En la imagen el líder de la Iglesia armenia, y los presidentes de  Armenia, Rusia, Chipre y Francia colocan flores en el monumento en recuerdo de las víctimas del genocidio armenio
En la imagen el líder de la Iglesia armenia, y los presidentes de Armenia, Rusia, Chipre y Francia colocan flores en el monumento en recuerdo de las víctimas del genocidio armenio - afp

Putin advierte sobre la rusofobia en la conmemoración del genocidio armenio

Hollande, también presente en el acto, declaró tras colocar una corona que «me inclino ante la memoria de las víctimas y vengo a decirles a mis amigos armenios que no olvidaremos jamás las tragedias que su pueblo ha padecido»

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Delegaciones oficiales de todo el mundo asisten en estos momentos en Ereván, la capital de Armenia, a las ceremonias en recuerdo del millón y medio de víctimas del genocidio perpetrado por el Imperio Otomano contra el pueblo armenio hace hoy justo cien años. Entre los asistentes se encuentran los jefes de Estado de Francia, Rusia, Serbia y Chipre, François Hollande, Vladímir Putin, Tomislav Nikolic y Nicos Anastasiades, además del cantante francés de origen armenio, Charles Aznavour.

Los fastos han comenzado con un emocionado minuto de silencio bajo un cielo encapotado y una leve llovizna. El epicentro de la celebración, igual que en años anteriores, está siendo el monumento levantado con motivo de aquella tragedia en el monte Tsitsernakaberd, enclavado en las inmediaciones de Ereván.

Miles de personas están acudiendo para depositar ofrendas florales cuando finalice la ceremonia oficial.

El anfitrión, el presidente armenio, Serge Sargsián, ha subrayado en su alocución que «los armenios fueron deportados y aniquilados -por los turcos- según un plan estatal con participación directa del Ejército, la Policía, otras instituciones estatales y grupos de criminales liberados específicamente con ese fin».

Según sus palabras, «el reconocimiento del genocidio no es el tributo mundial al pueblo armenio y a sus mártires. El reconocimiento del genocidio es el triunfo de la conciencia humana y la justicia sobre la intolerancia y el odio». Sargsián llamó la atención sobre el hecho de que precisamente en abril se desencadenaran también el Holocausto judío y los genocidios en Ruanda y Camboya. Llamó a evitar que algo parecido se repita en el siglo XXI.

Hollande, por su parte, declaró tras colocar una corona junto al monumento que «me inclino ante la memoria de las víctimas y vengo a decirles a mis amigos armenios que no olvidaremos jamás las tragedias que su pueblo ha padecido».

Tomo también la palabra Putin, quien recordó que cientos de miles de armenios» salvaron sus vidas refugiándose en Rusia. «Fue precisamente la diplomacia rusa quien logró la condena internacional de la violencia contra el pueblo armenio. Ahora, estamos de luto al igual que el pueblo armenio», aseguró el jefe del Kremlin.

En su discurso Putin advirtió también contra la rusofobia, el nacionalismo radical y el antisemitismo. «Lamentablemente, ahora en muchas regiones del mundo levanta su cabeza el neofascismo, al poder llegan los nacionalistas radicales, gana fuerza el antisemitismo y vemos manifestaciones de rusofobia».

El 24 de abril de 1915 se inició el episodio más trágico en la historia del pueblo armenio. Los otomanos llevaron a cabo una auténtica limpieza étnica en los confines de un imperio que ya se desmoronaba. Los armenios, que vivían no sólo en el territorio de su actual Estado sino también en la parte noreste de lo que hoy se conoce como Turquía, fueron enviados a la fuerza hacia otras regiones más al sur (lo que años después sería Irak y Siria). Los que ofrecieron resistencia a la deportación fueron aniquilados sin contemplaciones. Otros muchos perecieron de hambre o de sed debido a las duras condiciones de los nuevos asentamientos.

Armenia calcula en un millón y medio el número de personas que murieron en lo que califica de «primer genocidio del siglo XX». Turquía, por el contrario, considera exagerada esa cifra y se niega a admitir que se tratara de una matanza premeditada. Estima que las muertes que pudo haber fueron debidas a los desórdenes que precedieron al derrumbamiento del Imperio Otomano.

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