Con la fiebre se crece, ¿verdad o mito? Todo lo que debes hacer ante una subida de temperatura corporal

Así debes poner el termómetro según la edad del enfermo

Laura Peraita

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¡Tiene fiebre! No hay nada que alarme más a unos padres que ver el termómetro de sus hijos con temperatura alta. En ese momento saltan todas las alarmas y la incertidumbre sobre cómo actuar se hace dueña de la situación.

Para poner un poco de calma de y dejar a lso padres que se sufren los efectos de la subida del termómetro con angustia, Leando Picó, jefe de Pediatría de La Salud , aclara que hay que tener en cuenta que la fiebre en sí misma no es una enfermedad, sino un síntoma que puede darse en numerosos procesos. Además, en el caso de enfermedades infecciosas, la fiebre debe considerarse como una reacción de nuestro cuerpo para luchar contra la infección.

«Ni la intensidad de la fiebre ni la respuesta buena o mala a los medicamentos antitérmicos tiene una relación directa con la gravedad del proceso. Por lo tanto, no debemos basar la decisión de acudir al pediatra en la intensidad de ésta, sino en la presencia de signos o síntomas asociados como decaimiento, irritabilidad, erupciones cutáneas, rigidez de cuello, convulsiones, dificultad para respirar, vómitos o diarrea persistentes, disminución de la emisión de orina, etc.».

Eso sí, matiza que la excepción serían los lactantes menores de 3 meses y los recién nacidos que deberían consultar siempre en caso de procesos febriles, ya que su sistema inmune está poco entrenado y puede permitir la generalización de los procesos infecciosos empeorando su evolución y aumentando su gravedad.

¿Qué significa la fiebre realmente?

La palabra fiebre procede del latín “fovere” que significa calentar y se define como una elevación de la temperatura corporal. En la actualidad la definición más aceptada considera fiebre la temperatura mayor de 38ºC medida a nivel rectal.

En el caso de las enfermedades infecciosas, tanto los microorganismos que nos invaden como las propias células de nuestro sistema inmune (sistema de defensa) producen unas sustancias llamadas pirógenos que actuando sobre el centro regulador de la temperatura que está en el hipotálamo (parte de nuestro cerebro) modifica nuestro “termostato”, produciéndose una elevación de la temperatura corporal.

Este aumento de latemperatura tiene efectos beneficiosos, potenciando algunos aspectos de la respuesta inmune, de forma que, en parte, nos ayuda en la lucha contra la infección.

¿Por qué asusta tanto cuando los niños tienen fiebre?

Los niños tienen un sistema nervioso inmaduro que lo hace más sensible a los cambios bruscos de temperatura, de forma que estos cambios pueden desencadenar las conocidas “convulsiones febriles de la infancia”.

La gran mayoría de estas convulsiones son autolimitadas y de muy buen pronóstico. No asocian mortalidad ni secuelas neurológicas, si bien producen un estado de ansiedad en los familiares justificado por lo aparatoso del cuadro y la sensación de riesgo vital que produce.

Estos procesos han dado lugar a la falsa creencia de que las fiebres elevadas en los niños pueden producir daños colaterales o graves secuelas neurológicas.

Los pediatras, a veces tenemos parte de responsabilidad al potenciar esta “fiebrefobia”, sobre todo, en padres inexpertos a los que alertamos en ocasiones con demasiada vehemencia de la vigilancia de este signo en la evolución de los procesos infecciosos.

Es importante educar a los padres en el sentido de que la fiebre por símisma no causa daño al niño y explicarles que puede ser difícil su descenso, sobre todo inicialmente. Ocurre muchas veces que, debido a los mecanismos de termorregulación, no es fácil bajar la fiebre en las primeras 12-24 horas, por lo que no se debería insistir en la administración continua de antitérmicos.

¿Qué remedios hay para bajar la fiebre como apoyo a los antitérmicos?

La eficacia de los métodos físicos para tratar la fiebre no es clara y no parece ofrecer ventajas, por lo que su uso es controvertido.

