Una mujer nepalí traslada sus pertenencias un día después del nuevo terremoto, en Chautara, Nepal
Una mujer nepalí traslada sus pertenencias un día después del nuevo terremoto, en Chautara, Nepal - efe

Los nepalíes viven al raso por temor a que se caigan sus casas

El nuevo seísmo provocó nuevos corrimientos de tierra y avalanchas

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Como si fuera una pesadilla interminable, decenas de miles de nepalíes siguen acampados al raso tras el potente terremoto del martes. Más que por su número de víctimas, que asciende a 96 muertos y 2.374 heridos, su inesperada intensidad, de 7,3 grados, ha metido el miedo en el cuerpo a los supervivientes de la primera catástrofe, que no se atreven a volver a sus casas por temor a que se desplomen en nuevas réplicas.

«Estamos todos muy asustados y hemos pasado la noche fuera de nuestras casas», explicaba ayer a ABC por teléfono desde Katmandú Akilesh Tandukar, agente de viajes en un hotel del barrio turístico de Thamel. Según contaba, «ha habido más de cien réplicas pequeñas y la mayoría de los restaurantes y tiendas han cerrado».

Aunque el temblor no parecía haber dejado daños considerables en esa zona, plagada de locales frecuentados por «mochileros», sí había derribado edificios en otros barrios de la ciudad.

Los turistas estaban regresando a Thamel durante los últimos días, en los que habían abierto sus bares y locales de ocio, pero este nuevo seísmo puede ahuyentar a los viajeros. Como señala Akilesh Tandukar, «los treinta clientes que tenemos en nuestro hotel, Kathmandu Guest House, pertenecen a equipos de rescate y han tenido que dormir en el aparcamiento, no en sus habitaciones». Con su epicentro entre los distritos de Sindhupalchowk y Dolakha, muy castigados por el primer seísmo, este segundo temblor ha agravado las penosas condiciones de vida de los damnificados y derribado numerosos edificios. Además, ha provocado nuevos corrimientos de tierra que han cortado carreteras y otra avalancha en el valle de Langtang, que quedó sepultado bajo un gigantesco alud desatado por el primer temblor y donde se calcula que puede haber unos 300 muertos.

Anoche tampoco había sido localizado un helicóptero de los Marines estadounidenses que estaba repartiendo ayuda humanitaria en el distrito de Dolakha, y que perdió el contacto con el aeropuerto de Katmandú mientras sobrevolaba el río Tamakoshi. A bordo iban seis marines y dos soldados del Ejército nepalí, que ya están siendo buscados por 200 militares, 40 lanchas, dos helicópteros y dos aviones Osprey V-22 con rotores especiales para aterrizar y despegar verticalmente.

Para proteger de las próximas lluvias del monzón a los damnificados que han perdido sus hogares, y que ahora se cobijan bajo lonas de plástico, el viceprimer ministro de Nepal y titular de Interior, Bamdev Gautam, prometió el inminente reparto de tejados de zinc.

Pero los nepalíes, acostumbrados a desconfiar de su Gobierno por la corrupción reinante, dependen de que la ayuda internacional siga llegando una vez que la catástrofe deje de aparecer en los medios de comunicación. «La combinación de réplicas y lluvias supone un reto adicional junto a los corrimientos de tierras que han cortado algunas carreteras», alerta Miguel Ángel Rodríguez, de Cruz Roja Española. Para los próximos meses, destaca que las principales necesidades serán «cobijo, agua, alimentos y atención sanitaria, pero también apoyo psicológico porque las víctimas han sufridos dos terremotos en solo un par de semanas».

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