El presidente de Sudán del Sur, Salva Kiir
El presidente de Sudán del Sur, Salva Kiir - afp

El Gobierno de Sudán del Sur rubrica el acuerdo de paz

El origen de la ola de violencia se remonta a finales de 2013, cuando el actual presidente, Salva Kiir, de la etnia dinka, acusó a su histórico rival político, el exvicepresidente Riek Machar, de la etnia nuer, de planear la toma del poder por la fuerza

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

El pasado día 17, las lágrimas se deshacían en ríos en la mejillas de Rebecca Nyandeng De Mabior. Su agonía parecía justificada: Tras veinte meses de cruentos combates y a pesar de que el acuerdo parecía próximo, finalmente, el pacto para poner fin al conflicto de Sudán del Sur se había roto desde el núcleo.

Ese día, en la capital etíope, Adis Abeba, los grupos rebeldes leales al exvicepresidente Riek Machar habían rubricado el pacto para poner fin a las hostilidades, según aseguraba a ABC James Gadet Dak, portavoz de las fuerzas opositoras, a los pocos minutos de producirse el acuerdo. Sin embargo, el Gobierno de Juba anunciaba que se otorgaba un margen de 15 días para consultar el texto y el presidente de Sudán del Sur, Salva Kiir, decidía por sorpresa no rubricar el tratado. Acuerdo sí, pero solo al 50 por ciento.

A solo unos segundos de tocarse con los dedos, la paz se derretía. Rebecca Nyandeng De Mabior, esposa del histórico padre de la patria sursudanesa, el fallecido John Garang, no podía contener su desesperación. Sus lágrimas eran las de un pueblo hastiado por un conflicto eterno.

Ahora, apenas una semana después, y cuando los tambores del conflicto (y de las sanciones internacionales) volvían a escucharse en Sudán del Sur, es tiempo de nuevo para la paz.

Ayer, finalmente, el presidente Salva Kiir optó por el sentido común y por la firma definitiva de un acuerdo que debe poner fin a un conflicto que se prolonga desde diciembre de 2013.

Solo unos días después de su rabieta, en un acto celebrado en la capital del país, Juba, el mandatario plasmaba su rúbrica en un documento que hasta hoy se encontraba huérfano,

El origen de la ola de violencia se remonta a finales de 2013, cuando el actual presidente, Salva Kiir, de la etnia dinka, acusó a su histórico rival político, el exvicepresidente Riek Machar, de la etnia nuer, de planear la toma del poder por la fuerza, lo que degeneró en enfrentamientos armados en amplias regiones del país.

El acto de concordia, eso sí, ya comenzaba a resbalarse en las manos: en vista de la falta de quórum, Estados Unidos había advertido, incluso, que adoptaría medidas de «presión» (sanciones) si ambas partes no llegaban a un pacto antes de comienzos de septiembre.

Pero que nadie se engañe, la palabrería todavía tiene que ser refrendada con actos. Sobre todo, por las fuerzas reacias a colaborar. En este sentido, dos de los principales actores rebeldes del conflicto, los comandantes Peter Gatdet y Gathoth Gatkuoth, han mostrado ya su negativa a reconocer cualquier acuerdo que incluya al presidente Kiir y al exvicepresidente Machar en el liderazgo del Gobierno unidad nacional.

«Son símbolos de odio, la división y el liderazgo fracasado (…) Ambos líderes fueron responsables de iniciar la crisis», asegura Gatkuoth, quien se escindiera precisamente en julio de la amalgama de rebeldes bajo la figura de Machar.

De momento, la propuesta de los negociadores implicaba la creación de un Gobierno de unidad (donde Machar actuaría de vicepresidente) de 30 meses de duración. Concluido ese plazo, se celebrarían elecciones con la posibilidad de que ambos políticos presentaran su candidatura.

«Ésta es sola una lucha por el poder», recordaba recientemente a ABC el líder opositor Lam Akol, quien lamentaba que estas conversaciones de paz no fueran inclusivas con todos los grupos. «Kiir y Machar son culpables de la actual crisis, así como la vieja cúpula que se sublevó (…) Estamos en el filo (del abismo). Si esta guerra continúa por uno o dos años más, será un desastre», advertía el ahora líder de la oposición política.

Ver los comentarios