República Federal se basaba conscientemente en muchos aspectos en el ejemplo de las democracias anglosajonas. En el Consejo Parlamentario de Bonn, que redactó la Ley Fundamental en 1948/49, los supervivientes de Weimar sacaron conclusiones antitotalitarias de la catástrofe alemana. Nunca debería volver a haber una dictadura, pero tampoco debería volver a haber una democracia neutral respecto a su propia vigencia», justifica la necesidad de que las democracias se protejan de los enemigos internos. «En la zona de ocupación soviética y más tarde en la RDA, solo se extrajeron las llamadas conclusiones antifascistas de la catástrofe alemana. Aquel antifascismo se correspondía perfectamente con la autoevaluación del Partido Comunista, que había vivido los años del “Tercer Reich” en el exilio en Moscú y ahora se sentía parte del campo victorioso. Inocularon la idea de que el gran capital y la propiedad territorial eran los partidarios del fascismo y partiendo de esa asociación procedieron a la expropiación de la propiedad y la industria a gran escala, sin un examen autocrítico del pasado nacional».

Desafío nacional alemán

A la gran pregunta que sobrevuela este 30º aniversario, sobre el incuestionable crecimiento de movimientos políticos y sociales antieuropeos, antiextranjeros y nacionalistas en los Bundesländer orientales, Winkler responde que «en la población de Alemania del Este, la antigua visión nacional alemana de la historia, como era común en la Alemania guillermina y la República de Weimar , puede continuar viviendo sin ser cuestionada. Cualquiera que se pregunte sobre los lemas que Pegida utilizó en Dresde en los últimos años encontrará una explicación de lo que a primera vista parece ser una continuidad paradójica de los prejuicios nacionales y antioccidentales alemanes. Por eso AfD es relativamente fuerte en el Este: apela al desafío nacional alemán, que apenas pervive en Alemania Occidental, pero que es mucho más presente en los nuevos estados».

Su propia vida, que relata detalladamente en una autobiografía en cinco tomos de próxima publicación, es testigo de cómo el pueblo alemán deseó desde el primer momento la reunificación y el régimen comunista la hizo imposible durante décadas. « Stalin murió en marzo de 1953, el tiempo de Chruschtschow, la dinámica totalitaria que describió Richard Löwenthal consistía en el terror de las masas y en una obsesión tecnocrática por superar económicamente a la Alemania occidental, asentada solamente sobre el control de la población a través de la Stasi.

En su exitoso ensayo, en el que resume la historia alemana en 232 amenas páginas, defiende que la «cuestión alemana» pasó a ser la «cuestión europea» tras la caída del Muro y dice también que «la crisis de la unión monetaria fue solamente una de las crisis de la UE en la segunda década del siglo XXI», situándola al mismo nivel que la llegada de gobiernos nacionalistas a Hungría y Polonia y por detrás del Brexit.

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