▪ El efecto antipirético es limitado: descenso rápido pero breve y seguido de un rebote. Esto se debe a que la disminución de temperatura cutánea es detectada por el termostato hipotalámico y consecuentemente éste activa mecanismos fisiológicos para “recuperar” la temperatura corporal.

▪ Además de ser menos eficaces que los fármacos antipiréticos causan más molestias, con lo que la disminución de temperatura se produce a expensas de una importante incomodidad para el paciente.

Como medidas no farmacológicas:

-Es fundamental mantener una buena hidratación y una nutrición adecuada. No se debe forzar la alimentación.

- Mantener un ambiente térmico neutro o templado (18-23ºC) y ventilado (refrescar el aire ambiente).

- Retirar el exceso de ropa de vestir y de cama (desabrigar parcialmente al niño).

- Puede realizarse un baño tibio con esponja (32-36ºC) y paños húmedos templados (estas medidas no son aceptadas por todas las sociedades pediátricas)

- Prohibir rotundamente las friegas con alcohol y los baños con agua fría.

¿Es verdad que la fiebre hace que los niños den un estirón? ¿De dónde nace esta afirmación?

El crecimiento es quizá la característica biológica que mejor define a la infancia y, por supuesto, está determinado por muchos factores. Crecemos según un patrón determinado genéticamente y que puede modularse por factores ambientales como la nutrición y el medio ambiente y por factores hormonales.

La principal hormona que modula nuestro crecimiento es la llamada hormona del crecimiento (GH) que produce la glándula hipófisis que está en nuestro cerebro.

Algunos factores ambientales, principalmente el sueño y el ejercicio, físico estimulan la producción de dicha hormona optimizando nuestro potencial genético de crecimiento.

Se ha demostrado que la fiebre estimula la producción de hormona de crecimiento, además de que los procesos febriles aumentan el tiempo de sueño de los niños, y quizá esta sea la causa biológica de esa percepción que tradicionalmente ha hecho que nuestras sabias abuelas hayan relacionado la fiebre con el estirón.

Por supuesto, la relación al contrario no tiene ningún fundamento científico, el crecimiento es un fenómeno fisiológico de la infancia que no produce fiebre.

¿Qué termómetros son los más indicados para los niños?

La simple palpación de la piel ha sido utilizada durante muchos años para detectar la presencia de fiebre, sin embargo, no debemos fiarnos de esta sensación, a pesar de que creamos que nuestra experiencia es suficiente, ya que en la primera fase del ascenso febril se produce una disminución de la temperatura cutánea por vasoconstricción. Además, se suele sobrestimar la presencia de fiebre, por ello, siempre debemos confirmar esa sensación inicial con un termómetro.

Disponemos de diferentes termómetros que nos permiten la medición de la temperatura corporal:

Termómetros digitales

Termómetros de un solo uso de papel o plástico con bandas de cristal líquido sensibles al calor

Termómetros por infrarrojos que miden la temperatura en la frente o en la membrana timpánica.

Para recién nacidos se recomienda la medición mediante un termómetro digital en la axila

En niños desde 4 semanas a 5 años se recomienda cualquiera de los siguientes métodos:

Termómetro digital en la axila

Termómetro timpánico por infrarrojos

¿Cuánto tiempo es recomendable mantenerlo puesto y en qué parte del cuerpo?

En la actualidad se recomiendan diferentes zonas de medida basándose en la edad del paciente.

En el recién nacido (<4 semanas de vida), axilar.

Lactante hasta dos años inicialmente temperatura axilar y confirmación mediante medida rectal.

Niños de 2-5 años, inicialmente axilar o timpánica y confirmación mediante medida rectal.

Niños mayores de 5 años utilizar medidas axilares o timpánicas.

Los termómetros digitales o electrónicos cuentan con una alarma que avisa del momento en que la medida es estable y los termómetros timpánicos o los que miden la temperatura cutánea a nivel frontal dan una medida inmediata.

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