Joe Bonamassa: «A los 12 años BB King me aconsejó que vigilara mi dinero y eso hice toda mi carrera»

El famoso bluesman se llevó al joven guitarrista de gira cuando este era solo un niño, marcándole el camino que le iba a convertir en el músico con más números uno de la historia del blues. El 20 de septiembre presenta su último disco, «Royal Tea», en un concierto en «streaming» desde Nashville en el que parte de los beneficios irán destinados a ayudar a los músicos más necesitados de la pandemia del coronavirus

BB King, junto a Joe Bonamassa en 1989, en el primer concierto de su gira conjunta
Israel Viana

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Nunca olvidará Joe Bonamassa (Nueva York, 1977) su primer día de colegio, después del verano, en septiembre de 1989. Tenía 12 años. El profesor pidió a los aumnos que escribieran una redacción sobre lo que habían hecho durante las vacaciones y él contó con todo detalle una supuesta gira con BB King , ya por aquel entonces uno de los guitarristas de blues más famosos del mundo. «¡Joe, por favor, deja de inventarte cosas en tu mundo de gominolas y fantasía!», le reprochó. «Por suerte llevaba mi pase del backstage», recordaba en «The Telegraph» el día de la muerte de su ídolo en 2015 .

Joe Bonamassa, en la actualidad ABC

Por si las moscas, también se llevó a la escuela, con mucho orgullo, la fotografía que se había hecho junto a BB King en los camerinos del Rochester Lilac Festival, en el primero de los veinte conciertos en los que el pequeño Joe teloneó al maestro al frente de su propia banda: la Smokin’ Joe Bonamassa . «Fue la primera vez que BB me vio tocar. Había unas 4.000 o 5.000 personas en el público. Todavía conservo la guitarra con la que toqué aquella noche, la cual me firmó en el escenario. Me dijo que, al escucharme tocar, se sintió intrigado por cómo un niño tan joven como yo podía tocar blues de esa manera», cuenta ahora a ABC Cultural, en una llamada telefónica desde su casa en Nueva York.

–¿Era un músico muy cercano en el día a día?

–No estábamos hablando continuamente, pero viajábamos juntos y nos veíamos todo el rato. BB era un apoyo para toda la gente implicada en la gira, con la que había formado una especie de comunidad. Así lo sentía él. Si le preguntas a los guitarristas Jonny Lang y Kenny Wayne Shepherd, te dirán lo mismo. BB King era siempre muy paternal y cariñoso con los músicos más jóvenes.

–¿Le dio algún consejo importante?

–Me dio muchos consejos sobre mujeres y sobre la carrera que yo estaba empezando. Era muy generoso en ese sentido, basándose siempre en sus propias experiencias. Pero el consejo más importante que me dio es que vigilara mi dinero. Desde entonces, eso es lo que he hecho siempre.

–King ofreció su último concierto a los 89 años, muy pocos meses antes de morir...

–¿Quieres que diga que voy a estar en la carretera hasta el día de mi jodida muerte? ¿Hasta que cave un agujero y me entierren? No creo. No voy a aguantar por aguantar, no me sentiría bien así. Si mi carrera se acabase antes, pues nada, se habrá acabado. No me preocupa, soy un tío espabilado y encontraré algo que hacer. Debemos entender que los músicos solo somos gente que entretiene, que ayuda un poco a escapar de la vida real a las personas, no el centro de sus vidas. Si aceptas eso, es más fácil encontrar otras cosas que hacer.

La incredulidad de su profesor y el asombro de King –«ni siquiera ha empezado a rascar la superficie y ya veo que tiene un potencial increíble, es de una clase especial», señaló tras el concierto de Rochester– no eran nuevos para este niño prodigio del blues, que estaba acostumbrado a dejar boquiabiertos a todos los que le veían tocar en la tienda de guitarras de su padre desde que tenía cuatro años. A los siete ya ejecutaba con soltura a los bluesman clásicos y a Jimi Hendrix. Y a los diez daba conciertos «razonablemente buenos» en los clubes de ciudades cercanas como Búfalo o Scranton. Siempre en fin de semana, claro, porque su madre le obligaba a ir a clase.

Super Nintendo

«Será una leyenda antes de cumplir los 25 años», insistió BB King en una entrevista de televisión poco después de la gira del 89. Y no se equivocó. Ese mismo año Bonamassa dio su primer concierto como profesional y la prensa rápidamente empezó a referirse a él como «el pequeño chico del blues».

–¿Recuerda su primera actuación como profesional?

–Sí, claro. Fue el 9 de noviembre de 1989, hace 31 años. ¡Fue fantástico! Las entradas valían 5 dólares y vinieron a verme unas 600 personas. Gané algo de dinero y me compré una Super Nintendo y varias pastillas de guitarra de la marca Joe Barden. En aquella época tenía todo lo que un niño de 12 años podía desear, pero lo más importante es que aquella noche me di cuenta de que eso era lo que quería hacer. Desde entonces, nunca he mirado hacia atrás ni he pensado si podría haberme dedicado a otra cosa.

–¿No pasó miedo aquel día?

–No, no sentí miedo. Nunca me he puesto nervioso en los conciertos. Sobre un escenario es donde más feliz y relajado me encuentro en mi vida.

–¿Le han dicho muchas veces en su carrera que era demasiado joven para tocar blues?

–Tengo más de 40 años y todavía hay quien me lo dice. La gente suelta mucha mierda, pero no me importa. Lo importante es que soy feliz y que aún tengo público. Supongo que habrá que ver si soy capaz de hacerlo mejor o de hacer algo nuevo.

Bonamassa siguió tocando a comienzos de los 90 y se convirtió en uno de los músicos más respetados de la escena de los clubes de blues de la costa este de Estados Unidos. En sus memorias, el manager de Frank Sinatra, Eliot Weisman , recordaba hace tres años la llamada que le hizo a su hijo Roy en 1991 desde Tokio, mientras se encontraba de gira con el famoso cantante. «¿Se puede saber qué haces en Yorkville?», le preguntó irritado, al enterarse de que había dejado sola la oficina de Nueva York. «¡Papá, no te lo vas a creer! El otro día estaba viendo el programa de televisión “Real Life with Jane Pauley” y apareció un chico tocando la guitarra. ¡Era increíble! He venido a hablar con sus padres», respondió emocionado. El padre lo llamó «loco» y arremetió contra él: «¿Pero desde cuándo eres tú cazatalentos?». El hijo, sin embargo, insistió: «El chico es un fenómeno. Es el mejor guitarrista que he visto en mi vida y solo tiene 13 años».

Weisman accedió a reunirse con la familia Bonamassa y vio en Joe a «un niño pequeño y rechoncho, pero con la mirada de un tigre». «Enseguida pensé que tenía lo necesario para triunfar», explicó. Le ofreció entonces su primer contrato y creó una banda alrededor de él, formada por los hijos de varias estrellas: Erin Davis , hijo de Miles Davis ; Waylon Krieger , hijo del guitarrista de The Doors, Robby Krieger, y Barry Oakley , hijo del bajista homónimo de Allman Brothers.

Se llamaron Bloodline (lazos de sangre), ficharon por EMI, publicaron un álbum y realizaron una extensa gira por Estados Unidos, incluidas algunas actuaciones junto a Lynyrd Skynyrd, pero no funcionó. Bonamassa parecía tener claro que él iba a ser seguir el camino que Eric Clapton marcó en los años 60 y 70 desde bandas como The Bluesbreakers, Cream o Derek and the Dominos, pero en solitario.

Y así lo hizo en cuanto fue mayor de edad, cumpliendo su sueño de que el mismo Clapton accediera a tocar con él en el Royal Albert Hall de Londres. Aquel concierto de 2009 fue memorable y muchos críticos interpretaron aquella colaboración como un gesto del autor de «Layla» para nombrarle su sucesor. «No lo creo. Pienso que simplemente le gustaba el giro que yo estaba dando hacia el blues británico y sabía lo que significaba para mí actuar con él, así que accedió. La razón de que yo eligiera la guitarra y el blues de pequeño es él. Y Eric siempre ha sido muy generoso con otros músicos de blues. Incluso apoyó a Freddy King en los 60 y Muddy Waters en los 70. Él es el genio y yo solo intento seguir sus pasos», dice.

Giras interminables

Resulta difícil creerle. En los últimos veinte años, el guitarrista ha dado más de doscientos conciertos al año por todo el mundo. Hasta hace poco tenía un piso alquilado en Nueva York donde solo pasaba cinco semanas cada doce meses. Y ha publicado 16 discos de estudio y otros tantos en directo con los que se ha convertido en el músico de blues con más números uno de la historia.

El primero, «A New Day Yesterday» (Okeh, 2000), está a punto de ser reeditado. Y el último, «Royal Tea» , lo presenta el 20 de septiembre en el legendario Auditorio Ryman de Nashville (Tennessee). Una actuación que se podrá seguir solo a través de internet y en la que parte de los beneficios irán destinados, a través de su fundación (Keeping The Blues Alive), a ayudar a los músicos más necesitados de la pandemia.

–Acostumbrado a estar de gira, ¿cómo le ha afectado quedarse en casa por el coronavirus?

–He tenido días buenos y malos... No estoy seguro. Unas veces pensaba que me sentaría bien estar en casa sin hacer nada y otras, que esto no era para lo que había venido al mundo. Nunca pensé que llegaría un día en el que no podría tocar por causas ajenas a mí. Pero, bueno, yo no lo he elegido. Todo el mundo está igual y no me siento diferente.

–¿Se pensó mucho si debía dar un concierto en «streaming»?

–Es por una buena causa y eso es lo importante. La banda y la sala son geniales. Así que, ¡todo bien! No me preocupa que sea a través de internet y, además, estoy emocionado de que la gente escuche mis nuevos temas.

–¿Hay algo de la pandemia en ellos?

–No, los escribí antes. No oirás ningún blues del Covid mío.

–¿Ha puesto este parón en peligro su carrera y su economía?

–He tenido mucha suerte en mi carrera y puedo cabalgar sobre esta tormenta. Cuando acabe, todavía estaré en una buena situación. A muchos amigos míos no les ocurrirá lo mismo. Ellos me preocupan más que yo.

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